Luis Monti, el argentino "adoptado" por Mussolini sobre el que planeaban las amenazas de muerte

La alineación titular de la selección italiana de fútbol, con Luis Monti, posando antes de un partido durante la Copa del Mundo de 1934. Imagen: Keystone/Hulton Archive/Getty Images.
La alineación titular de la selección italiana de fútbol, con Luis Monti, posando antes de un partido durante la Copa del Mundo de 1934. Imagen: Keystone/Hulton Archive/Getty Images.

Luis Monti, además de ser el único futbolista que disputó dos finales consecutivas de la Copa del Mundo representando a países distintos, debe ser el único al que amenazaron de muerte en el caso de ganar la primera, que perdió, y de perder la segunda, que ganó: "En 1930, en Uruguay, me querían matar si ganaba, y en Italia, cuatro años más tarde, si perdía". Esta es su historia.

Argentina llegó a la final del Mundial de 1930 después de haber dejado en el camino a Chile, Francia y México en primera fase y a Estados Unidos en semifinales. Uruguay, selección a la que había derrotado en la final del Sudamericano de 1927 con la que había perdido en la final de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928, era el rival a vencer. La importancia de aquel encuentro y la rivalidad entre ambos equipos hizo que Luis Monti, capitán y líder futbolístico y espiritual del combinado albiceleste y de exitoso paso por Huracán, Atlético Palermo y San Lorenzo, fuese amenazado junto a su familia en el caso de una victoria argentina. Monti, hombre de fuerte carácter y personalidad, quiso jugar igual. Tal y como reconocería varios años después, no fue una buena idea.

Uruguay, que finalizada la primera mitad perdía 2 a 1, terminó ganando 4 a 2 y se proclamó campeona del mundo por primera vez (o tercera, en el caso de reconocer el Oro en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928 como títulos mundiales). Monti, visiblemente afectado por las amenazas que había recibido, completó uno de sus peores partidos con Argentina. Su falta de intensidad durante una segunda mitad en la que los futbolistas uruguayos hicieron honor a la garra charrúa resultó evidente. Él, que nunca escurría el bulto, se mantuvo al margen de cualquier tipo de choque, fricción y polémica: "Tuve mucho miedo en Montevideo. Me habían amenazado a mí y a mi familia. Estaba tan aterrado que ni siquiera pensé en el partido que estaba jugando y perjudiqué a mis compañeros".

Benito Mussolini, a miles de kilómetros de distancia de Montevideo, seguía atento los acontecimientos. Sí, Benito Mussolini. Il Duce sabía que la Copa del Mundo de 1934 que tendría a Italia como país organizador, era fundamental para incrementar su popularidad y perpetrarse en el poder... en caso de éxito, claro. No sería el primero ni el último en utilizar al fútbol con fines políticos. Para asegurar la victoria en la cita mundialista, Mussolini envió a varios emisarios a Sudamérica para captar jugadores y así reforzar a la Azzurra. Según cuentan, de los diferentes informes que había recibido, Luis Monti era el hombre que más lo había impresionado. "Ficharlo" después de la final no fue difícil.

En 1930 el fútbol todavía no era un deporte profesional en Argentina y Monti, además de desempeñarse como futbolista de San Lorenzo, actividad que apenas le reportaba cincuenta dólares al mes, lo hacía también como trabajador municipal. Los emisarios enviados por Mussolini que lo habían seguido durante la Copa del Mundo de Uruguay fueron a visitarlo a su casa y le hicieron una oferta que no podía rechazar: un sueldo de cinco mil dólares, casa y coche (como en el mítico PC Fútbol) y un monto de 50 mil dólares adicional al momento de la firma del contrato con un equipo italiano. Luis Monti se lo pensó y aceptó. Después de la final se había convertido en el foco de las críticas y de los insultos de sus compatriotas, que lo acusaban de no haber estado a la altura de la fama que le precedía: "Fue maravilloso. Los argentinos me habían hecho sentir una porquería, un gusano. Me tildaban de cobarde y me culpaban de la derrota en Uruguay. Sin embargo, de pronto me encontraba ante personas que venían del extranjero a ofrecerme una fortuna para jugar al fútbol".

Así, Monti fichó por la Juventus y pronto se convirtió en uno de los futbolistas más importantes del Calcio y de la selección italiana. La squadra azzurra, con él y sus compatriotas Enrique Guaita, Raimundo Orsi y Attilio Demaría, así como el brasileño Anfilogio Guarisi nacionalizados, se deshizo de Estados Unidos, España y Austria y se plantó en la final del torneo. Ganar era una obligación, no una posibilidad. Lo demuestran las palabras dedicadas por Mussolini a Vittorio Pozzo, el entrenador del combinado nacional italiano: "Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si llega a fracasar". Afortunadamente para él, para los jugadores y para el propio Mussolini, Italia le ganó 2 a 1 a Checoslovaquia en Roma y se proclamó campeona del mundo.

Después del Mundial, convertido en héroe nacional, Monti continuó jugando en la Juventus y se retiró en 1940. Corrió mejor suerte, eso sí, que sus compatriotas nacionalizados que fueron llamados al frente para combatir por Italia durante la Segunda Guerra Mundial y que no tuvieron más remedio que huir, aunque esa es otra historia.

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