El último milagro de Roger Federer: lograr que nos interese la Laver Cup

LONDON, ENGLAND - SEPTEMBER 25: Team World celebrate with the Laver Cup trophy after beating Team Europe 13-8 at The O2 Arena on September 25, 2022 in London, England. (Photo by Frey/TPN/Getty Images)
El capitán del equipo "Resto del mundo", John McEnroe, levanta eufórico la Copa Laver 2022 (Photo by Frey/TPN/Getty Images)

Cinco ediciones hicieron falta para que el equipo "Resto del Mundo" lograra su primera victoria ante Europa en la Laver Cup. Tiene su lógica si se tiene en cuenta que los europeos han ganado los últimos 41 grand slams disputados (desde que Juan Martín del Potro ganara el US Open de 2009) y copan los once primeros puestos del ranking ATP. Ese ha sido, hasta ahora, el gran problema de esta competición: su desigualdad de partida, junto al habitual desprecio que este tipo de "exhibiciones competitivas" siempre ha despertado en el aficionado al tenis.

Sin embargo, este año ha sido distinto y lo ha sido, obviamente, por Roger Federer. El suizo podría haber optado por otro tipo de despedida: en el torneo de Basilea, por ejemplo, también jugando dobles con, pongamos, Stan Wawrinka (si es que se han vuelto a hablar). Sin embargo, optó por la Laver Cup porque es su negocio (es uno de los principales accionistas de la competición) y porque sabía que ahí podía estar rodeado de nombres a la altura de su trayectoria y de paso llevar a todos los rincones un evento que, hasta ahora, había pasado prácticamente desapercibido.

Lo ha logrado. Gracias al atractivo de ese Federer/Nadal del primer día (todos los seguidores de Roger esbozamos una sonrisa irónica cuando vimos que perdía su último partido después de desaprovechar un match point al saque, como si eso ya lo hubiéramos visto antes), los medios de todo el mundo se han hecho eco de la competición y las televisiones han retransmitido sus partidos en 220 países, al nivel de los grandes torneos deportivos. Un exitazo que se vio, además, correspondido con unos partidos vistosos y que nos dicen mucho del futuro del tenis.

Otra cosa es que esto se mantenga, por supuesto. Habrá un año en el que no esté Federer, por razones obvias, pero tampoco estén Nadal ni Djokovic. La Laver Cup paga muy bien (se habla de un fijo de un millón de dólares solo por jugar un fin de semana y en formato reducido), pero el dinero no lo es todo en un calendario tan apretado. ¿Qué sucederá entonces? ¿Se llenarán los estadios para ver a Tiafoe competir con Ruud? ¿Se venderán los derechos de televisión a países que quieran ver si Cameron Norrie es capaz de vencerle esta vez a Taylor Fritz?

GUÍA | Los pasos que tienes que seguir para poder ver un tuit no disponible por tus preferencias de privacidad

Esa, por supuesto, es la gran duda, pero de momento la semilla está plantada y se puede llevar por mil caminos. El propio Tiafoe dio muestra de lo que puede ser esta competición si se lleva al terreno del espectáculo. No solo jugó como los ángeles -lleva meses a un nivel sensacional- sino que involucró al público, desquició a Tsitsipas con sus celebraciones e hizo que, por un momento, nos importara realmente si la copa se la llevaban unos u otros. No quiero pensar lo que podría hacer un Nick Kyrgios en ese contexto.

Liberados de la presión por competir por cosas serias, los tenistas más jóvenes pueden encontrar en la Laver su lugar de esparcimiento, un generador de autoconfianza. Pareció que le iba a pasar a Alexander Zverev cuando ganó el punto decisivo en tres de las ediciones anteriores. Podría pasarle a Tiafoe este año. En cualquier caso, hay que reconocer, primero, que el formato es atractivo: el hecho de que cada día los partidos vayan dando más puntos -uno, el viernes; dos, el sábado; tres, el domingo- hace que la competición siempre llegue abierta al último día sin que los demás encuentros pierdan su trascendencia.

Por otro lado, y a falta de ver la involucración de las nuevas generaciones en el proyecto (los veteranos han demostrado siempre un compromiso en el ánimo a los compañeros en ocasiones un pelín exagerado), lo cierto es que la Laver tiene ante sí un momento muy bonito: en Europa, porque se está produciendo un cambio de guardia y siempre será interesante ver hasta dónde va a llegar. Si en esta edición, el equipo azul perdió, fue, en buena medida, porque renunció a ser competitivo a cambio de honrar su historia: ni Federer, ni Nadal, ni Murray estaban para estas historias. Djokovic se lesionó en el partido más importante.

En los próximos años, veremos ahí a Alcaraz, a Rune, a Ruud, a Sinner, a Musetti... y comprobaremos hasta qué punto son capaces de ilusionarnos o decepcionarnos. Es una buena prueba de toque. Y a la vez esos jugadores serán la referencia para los ilusionantes estadounidenses que no dejan de salir como setas (esta semana, Brandon Nakashima inauguró su palmarés) y para jugadores como el propio Kyrgios o el talentoso Felix Auger-Aliassime, que parece que no consiguen dar el máximo de su potencial en el circuito. Si a eso le unimos el pique heredado de la Ryder entre continentes, bueno, podría ser que al final la Laver tuviera futuro. Y si es así, todos tendremos que recordar 2022 y el milagro de Federer. El último de una larga lista.

Vídeo | Djokovic: "Si Federer considera entrenar, puede ofrecer mucho"

Otras historias que también te pueden interesar: