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Maravilla Martínez y una instancia decisiva en su aventura boxística: con 47 años sigue soñando con volver a ser campeón mundial

Brian Rose y Maravilla Martínez durante el pesaje
Adrian Rubio Moreno

El quilmeño Sergio “Maravilla” Martinez (73.100 kg) no dejó de hacer su función teatral “Bengala”, el jueves último en la sala Luciana, de Madrid, pese a toda la histeria que implica aproximarse al pesaje oficial de una pelea profesional. Se mostró firme y desafiante de su edad y el paso del tiempo. En un escueto diálogo satelital, nos dijo lo siguiente: “Piso los 47 años y a esta altura si no machaco al inglés y no logro un rendimiento óptimo no puedo pensar seriamente en mi anhelo: volver a pelear por el título mundial. Espero no fallar en nada”.

Su combate de 10 rounds frente al inglés Brian Rose (72.800 kg), ex retador a la corona mundial mediano jr, a llevarse a cabo hoy en la plaza de Toros de Valdemoro, en las afueras de Madrid, comenzará a las 18 y será televisada por TNT Sports. Implica una apuesta clave y decisiva para afirmar su peculiar tercer puesto en el ranking de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), aguardando los nuevos movimientos políticos de esta entidad que, con la supresión de dos de cuatro sus títulos mundiales por categoría (interinos y oro), alteró por completo las proyecciones de un sinfín de boxeadores en el límite de los 72.500 kg. Y él fue uno de ellos, postergando en parte la chance inmediata para desafiar al japonés Ryota Murata, “Supercampeón” de esta división.

El entusiasmo por su controvertida y resistida vuelta al cuadrilátero se estancó tras su reaparición triunfal en 2020 con su KO sobre el español José Fandiño. El último match con el finlandés Jussi Koivula, al que batió en diciembre pasado, y la prolongación del período de Covid 19 interrumpieron este intento muy complejo de analizar desde la lógica deportiva.

Sergio Maravilla Martínez, listo para otro combate
Adrian Rubio Moreno


Sergio Maravilla Martínez, listo para otro combate (Adrian Rubio Moreno/)

“Mis puños, mis codos y mis rodillas, que alguna vez me tuvieron muy mal, se curaron por completo. Y ahora, mi fisioterapeuta, Raquel Bordons, que era vital en la etapa de campeón (2008-2014), casi no participa de mi equipo. Sólo en la recta final”, agregó en el cierre de su conversación con LA NACION. El gran fantasma de “Maravilla” sigue siendo su situación corporal más allá de su optimismo. Sobre todo después de la drástica derrota que sufrió con Miguel Cotto, en 2014 en Nueva York.

¿Qué valía tiene esta pelea con Rose? Es una exigencia a fondo ante un rival de estilo raro. Tesonero y sin pegada. De 36 años, 32 éxitos (8 KO), 6 reveses y un empate. Ambidiestro, de 1,83 metros (5 cm más alto), no mostró mucho cuando fue noqueado por Demetrius Andrade, en su pelea mundialista de 2014 y le costó demasiado derrotar por puntos al argentino Javier Maciel. Amenaza ser pegajoso y proyectar esta contienda a su extensión máxima. Atraviesa el tramo final de su carrera, aunque siempre estuvo activo.

Sergio "Maravilla" Martinez ensayando Bengala
Sergio "Maravilla" Martinez ensayando Bengala


Maravilla Martínez ensayando "Bengala", la obra teatral

Martínez necesitará contundencia en sus golpes, hecho ajeno en sus últimos combates. Lidiará contra los límites que imponen sus reflejos y su velocidad mental. Y para este desgaste natural no hay entrenamiento ni entrenadores ideales. Tal como aseveró, deberá exhibir algo inquietante y entusiasta para remover su gran récord de 53 victorias (30 KO), 3 reveses y dos empates desde su debut en 1997.

“Maravilla” fue un fabricante de grandes noticias y sucesos en cada uno de los hechos en los que participó. Hoy todo le cuesta el triple. Sobre todo seducir y convencer a la hora de boxear. Más aún en el modo de ganar. Se convirtió en su propio desafío y sabe que hoy afrontará una exigencia diferente. Más compleja y ruda. Deberá volver a mostrar algo del “Maravilla” de los viejos tiempos para recibir un guiño masivo. Por imagen, historia y entrega, algo de esto ameritaría suceder cuando esta noche suene la campana. Aunque “el diablo” y la realidad intenten meter sus colas.