Por qué todos se pelean para pasarle facturas pendientes a LeBron James

LOS ANGELES, CALIFORNIA - DECEMBER 21: LeBron James #6 of the Los Angeles Lakers reacts during the game against the Phoenix Suns at Staples Center on December 21, 2021 in Los Angeles, California. NOTE TO USER: User expressly acknowledges and agrees that, by downloading and/or using this photograph, User is consenting to the terms and conditions of the Getty Images License Agreement. (Photo by Meg Oliphant/Getty Images )
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Los Lakers volvieron a perder, esta vez contra los Phoenix Suns, y, sobre todo, dejaron la imagen de un equipo perdido, menor, lleno de figuras con demasiados años y que ya han dado lo mejor de sí mismos en la NBA. Una franquicia que pide una renovación a gritos y que, tal vez, pueda incluso tener que pelear su puesto en los playoffs de la Conferencia Oeste en las eliminatorias previas, lo que sería un cierto deshonor. Más, teniendo en cuenta que el año pasado ni siquiera fueron capaces de pasar de la primera ronda.

Por supuesto, es el momento de darle tortas a LeBron James. Es un hobby que no se limita a Estados Unidos sino que se extiende por todo el mundo baloncestístico. Atizarle a LeBron James cuando pierde no pasa nunca de moda porque, al fin y al cabo, cualquier deportista en el mundo pierde mucho más de lo que gana. Otra cosa es que se entienda: ¿De dónde viene esta manía a LeBron James? ¿Por qué todo el mundo se empeña en pasarle facturas pendientes cuando van mal dadas y a relativizar sus triunfos cuando llegan?

Vamos, primero, con una de datos, que no vienen mal: no me voy a referir al hecho de que James sea el tercer máximo anotador de la historia de la NBA (el primero en playoffs), que haya sido nombrado cuatro veces MVP de la liga, que haya ganado cuatro anillos con tres equipos distintos o que haya jugado diez finales, ocho de ellas consecutivas. Todo ello son méritos del pasado y, si una de las acusaciones es que "ya está acabado" o, si se quiere, que "ya no es dominante", habrá que juzgarle por su estado actual.

Es indudable que el físico de LeBron James ya no es el de antaño. De ahí que cada vez se lesione con mayor frecuencia. Ahora bien, con casi 37 años (le queda una semana), James promedia esta temporada 26,4 puntos; 6,6 rebotes y 6,5 asistencias. Con él en pista, los Lakers presentan un balance de 11-9. Sin él, están 5-7. Solo hay cinco jugadores -Stephen Curry, Trae Young, Kevin Durant, DeMar De Rozan y Giannis Antetokoumnpo- que promedien más puntos por partido que él. Y eso, insisto, con 37 años. Para hacerse una idea, Michael Jordan volvió por segunda vez a la NBA con 38 y "apenas" promedió 22,9.

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Quizá con este último dato hayamos pinchado donde duele. LeBron James llegó a la liga en 2003, recién salido del instituto. Aún tenía dieciocho años, cuando los Cavaliers le eligieron con el número uno de aquel Draft. Ya antes de eso, justo cuando Jordan se retiraba en los Wizards entre decepciones y dolores de espalda, se hablaba de ese adolescente como "El Elegido", por encima del propio Michael y del que parecía su sucesor natural, Kobe Bryant, que ya por entonces había ganado tres anillos. Toda esa retórica no le ayudó. Hizo que mucha gente le sintiera como una amenaza. "¿Cómo va a ser ese chico mejor que mi jugador favorito?".

Desde el primer día se puso en duda todo lo que LeBron hacía: era todo físico, pero no leía bien el juego. Sí, muchos mates, pero no metía triples. Vale, mete triples, da asistencias, controla el juego con veinte años... pero, ¿cuándo va a sacar a los Cavaliers de la mediocridad? Con 22 años, se plantó en su primera final (la primera, por supuesto, también, para Cleveland) y todavía tuvo que recibir los golpes de turno por perderla ante los legendarios San Antonio Spurs de Duncan, Parker, Ginobili, Horry y compañía... No había manera de que el chico acertara.

Y justo ahí fue cuando cometió el gran error de su carrera mediática: el show que montó para irse de los Cavaliers a los Heat. Si ya caía mal de antes, si ya parecía "demasiado" exuberante -ojo, a Shaq, al principio, le pasaba algo parecido, pero Shaq era TAN simpático que consiguió hacerse querer de todos modos-, esa exhibición de "voy a llevar mi talento a..." mató para siempre su reputación. Dejó el equipo que había apostado por él para irse a uno de los primeros "superequipos" de la década, con Ray Allen, con Chris Bosh, con Dwayne Wade... "Claro, como él no puede ganar solo, quiere que le ganen los anillos los demás".

Esa narrativa ha seguido ahí desde entonces y es la que impregna todo este aluvión cíclico de críticas: da igual la cantidad de canastas decisivas que anote, da igual el título en los Cavs y da igual el título con los Lakers, después de diez años en blanco para la franquicia. Todo el mérito, al parecer, fue de Kyrie Irving y de Anthony Davis, dos jugadores que, sin James al lado, nunca han rendido a un nivel semejante. Si eso pasa cuando las cosas van bien, ¿cómo no van a pasar cuando van mal? Es cierto que James de vez en cuando se excede en sus reivindicaciones personales, pero, ¿quién no lo haría? ¿Por qué no se asume de una vez que es uno de los cinco o diez mejores de la historia, uno de los verdaderos "elegidos", como se vaticinó en su momento y le disfrutamos el tiempo que le quede? Supongo que al final todo se resume en la frase de Wilt Chamberlain: "Nadie apoya a Goliath"... y James, como Wilt, como Jabbar, como Shaq, ha sido el Goliath de nuestra época.

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