Anuncios
Elecciones México 2024:

Cobertura Especial | LO ÚLTIMO

Marcelo Flores, el ejemplo de que México no tiene ídolos, aunque cueste aceptarlo

Marcelo Flores tras fallar un penal contra Surinam. (Jos Alvarez/Jam Media/Getty Images)
Marcelo Flores tras fallar un penal contra Surinam. (Jos Alvarez/Jam Media/Getty Images)

Las exageraciones formarán parte de la carrera de Marcelo Flores para siempre. El destino ya ha quedado trazado. En un país urgido de ídolos, se ha decidido que este chico de 18 años cargue con las ilusiones de millones de aficionados. Desde esa lógica, no es raro que el penal errado de Flores contra Surinam haya provocado un debate absurdo. Cuando se trate de él, no habrá grises. Todo será magnífico o nefasto.

Convengamos un hecho insólito pero claro: Marcelo todavía no ha debutado con el primer equipo del Arsenal. Han sido en vano todas las invitaciones a la prudencia. A Marcelo se le idolatra ya como si fuera un jugador consumado. Por eso genera unas expectativas totalmente desproporcionadas. Incluso, como para dimensionar la estimación excesiva que se está haciendo de Flores, es preciso mencionar que hasta los medios de comunicación han sugerido prudencia, hecho bastante raro pues casi siempre son ellos quienes elevan a la estratósfera a cualquier jugador que demuestre mínimas condiciones.

La afición, principalmente los sectores jóvenes, claman por entregarle al mediocampista las llaves del país. Estimulados por una visión globalista del juego, creen tener el conocimiento que le falta al entrenador nacional. Ese ambiente es contraproducente para todos, empezando por el propio Marcelo Flores.

Al derretirse en halagos, el hartazgo se convierte en la reacción predilecta de quienes ven y escuchan maravillas todo el tiempo sobre el chico del Arsenal. Por eso un penal contra la débil Surinam es capaz de polarizar a las dos posturas: quienes defienden a Flores incondicionalmente y aquellos que ven en él a un jugador sobrevalorado. La labor publicitaria, en tantos casos ejercida por las televisoras, ahora la tienen los aficionados.

En redes sociales existe toda una campaña para trepar a Flores al avión mundialista. La presión ha ido escalando gradualmente, pero a un ritmo alto y teñido de violencia discursiva. Primero se le exigió a Gerardo Martino que lo convocara para “asegurarlo”, y que ni Canadá ni Inglaterra (ellos, mucho menos interesados) nos lo ganaran. El llamado tardó en llegar y la furia de la masa corrompió los principios deportivos en los que debe sustentarse una selección nacional: convocar a jugadores consolidados.

Es cierto que Martino está casado con su base de jugadores, pero eso lo hacen todos los seleccionadores del mundo. También se ha dicho que países como España le dan oportunidades a jóvenes de escasa experiencia. Pero digámoslo fuerte y claro: Marcelo Flores no es ni Pedri ni Gavi, jugadores que a los 17 años enfrentaron escenarios de exigencia máxima. Nuestra joya apenas empieza a ser consistente en la sub-23 del Arsenal. Porque también tenemos que ser lo suficientemente sensatos para entender que si el chico fuera un fenómeno, un fuera de serie, la reencarnación de Iniesta, Inglaterra habría peleado por él hasta las últimas instancias. No fue así.

Flores todavía no debut con el primer equipo del Arsenal. (David Price/Arsenal FC via Getty Images)
Flores todavía no debut con el primer equipo del Arsenal. (David Price/Arsenal FC via Getty Images)

Flores es un jugador técnico, con desparpajo, que agiliza el juego cuando entra en contacto con el balón. Su visión de juego es reseñable y posee llegada al área. Puede aportar mucho a la Selección Mexicana en el futuro, pero eso solo pasará si todos los implicados comprenden una palabra insoportablemente necesaria: paciencia. La deben asimilar sus fanáticos, cegados por la urgencia de fabricar al ídolo que nunca hemos tenido. Y también deberían entenderlo sus no pocos detractores, que tienen una nueva víctima para descargar veneno.

Las experiencias sobran, pero ninguna lección ha sido suficiente para entender las funestas consecuencias que tiene delegar una idolatría sin condiciones a jugadores instalados en la categoría de promesas. Mutar de niño de oro a bulto es una de las transformaciones más recurrentes en el futbol mexicano. Flores tiene un largo camino por andar. Sus pasos, sin embargo, ya están marcados por la exageración. Ojalá ni los fanáticos enardecidos ni los agoreros tengan razón.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR | EN VIDEO

Fuerte granizada en CDMX colapsa el techo de supermercado Soriana