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Max Verstappen, el piloto que los mexicanos han adoptado como ídolo para saborear el triunfo

Max Verstappen celebrando su triunfo en el Gran Premio de México. (REUTERS/Edgard Garrido)
Max Verstappen celebrando su triunfo en el Gran Premio de México. (REUTERS/Edgard Garrido)

Max Verstappen ha reservado la gloria para sí mismo un año más. El piloto neerlandés se coronó como rey del Gran Premio de México, la tierra de su coequipero, Sergio Pérez. Checo ha tenido que mirar, igual que el año pasado, que su coequipero se quede con la cima del podio. Una calca del Gran Premio 2021 ha entregado a los mismos tres primeros lugares: Verstappen, Hamilton y Checo Pérez. La alegría no ha podido ser perfecta en el Autódromo Hermanos Rodríguez, pues los fans anhelaban que, al fin, Pérez se coronaran en casa. Pero un podio más, el décimo de la temporada para sus registros, no es nada despreciable.

Al final, la euforia y el romance entre Pérez y su gente se mantiene no sólo intacto: está más vivo que nunca. Dentro de ese clima de festividad, nada puede resultar más tranquilizador que la victoria de Verstappen, coequipero del mexicano que mantuvo una ventaja suficiente durante toda la carrera respecto de Lewis Hamilton, de Mercedes. El británico recibió abucheos cuando fue presentado en la entrevista final. Era de esperar, aunque sea reprobable: nadie quería que él ganara en México.

Red Bull sumó su noveno triunfo al hilo en la temporada y Max, asegurados ya el Campeonato de Pilotos y también el de Constructores, ganó la rebanada más grande del pastel mexicano, pero su triunfo se traduce como un triunfo también para México. A nivel individual, el de Países Bajos ha ganado 14 carreras en el certamen actual. Como nadie más en la historia. Con 25 años recién cumplidos, todo está por venir todavía para él. Sus alcances son insospechados, ya con un título mundial en la vitrina (y un segundo en el bolso), Verstappen apunta al estatus de leyenda prematura.

.El vínculo de la afición mexicana con Verstappen podría clasificarse como ambivalente: por un lado es innegable que su presencia relegará, eternamente (o al menos mientras Checo siga ahí) a un lugar secundario. La prioridad, por talento, juventud, proyección, es y será el neerlandés. Y eso ha provocado no pocas fricciones (que todavía son lo suficientemente llevaderas como para evitar una ruptura). Pero, como el año pasado, fue Verstappen quien sacó la victoria para Red Bull. Sus triunfos son también los de Checo. Y por eso la afición lo ha adoptado como a un consentido: el amigo del amigo.

Checo ha puesto todos sus esfuerzos por ascender a la cima solitaria de la Fórmula 1. Quizá ese día no llegue. Pero no por eso se puede subestimar el gran momento que vive y la forma en que, finalmente, ha ganado el reconocimiento que le fue negado en el pasado, como cuando Aston Martin decidió cortarlo contra toda lógica deportiva. Fueron fantasías las de quienes pensaron que podía ser campeón del mundo. No pasará y es mejor asumirlo de una vez.

Hay que decirlo con cada una de sus letras: Checo es un piloto de élite y no puede haber la menor duda al respecto. Pero su estatus, ese afamado ministerio de Defensa que le ha sido delegado, no cambiará. El contrato de Pérez con Reb Bull, la escudería más competitiva en la que ha estado durante sus once años en Fórmula 1, termina en 2024. La estabilidad sólo puede garantizarse por dos campañas más. Después, como todo asunto contractual en este circuito, será un enigma conocer si habrá continuidad.

"Es padre, pero me hubiera gustado darle una alegría (a la gente) de estar más arriba en el podio. Lo más importante es el equipo", dijo Checo Pérez a los medios al final de la carrera.

En ese sentido, la renovación del trato Ciudad de México-Fórmula 1 hasta el 2025 garantiza que Sergio Pérez tenga dos oportunidades más para ganar el Gran Premio en casa. Quizá ese el gran pináculo para el mexicano. El titulo mundial está reservado para otros nombres y, en realidad, su función radica en apoyar a que su compañero monopolice la corona mundial año tras año. Los fans mexicanos han tenido que abrazar, voluntaria u obligadamente, a Max Verstappen como ídolo.

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