El batiburrillo de las repeticiones y el VAR

MADRID, SPAIN - NOVEMBER 10: Vinicius Junior of Real Madrid CF argue with Fali of Cadiz CF during the LaLiga Santander match between Real Madrid CF and Cadiz CF at Estadio Santiago Bernabeu on November 10, 2022 in Madrid, Spain. (Photo by Diego Souto/Quality Sport Images/Getty Images)
Vinícius Junior se encara con Fali en el Real Madrid-Cádiz. (Foto: Diego Souto/Quality Sport Images/Getty Images)

Hace algunos años, preparando una clase, traté de elaborar una especie de diagrama con los principales medios y grupos de comunicación españoles. La tarea requería tanto esfuerzo que, anticipando el escaso interés que iba a despertar entre los estudiantes, decidí simplificarla. Transcurrido un tiempo, y en vista de cómo LaLiga ha ido reconfigurando el panorama audiovisual, la creación de un mapa así bien podría tener cabida en los trabajos de Hércules o en las 12 pruebas de Astérix.

Sirva el Real Madrid-Cádiz de la última jornada de Liga antes del Mundial 2022 como ejemplo del embrollo. Antes del descanso, Fali propinó a Rodrygo lo que de forma técnica podríamos denominar un collejón. En DAZN, plataforma que lo emitió, pudieron verse varias repeticiones, aunque Rubén Martín y Sergio Quirante apenas repararon en la acción y dedicaron los siguientes minutos a hablar sobre los frecuentes piques entre Vinícius Junior —que se encaró con Fali— y los rivales de turno. El collejón había pasado casi inadvertido hasta que nos anunciaron que una cámara de DAZN había captado lo sucedido con detalle y que iban a mostrarlo… al acabar el partido.

Como la mayoría de medios han vendido su alma —por una chocolatina— al clickbait, muchos aficionados pensaron que se trataba del típico truco cutre para estirar la retransmisión. «No me agreda ahora; hágalo después de la publicidad». Pero la explicación era más sencilla y, al mismo tiempo, más enrevesada: el partido no lo realizaba DAZN sino Mediapro. Y aunque DAZN, a diferencia de Movistar+, ha apostado por personalizar las retransmisiones con su propio equipo de cámaras, narradores y comentaristas, el contrato le impide alterar la señal que el gran socio audiovisual de LaLiga le sirve envasada. Del minuto 1 al 90 nosotros vemos lo que quiere Mediapro mientras el realizador de DAZN aprovecha para zamparse un bocadillo. Esto, y no la amabilidad contractual del ‘flash interview’, es el verdadero problema de eliminar a los periodistas.

El espectador, obviamente, no tiene por qué conocer este intrincado mundo frente al que palidece hasta el árbol genealógico de los Targaryen. Y ese desconcierto del personal resulta especialmente delicado en lo que afecta al videoarbitraje. ¿Significa esto que el VAR no dispuso de las imágenes de DAZN para juzgar la acción? Exactamente. El VAR utiliza las imágenes que le sirve Mediapro, que no son sólo las repeticiones que podemos ver los espectadores durante el partido, sino las de todas las cámaras colocadas en el estadio. Para servírselas a su gusto está el operador de vídeo que se sienta a su lado en Las Rozas. Teniendo en cuenta que en la retransmisión ya pudo apreciarse el collejón, si el VAR decidió no intervenir no fue por falta de imágenes sino porque, al chequear la jugada, no apreció en ella un error manifiesto del árbitro. Fali no se fue del Bernabeu de rositas por culpa de un realizador sino por un asunto puramente arbitral.

Quien lea habitualmente esta columna sabrá que no nos gusta alentar teorías de la conspiración ni historias para no dormir, así que creemos que sería bueno que los poderes del fútbol tampoco las alimentaran. Si los códigos éticos sirven para algo, que a estas alturas se duda seriamente, es justo para prevenir. Las imágenes del VAR están en manos de una empresa cuyo presidente, Jaume Roures, mantiene estrechos vínculos con uno de los equipos en competición. Y, al mismo tiempo, esas imágenes de Mediapro son procesadas mediante la tecnología de Hawk Eye, proveedor elegido en detrimento de la propia Mediapro por la RFEF, en guerra abierta con LaLiga. El batiburrillo es completo. Se supone que el cacareado ‘compliance’ no está sólo para dar un barniz moderno a las webs corporativas, sino para evitar estos conflictos de intereses y cortar las alas a los conspiranoicos.