Martin Verkerk, de convertirse en la sorpresa de Roland Garros 2003 a hundirse en la depresión: la historia del neerlandés que impactó en París

La emocionante celebración del neerlandés Martin Verkerk al vencer a Carlos Moya en los cuartos de final de Roland Garros 2003; luego vencería a Guillermo Coria y caería en la final con Juan Carlos Ferrero
La emocionante celebración del neerlandés Martin Verkerk al vencer a Carlos Moya en los cuartos de final de Roland Garros 2003; luego vencería a Guillermo Coria y caería en la final con Juan Carlos Ferrero - Créditos: @Cynthia Lum

PARÍS (Enviado especial).- En Roland Garros , el Philippe-Chatrier, uno de los estadios de tenis más estéticos del mundo, todavía estaba lejos de contar con la protección del techo retráctil en mayo/junio de 2003. El court número 1, conocido como la Plaza de Toros por su forma cilíndrica, aún no había sido derrumbado. El Top 10 masculino estaba encabezado por Lleyton Hewitt (22 años) y Andre Agassi (33); Roger Federer, con 21 años, era N° 5. El premio económico para el campeón de singles era de 840.000 euros, 1.460.000 billetes menos que en la actualidad. Jacques Chirac presidía Francia, todavía no había comenzado la era Rafa Nadal en el Bois de Boulogne, pero el ganador del título fue un español: Juan Carlos Ferrero. Hace exactamente veinte años, la gran sorpresa del torneo no resultó ser el “Mosquito”, actual entrenador de Carlos Alcaraz, sino quien llegó a la final: el neerlandés Martin Verkerk .

La emoción del neerlandés Martin Verkerk al derrotar a Guillermo Coria en las semifinales de Roland Garros 2003
La emoción del neerlandés Martin Verkerk al derrotar a Guillermo Coria en las semifinales de Roland Garros 2003 - Créditos: @Bob Martin

Nacido en Leiderdorp, en el oeste de los Países Bajos, llegó a aquel Grand Slam siendo el 46° del ranking y, lo que es todavía más asombroso, sin haber ganado ni un partido en un torneo de esa categoría . Verkerk había participado del US Open 2002 y del Abierto de Australia 2003 sin éxito, despidiéndose en la primera ronda en ambos. Pero en París rompió los pronósticos. Sus víctimas sobre la terre battue parisina incluyeron a Luis Horna en la segunda ronda (luego de que el peruano venciera a Federer), a Rainer Schüttler en los octavos de final (ese año, el alemán había sido subcampeón en Australia), y, sobre todo, al español Carlos Moya (4° del mundo y campeón en París cinco años antes) en los cuartos de final y a Guillermo Coria en las semifinales (el Mago era 7° y llegaba de conquistar Hamburgo). Antes del partido con Coria, Verkerk estaba abajo en las casas de apuestas por 26-1.

“Fue una sorpresa, como suelen muchas veces en los Grand Slam, como pasó con (Robin) Soderling en ese mismo torneo en el 2009. Cuando Verkerk le gana a Moya, y en cinco sets, fue un toque de atención. Ese año la cancha y las pelotas estaban rápidas. Al no tener tan en claro cómo resolvía en los momentos de más presión, a qué lugar sacaba en los instantes clave y para dónde salía con la derecha, lo respetaba”, rememora Coria, ante LA NACION. “Conmigo arrancó un partido muy parejo, pegándole fuerte; yo estaba sólido, pero se me escapa el primer set en el tie-break (7-4) y luego tengo la situación de la raqueta, en la que la tiro para atrás y casi le pego en el pie a la recogepelotas sin querer. Yo venía jodiendo en los entrenamientos, tirándola para pegarle a la pelota, pero ahí me equivoqué y me desenfoqué totalmente del partido. No es excusa. Me ganó muy bien [7-6 (7-4), 6-4 y 7-6 (7-0)], jugó suelto y aprovechó la oportunidad, porque ese día hacía calor y la pelota picaba mucho. Quedé preocupado por lo de la raqueta, no fue una situación agradable y pudo haber sido mayor”.

El incómodo momento de Coria en el match ante Verkerk

Otro argentino que compitió contra Verkerk fue Juan Ignacio Chela . “Era un jugador peligroso que su principal arma era el saque. De base tenía golpes potentes, el revés era su golpe más natural con el que lograba generar buenos ángulos y empujar al rival para después tomar la iniciativa del punto. Era muy alto (1,96m), le costaba moverse. Defender no era su fuerte, por eso, si lograbas ponerlo a correr le costaba salir de esa situación”, apunta Chela, que lo venció tres veces entre 2003 y 2007. “Que llegara a la final de Roland Garros realmente sorprendió al mundo del tenis. Fueron dos semanas increíbles en su carrera. No era tan estable, tenía días muy buenos y otros no tanto. También tuvo que lidiar con algunas lesiones que lo fueron complicando”, añade Chela, 15° en 2004.

Lo curioso fue que Verkerk nunca más repitió el éxito en los Grand Slam . Después de ese Abierto de Francia actuó en solamente seis grandes, teniendo una tercera ronda de Roland Garros 2004 como lo más destacado. Es más: ni bien terminada esa estupenda actuación en el Bois de Boulogne, la prensa internacional se planteaba si en Wimbledon, que estaba a la vuelta de la esquina, Verkerk podría repetir su performance basada en un saque poderoso (anotó más de 130 aces durante las dos semanas de París). “Esto está cambiando mi vida. No sé qué me va a pasar, pero espero mantenerme relajado y que la gente también se relaje y no lo haga más grande de lo que es”, advirtió Verkerk antes de abandonar la capital de Francia, tratando de no perturbarse con las altas expectativas.

Ferrero recibiendo el trofeo de manos de Yannick Noah; detrás, observa Verkerk
Ferrero recibiendo el trofeo de manos de Yannick Noah; detrás, observa Verkerk

Fue el propio neerlandés, en la búsqueda de entender por qué su momento de gloria había llegado a los 24 años y no antes, el que reconoció cierta inmadurez y falta de profesionalidad durante su formación. “Si me hubieran visto hace un año, tenía dificultad con mis voleas, tenía problemas para correr y tenía una derecha débil. Pero crecí y no me refiero a la altura”, dijo en ese entonces. Y siguió explicando: “Me convertí en un adulto. Me volví inteligente. Era demasiado joven y no estaba concentrado. Entonces suceden cosas y empiezas a pensar: ‘Está bien, ¿siempre quieres ser el tipo que debería haber sido bueno, que tenía el talento, pero no la mentalidad o la concentración?’”. Entonces, un hecho lo hizo reflexionar: un amigo murió en un accidente aéreo. “Me hizo darme cuenta de que debía ser feliz, que soy un jugador de tenis y simplemente hago algo con mi vida”, apuntó. Y eso hizo.

Las lesiones perturbaron la carrera de Martin Verkerk
Las lesiones perturbaron la carrera de Martin Verkerk

Después de su cuento de hadas en Roland Garros 2003, siguió un período opaco, lleno de expectativas, presiones y lesiones. Pasó, sin escalas, de la euforia a la negatividad. Le costó valorar su logro en París y sufrió momentos de depresión, en los que no salía de su casa ni abría las persianas de su habitación. Se convirtió en una persona antisocial, según narró. La popularidad lo afectó; se volvió arrogante, no le devolvía la llamada a la gente y se aisló. Después del Roland Garros soñado, dos guardaespaldas tuvieron que acompañarlo a su club, en Amersfoort, porque todos querían algo de él. “Fue difícil. Tenía 24 años y todo el mundo, realmente, me pedía algo. Luego me lesioné gravemente. Creo que sin esas operaciones de hombro y rodillas habría estado entre los treinta primeros durante seis o siete años. Tenía las armas para eso”, explicó, hace unos años, en el periódico neerlandés De Volkskrant. Vivió momentos muy duros.

Contra ese tipo de jugador sales totalmente favorito y es lo que hay que gestionar bien. A nivel de juego y desde el fondo yo era superior. Sí es verdad que él sacaba mucho más fuerte que yo. Siempre tienes la mosca detrás de la oreja por los partidos que él había ganado, pero me sentía superior

Juan Carlos Ferrero, campeón de Roland Garros 2003

“¿Qué tan bajo caí? Profundo, muy profundo. No tenía idea de qué hacer. Nunca consideré terminar mi vida, porque es demasiado hermosa para eso. Pero esa depresión me persiguió durante mucho tiempo . No busqué ayuda profesional y, en retrospectiva, debería haberlo hecho. Mi carrera fue demasiado corta por las lesiones. Eso me hizo descuidar mi entorno. Mis padres vieron a su hijo alegre y espontáneo convertirse en una persona gruñona que se quedaba en casa con las cortinas bajas. No pude soportarlo más. Desde mi victoria en el torneo de Amersfoort en 2004, las cosas no me fueron bien durante seis o siete años. En 2007 hice una reaparición en Rotterdam. Por supuesto que no tenía sentido. No estaba en forma y ni siquiera me reconocía. Mi hombro nunca mejoró. Tuve fiebre glandular y los ligamentos de mi tobillo se rompieron. Debería haber parado en 2005. Entonces habría tenido una de las escuelas de tenis más grande de los Países Bajos, porque todos habrían querido venir en esos días”, confesó, con crudeza, en el mismo reportaje en el periódico De Volkskrant. Jugó su último partido profesional en el Challenger de Tarragona 2008.

Martin Verkerk en la actualidad, brindando clases de tenis
Martin Verkerk en la actualidad, brindando clases de tenis

¿Cómo logró salir del pozo? “Inicialmente haciendo algo más que tenis”, contó. Empezó a ayudar a su hermano en distintos negocios. Se atrevió a dejar su pasado y, sobre todo, aprendió a apreciar su carrera tenística más que a lamentarse sobre lo que las lesiones no le permitieron hace. “Gané dos títulos ATP, jugué dos finales, una final de Grand Slam, fui 14° del mundo, cinco años jugando la Copa Davis; no fue tan malo. Pero me deprimí durante años diciendo lo horrible que era todo. Al final supe dónde estaba mi futuro. El tenis me pertenece. Al principio tuve que aceptar que las cosas no salieron como yo quería. Nunca pude encaminar mi adiós. Mi cuerpo lo decidió por mí”, expresó.

En la actualidad, Martin Verkerk tiene una escuela de tenis en La Haya
En la actualidad, Martin Verkerk tiene una escuela de tenis en La Haya

Se podría decir que, en la actualidad, Verkerk está amigado con el tenis y ese sigue siendo su medio de vida. Ya no saca a 242km/h, como en sus tiempos de profesional. Pero tiene una escuela en La Haya, donde brinda clases y clínicas a “todos, desde empresarios hasta amas de casa y jóvenes que sueñan con ser profesionales”. Pasaron veinte años de su gran golpe. Sigue sin pasar inadvertido.