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Khabib Nurmagomedov, la leyenda que dicta el rumbo de la UFC, aún desde el retiro

Khabib Nurmagomedov, reconvertido en entrenador luego de su retiro, guió a Islam Makhachev a la obtención del Campeonato Mundial Ligero de la UFC en los Emiratos Árabes Unidos. (Chris Unger/Zuffa LLC)
Khabib Nurmagomedov, reconvertido en entrenador luego de su retiro, guió a Islam Makhachev a la obtención del Campeonato Mundial Ligero de la UFC en los Emiratos Árabes Unidos. (Chris Unger/Zuffa LLC)

La coronación del ruso Islam Makhachev no habría sido tan especial si no fuera por Khabib Nurmagomedov. La leyenda del octágono, que se retiró invicto en 2020, sigue siendo influyente en las artes marciales mixtas. Entrenó a su compatriota para la pelea en la que conquistó el Campeonato Mundial de Peso Ligero de la UFC, el cetro con el que él alcanzó la inmortalidad tres años antes en la jaula.

El 22 de octubre, Makhachev hizo patente la predicción de Nurmagomedov: se consagró como su sucesor en la división de las 155 libras, aquella que dominó por casi una década. Acabó con las aspiraciones del exmonarca brasileño Charles Oliveira, en menos de dos rounds, quien había asegurado que lo noquearía en los primeros minutos de la batalla.

Finalizado el encuentro, colocó el cinturón en los brazos de Khabib de manera simbólica: por unos segundos, le cedió el título que nunca perdió en un duelo. Lo defendió en tres ocasiones, hasta lo expuso contra Conor McGregor cuando el irlandés se encontraba en su apogeo. Sin embargo, lo dejó vacante una vez que anunció su despedida de la disciplina.

Con 32 años, era el atleta insignia de la UFC; a menudo, catalogado el mejor libra por libra masculino en los rankings oficiales de la compañía. En 2020, mantenía una presea en su poder, acumulaba 28 triunfos al hilo, destrozaba a todo el que tuviera enfrente. El fallecimiento de su padre echó abajo el interés que le restaba por continuar delante de la industria.

Abdulmanap Nurmagomedov no sólo era el coach de lucha más prestigioso de Daguestán, Rusia. Representaba su máxima figura de autoridad en casa y en el combate. Forjó su carácter desde pequeño: declaró que lo hacía pelear en las calles contra jóvenes de tonelaje similar. También, lo instó a aprender judo. Jamás lo abandonó en su ascenso meteórico.

Siempre en la esquina, guió el rumbo como profesional de su hijo. Estuvo ahí en todas sus glorias: durante las noches mágicas donde se tiñó de oro en sambo, grappling y la UFC. Lo acompañó en las artes marciales mixtas por 12 años. Pero murió debido a complicaciones por COVID-19. Entonces, Khabib hizo realidad una promesa que pactó con su madre.

Dado que ya tenía confirmado un choque ante el estadounidense Justin Gaethje, decidió saltar al ruedo por última ocasión. Salió con el brazo en alto, aunque optó por terminar su etapa en la cima, con la marca de 29-0, tal como su padre hubiera querido. Nadie lo despojaría de su estatus de estrella en la historia del deporte, pero la sensación de ingresar a la jaula no era la misma sin el respaldo de su referente.

Khabib junto a su padre, Abdulmanap Nurmagomedov, en 2018. (KIRILL KUDRYAVTSEV/AFP via Getty Images)
Khabib junto a su padre, Abdulmanap Nurmagomedov, en 2018. (KIRILL KUDRYAVTSEV/AFP via Getty Images)

Por sus logros, fue inducido al Salón de la Fama de la UFC. Retos no le han faltado para volver a escena. Un compromiso que lo orille a salir del retiro equivaldría a un pago inigualable para su rival. Nadie ha podido convencerlo. Hace caso omiso de las ofertas, las rechaza de forma tajante; reconoció que su palabra es más fuerte. Confesó que, cada que siente ganas de contender, sacía su ímpetu en el gimnasio.

De ahí que prefirió redefinir su trayecto. Se enfocó en otras facetas: las de empresario y entrenador. Compró a la promotora rusa Gorilla Fighting Championship. Le cambió el nombre a Eagle FC, derivado de su apodo en el octágono. Además, se convirtió en el mentor de Islam Makhachev. Pese a que no son familiares directos, lo arropó como a un hermano.

A lo largo de 20 años, ambos coincidieron en múltiples prácticas dentro de las instalaciones de Abdulmanap Nurmagomedov; su estilo de combate es similar. Privilegiaron los derribos, las sumisiones y la estrategia a ras de lona. Ahora Khabib ejerce la función de su progenitor: orienta el brillo de su pupilo, el encargado de abanderar a la próxima generación de daguestanís.

Javier Méndez, fundador de American Kickboxing Academy, el equipo bajo el que competía, le auguró un buen futuro como instructor. Brian Ortega, peleador de la categoría de peso pluma, le solicitó mediante Twitter que lo preparara. Todos quieren estar del lado de Khabib, el ícono que, aún alejado de las justas, está acostumbrado a dictar las reglas del juego de la UFC.

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