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Los madridistas que aplaudieron a Kylian Mbappé en el Santiago Bernabéu

Aficionados madridistas durante el último Real Madrid - PSG en el Santiago Bernabéu. Foto: David Ramos/Getty Images
Aficionados madridistas durante el último Real Madrid - PSG en el Santiago Bernabéu. Foto: David Ramos/Getty Images

Nunca una no noticia había hecho tanto ruido. Sobre la no llegada de Kylian Mbappé al Real Madrid ha opinado ya, prácticamente, todo el mundo. Lo ha hecho incluso La Liga en un precedente extraño: ¿se imagina alguien que la propia competición, a través de su presidente, comentase todos los jugadores que no llegan a los diferentes equipos españoles? Hay que reconocer que, en puridad, no se trata de un asunto ordinario. Operaciones que se tuercen, incluso en el último minuto, cuando de verdad todo parecía listo a falta de la rúbrica, hay infinidades. Sin embargo, jugadores que hayan sido aplaudidos por la que en ese momento era la afición rival, ya no tantos.

Durante año y medio, prácticamente, España ha vivido sumergida en una ensoñación colectiva: la de que Mbappé era jugador de facto del Real Madrid. Un madridista putativo. Se martilleó con sus sueños infantiles, la predestinación de las grandes estrellas por jugar en la casa blanca, el número que iba a llevar y la cantidad de camisetas que iba a vender… Tanto que un grupo numeroso de aficionados merengues, cuando el que de verdad es su equipo, el mismo que se ha clasificado para la final de la Champions League y ha ganado la Liga, ya habían pasado de pantalla mentalmente. Ovacionaron al que entonces era su rival. Corearon su nombre antes y después del partido.

Es normal que esa gente, y la que se comportó de forma más comedida pero en su interior albergaban la misma convicción, se sientan ahora despechados. Que en la semana en la que su equipo puede ser campeón de Europa por decimocuarta vez, en lugar de emoción o nervios por el encuentro, lo que estén experimentado es frustración. Que busquen respuestas y, sobre todo, culpables.

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Lo es porque han sido engañados. Así de claro. La idea de que Kylian Mbappé era jugador del Real Madrid no ha sido producto de ningún hechizo de la Bruja Escarlata ni una retorcida versión del efecto Mandela. Su explicación es mucho más terrenal y, por eso mismo, desalentadora. Porque además tiene mucho de intrínseco a nuestra sociedad y, lo que es peor, no se atisba una voluntad de poner remedio.

Muchas miradas se han situado sobre el futbolista. Es el villano perfecto, claro. Primero, porque seguramente no se vaya a defender. Si atendemos a su comportamiento durante todo este largo culebrón, Mbappé apenas ha dicho nada. Ha concedido declaraciones y entrevistas, claro, pero apenas se ha mojado. No se puede rescatar de la hemeroteca una declaración en la que prometa amor eterno al Real Madrid. Ni una sola cita textual que sirva para echársela en cara ahora. No hay un donde dije digo, digo Diego al que agarrarse. Es probable que en privado sí haya habido algo de eso, pero no lo sabemos. Una vez más, en toda esta historia, no se puede dar nada por hecho.

Sobre todo, porque la segunda pata de todo el asunto, la que ha de contar aquello que sus protagonistas no van a decir públicamente, no se ha demostrado fiable. Si alguien ha ayudado a generar este multiverso de la locura en la que ha vivido el aficionado madridista en el último año y medio son los medios de comunicación. Portadas, especiales, horas y horas de programación y wishful thinking sin atisbo de duda… Es tan evidente que se ha fallado como que, hasta la fecha, la autocrítica ha brillado por su ausencia. Auspiciados en que la realidad es cambiante o el supuesto proceder maléfico de Mbappé, nadie se va a responsabilizar de que se haya llegado a extremos tan absurdos como que el Santiago Bernabéu coreé el nombre de un futbolista del PSG.

Porque, al final, lo peor de todo es que da la sensación que, de esta, nadie ha aprendido nada. Bueno, quizá, ya nadie vuelva a aplaudir a un futbolista del equipo rival como si fuese del suyo. A lo mejor, ante próximas noticias fidedignas, en otro ámbito más relevante para nuestra cotidianidad que el deportivo, nadie haga caso y nos preguntemos el por qué.

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