La leyenda instantánea de Kvaradona

BATUMI, Georgia — Solía preocuparles que el Adjarabet Arena, con sus arcos sinuosos y exterior iluminado, se convirtiera en una especie de elefante blanco. Después de todo, Batumi es una pintoresca ciudad turística; en realidad no necesitaba un estadio con una capacidad para 20.000 espectadores. El Dinamo, el equipo de fútbol que lo llamaba hogar, por lo general requería asientos solo para la mitad de esa cantidad de personas.

Y luego, a inicios de abril, llegó Khvicha Kvaratskhelia.

“La ciudad vivía de un partido al siguiente”, comentó Tariel Varshanidze, una prominente voz de la escena de los aficionados del Dinamo. “La atmósfera cambió radicalmente”. Los partidos en la Erovnuli Liga, la máxima categoría masculina de fútbol del sistema de ligas de Georgia, de pronto tenían el mismo aire que los “mejores partidos de la Liga de Campeones”, mencionó Varshanidze. “Era fantástico”.

En los tres meses que Kvaratskhelia pasó en Batumi, se agotaron todas las entradas. Los turistas que llegaban en manada a las playas del mar Negro sumaban un partido a sus itinerarios. Los amigos, parientes, vecinos, colegas y conocidos comenzaron a preguntarles a los asistentes regulares por boletos que les sobraran, ya fueran seguidores del Dinamo, de algún otro equipo o de nadie.

Según Varshanidze, durante los partidos, todo el estadio celebraba cada vez que Kvaratskhelia tocaba el balón, incluso los aficionados que en teoría venían a apoyar al equipo contrario. Y no solo en Batumi. “Teníamos estadios llenos en casi todas las ciudades”, comentó George Geguchadze, el entrenador del Dinamo. Toda Georgia quería dar un vistazo. Incluso en los partidos celebrados en los remansos del país, en estadios que en épocas normales podrían atraer a unos pocos cientos de espectadores, se agotaban las entradas.

No era ninguna sorpresa. Kvaratskhelia (pronunciado kuh-varats-kell-iya) había llegado a Batumi como un icono nacional consagrado. Había florecido como una sensación de 16 años en el Dinamo Tbilisi, el club más importante de Georgia. Para cuando hizo su debut con su selección, tan solo dos años más tarde, la liga georgiana le había quedado chica, así que se mudó a Rusia para sumarse al Lokomotiv Moscú y luego al Rubin Kazan. La breve e inesperada oportunidad de verlo en persona de nuevo —después de que pudo invalidar su contrato tras la invasión de Rusia a Ucrania— era una oportunidad demasiado buena como para dejarla pasar.

Lo que pocos pudieron haber anticipado fue cuán rápido y cuán lejos se iba a propagar la manía. Apenas seis meses más tarde, la fama del extremo de 21 años se ha difundido más allá de Georgia. En cuestión de semanas, ha cautivado al fútbol italiano y a emergido como una estrella revelación de la Liga de Campeones.

La rareza de la anarquía

Estos son los números crudos: desde que llegó al Nápoles por unos 10 millones de dólares este verano, Kvaratskhelia ha anotado cinco goles en la liga italiana, donde su equipo se ha establecido como el líder con una ventaja de dos puntos, y dos más en la Liga de Campeones, para ayudar al Nápoles a calificar con tranquilidad en un grupo intimidante donde está el Liverpool y el Ajax. Sin duda, los totales son buenos. No obstante, ni siquiera empiezan a explicar el fenómeno.

Su entrenador en el Nápoles, Luciano Spalletti, ha descrito a Kvaratskhelia como “estratosférico”. Arrigo Sacchi, el exentrenador de la selección nacional italiana y el AC Milán, prefiere la palabra “devastador”. Un ganador de la Copa del Mundo, Alessandro del Piero, quien es apto para medir la calidad de los atacantes, sugirió que parecía como si estuviera “hecho para jugar en Europa”.

Los aficionados del Nápoles le otorgaron su más grande honor, al apodarlo Kvaradona, por el mediocentro ofensivo más querido en la historia del club.

Sin embargo, quizá el testimonio más revelador pertenece a Fabrizio Ravanelli, el exdelantero de la Juventus. Después de que el Nápoles venció al Milán el mes pasado, Ravanelli admitió que lo habían cautivado Kvaratskhelia y Rafael Leão del Milán. “En el mundo, hay cada vez menos jugadores como ellos”, opinó.

Ese sentido de rareza es la raíz del atractivo de Kvaratskhelia. Es el tipo de jugador que ya no produce el fútbol moderno, con sus sistemas industrializados de juveniles y plantillas estilísticas: volátil e intuitivo, con una pizca de inconformismo, un tanto indomable.

Willy Sagnol, el entrenador de la selección nacional de Georgia, ha sugerido que su paralelo más cercano sería un joven Franck Ribéry, el otrora extremo del Bayern Munich, pero no es una comparación exacta.

Kvaratskhelia es más alto, más lánguido, menos fácil de categorizar. Ribéry fue un jugador amenazante y resolutivo que quería, la mayor parte del tiempo, recortar hacia adentro. Kvaratskhelia podría hacer eso. O tal vez no. Podría jugar como un armador de juego unos minutos.

O, quizá, como lo hizo en el partido contra la Lazio hace unas semanas, podría ignorar tres pases seguros, hacer una pirueta en medio de tres defensas y luego lanzar un disparo al poste desde 30 metros.

Para Levan Kobiashvili, presidente de la federación de fútbol de Georgia, su fortaleza es su “imprevisibilidad”.

Kobiashvili objeta la idea de que Kvaratskhelia es la “continuación de cualquier proceso”. Georgia puede tener una rica historia de producción de atacantes virtuosos —en particular el exvolante del Manchester City y el Ajax Georgi Kinkladze—, pero, según Kobiashvili, Kvaratskhelia solo es un producto de su propio talento.

Otros no están tan seguros. “Tiene algunos aspectos que son muy georgianos”, opinó Andrés Carrasco, el director español de desarrollo juvenil en el Dinamo Tbilisi, el club que descubrió a Kvaratskhelia. “Tiende a no preocuparse si algo no funciona. No piensa en las consecuencias negativas. Así son muchos atacantes aquí. Son atrevidos. Son audaces. Son un poco anárquicos”.

Y, según Carrasco, vienen más en camino.

El auge

En Batumi, como en toda Georgia, los aficionados al fútbol han seguido el estallido del estrellato de Kvaratskhelia con la misma avidez que lo hicieron cuando fue jugador del Dinamo Batumi durante un periodo breve, en el que vivió en un hotel no lejos del estadio. Ahora, los juegos del Nápoles detienen al país. “Todo el mundo se reúne alrededor de la televisión”, comentó Kobiashvili, quien es uno de los jugadores más condecorados de la historia georgiana. “No puedo recordar nada parecido”.

Sin embargo, Kobiashvili, como Carrasco, no tarda en enfatizar que Kvaratskhelia no está solo. El fútbol georgiano está al alza. Cuando Kobiashvili asumió su cargo como presidente de la federación georgiana de fútbol en 2015, el país estaba languideciendo “más o menos en el lugar 150 de la clasificación de la FIFA”, comentó Kobiashvili. Ahora se encuentra en el 78.

No obstante, su rendimiento en la Liga de Naciones ha sido todavía más impresionante. Georgia ha sido promovida dos veces —al principio, de la división más baja de la competencia a su tercera y luego, este verano, a la segunda— es decir que en la siguiente edición del torneo jugará al mismo nivel que Inglaterra.

“Tenemos varios jugadores talentosos y están contribuyendo de forma colectiva a esta euforia”, opinó Kobiashvili, al señalar, en particular, a Giorgi Mamardashvili, un arquero imponente que ahora brilla en el club Valencia de España, pero pudo haber nombrado a Zuriko Davitashvili, compañero de Kvaratskhelia en el Batumi quien ahora juga en el equipo francés del Burdeos.

El surgimiento no ha pasado desapercibido. Sin embargo, Kvaratskhelia no apareció de la nada: no hay ningún secreto en el fútbol europeo y varios equipos importantes en todo el continente estaban al tanto de sus dotes mientras estaba en Rusia, si no es que antes. La Juventus y el Tottenham lo habían observado. El Nápoles lo había rastreado durante dos años.

“De cierta manera, fue una especie de víctima”, opinó Oleg Yarovinski, gerente general del Rubin Kazan. “Les gustó, pero tal vez no lo necesitaban”. Según Yarovinski, el Rubin Kazan nunca recibió una sola oferta.

Cuando Kvaratskhelia llegó al mercado abierto en marzo, después de que la FIFA les otorgó el derecho a todos los jugadores extranjeros en el fútbol ruso a cancelar de manera unilateral sus contratos, Sagnol, el entrenador de la selección nacional de Georgia, comenzó a trabajar con sus redes de contactos para intentar que Kvaratskhelia llegara a Europa occidental. Sagnol mencionó que en esencia se topó con escepticismo.

“Solo escuchaba que era un futbolista que se cansaba después del minuto 70”, le comentó Sagnol a la estación de radio francesa RMC Sport. “Decían: ‘Sabes, Willy, solo es un georgiano, no es brasileño. Es menos glamuroso’”. Así que Kvaratskhelia regresó a casa, a Batumi, a aguardar su momento.

Es probable que sus sucesores no tengan el mismo problema. El próximo año, Luka Parkadze, un volante de 17 años que pasó por la academia del Dinamo Tbilisi, llegará al Bayern Munich, después de que lo enviaron ahí a realizar una prueba exitosa este año. “No llegan muchos visores a Georgia”, comentó Carrasco. “Así que debemos hacer el esfuerzo para que puedan conocer a nuestros jugadores”.

Carrasco describe a Parkadze como alguien que “va mucho al frente, no tiene miedo, entiende el juego individual, aparece en los partidos importantes”. Suena familiar.

“Hace apenas unos años, los niños en Georgia aspiraban a ser el próximo Lionel Messi, el siguiente Cristiano Ronaldo”, comentó Kobiashvili. “Ahora son Khvicha y Mamardashvili. Han transformado toda la cultura del fútbol en Georgia”.

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