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Leo Beenhakker y su espectacular América que daba golizas, pero al final no ganó nada

América y Leo Beenhakker no pudieron coronarse en una temporada de ensueño (Foto de: REUTERS/Andrew Winning  AW)
América y Leo Beenhakker no pudieron coronarse en una temporada de ensueño (Foto de: REUTERS/Andrew Winning AW)

América siempre ha presumido de tener un enorme poderío económico y prueba de ello son los jugadores y técnicos de talla internacional que han podido llevar a Coapa. El último caso de ellos es Santiago Solari, quien formó parte del Real Madrid “Galáctico” cuando era futbolista y tiempo después también tomó las riendas del equipo. Sin embargo, Solari no ha sido el primer técnico con pasado merengue que ha desfilado en América.

Durante la década de los 90, Emilio Diez Barroso, que ha sido el presidente más exitoso y representativo de las Águilas, se encargó de dar un golpe sobre la mesa: Leo Beenhakker se convirtió en el nuevo estratega del América para la temporada 1994-1995. La revolución de Diez Barroso había iniciado. A las filas americanistas se sumaron Joaquín del Olmo, Raúl Gutiérrez y Jorge Toledano como parte del mercado interno. Pero en cuestión internacional llegó Luis García, Kalusha Bwalya, de Zambia, que llegaba del PSV y venía de hacer buenas temporadas en Europa. Además de ellos, François Omam-Biyik y Jean-Claude Pagal, ambos cameruneses, se sumaron al grupo después de un paso por Francia y partidos con su selección. El carro era completo sumando a Juan Hernández, Adrián Chávez, Edú, Luis Roberto Alves Zague y un novato Cuauhtémoc Blanco.

Desde su llegada, el técnico originario de los Países Bajos sentenció que su América estaría convencido de ser totalmente ofensivo y espectacular. Palabras que endulzaron los oídos de Emilio Azcárraga Milmo, pues si su equipo era espectacular, los negocios serían rentables, principalmente para la televisora de San Ángel.

Pero el nuevo América simplemente no pudo levantar rápido el vuelo. En su primer encuentro de la temporada cayó 0-1 a manos de Atlas, jugando de manera menos esperada. Pero a partir de ese momento, las Águilas comenzaron a sacudir sus alas. Fue en la sexta jornada que el equipo despertó frente a Monarcas Morelia en cancha del Estadio Azteca. Monarcas comenzó ganando el encuentro 2-0 apenas pasados tres minutos. Aunque la debacle americanista parecía inminente, resultaron ser un revulsivo para los de Coapa, pues el encuentro culminó 7-3 a favor de América y con Biyik como autor de cuatro tantos. Quince días más tarde, en el Coloso de Santa Úrsula, América volvió a vapulear a su rival, la Universidad de Tamaulipas con un marcador de 8-1. Era una época de goleada tras goleada.

Una semana más tarde, el Clásico Nacional era la prueba de fuego se presentó para Beenhakker y sus ya conocidas “Águilas Africanas”, pues Kalusha y Biyik se habían convertido en los referentes totales del ataque emplumado. La dupla se convertiría en una de las más recordadas por la afición mexicana por su incesante olfato goleador. Frente a Guadalajara, América inició en desventaja, pero Zague y Cuauhtémoc se hicieron presentes para sentenciar 3-4 el marcador.

El catalizador del holandés ya estaba funcionando. Algunos jugadores tuvieron que rotar de posición y algunos más tuvieron que intensificar su desempeño dentro del campo, lo cual hacía que todos pudieran funcionar a la perfección. En 31 partidos de liga – que estuvieron bajo el cargo del técnico europeo –, América consiguió marcar 74 tantos, de los cuales 30 fueron de Biyik y 23 de Zague. Poniendo marcas que muy pocas veces se habían visto en torneos largos. Pumas y Cruz Azul tampoco se convirtieron en rivales que le pudieran competir al América, que poco a poco fue escalando hasta llegar a la cima de la clasificación. Para ese momento, los azulcremas contaban con la asistencia más alta en su estadio de todos los participantes, nadie quería perderse tal espectáculo.

Los medios de comunicación los colocaban como el equipo favorito para llevarse el título de la temporada, hasta la jornada 31, a cuatro fechas del final del torneo. Joaquín del Olmo tenía diferencias contractuales con Diez Barroso, pues no quería renovar su contrato. Ante dicha acción, Diez le señaló a Beenhakker que el tamaulipeco no debería ser alineado de nuevo, cuestión que al técnico no le importó y terminó por alinear a uno de sus hombres fundamentales. Después de empatar por cuarta ocasión consecutiva en el torneo, la decisión fue tomada: Leo saldría del banquillo azulcrema. Giuseppe Rubulotta, vicepresidente del club, se comunicó con el estratega para notificarle su cese. Hasta ese momento, el balance era de 31 juegos disputados; 18 victorias, nueve empates y cuatro derrotas (45 puntos y una efectividad el 72.5%); 74 goles a favor y 40 en contra.

Sin una explicación y con una afición decepcionada, las altas cúpulas del América pusieron de manera interina a Emilio Ferrara. Sin embargo, el espectacular juego que el equipo desempeñaba parecía haberse ido en las maletas de su ex técnico, pues terminaron por caer derrotados en las semifinales del torneo a manos de Cruz Azul. Fue así que quedó de lado un equipo espectacular que simplemente no pudo ser campeón y agrandó la sequía de títulos hasta 2002.

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