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Kane ha llegado a una encrucijada, y tendrá que tomar una decisión

Tottenham Hotspur's Harry Kane (Photo by Dave Howarth - CameraSport via Getty Images)
Tottenham Hotspur's Harry Kane (Photo by Dave Howarth - CameraSport via Getty Images)

Lo más probable es que Daniel Levy estuviera buscando una onda más halagadora. En algún momento del mes pasado, Levy, presidente del Tottenham Hotspur, les dijo a los estudiantes de la “Cambridge Union” que esperaba que algún día se erigiera una estatua de Harry Kane fuera del estadio del club. Kane es posiblemente el mejor delantero del club y Levy esperaba verlo inmortalizado en bronce.

Levy intentaba ilustrar la magnitud de los logros de Kane, el estatus que ha acumulado en el club que apoyó cuando era niño y que con frecuencia se ha echado al hombro como adulto. Sencillamente fue desafortunado que terminó sonando un poco a chantaje emocional.

Este es un verano crucial para Kane. A finales de junio entrará formalmente en los últimos 12 meses del contrato de seis años que firmó con el Tottenham en vísperas del Mundial de 2018. Pocas semanas después, cumplirá 30 años. Si tiene que dejar a los “Spurs”, entonces es difícil escapar de la impresión de que es ahora o nunca.

A primera vista, la decisión debería ser fácil. Kane es el capitán de la selección de Inglaterra. Solo Alan Shearer y Wayne Rooney han marcado más goles que él en la Liga Premier de Inglaterra, y Kane ya está prácticamente apoyado en el hombro de Rooney, esperando superarlo con rapidez. Kane es el tipo de delantero que encajaría fácilmente en cualquier equipo.

Harry Kane de Tottenham Hotspur  (Photo by Visionhaus/Getty Images)
Harry Kane de Tottenham Hotspur (Photo by Visionhaus/Getty Images)

No habría escasez de clubes dispuestos a asumir su salario relativamente razonable, según los estándares de sus colegas. El Bayern de Múnich, en particular, siempre ha admirado a Kane. El Chelsea podría reunirlo con Mauricio Pochettino. El Manchester United tiene en mente alternativas más jóvenes, pero si resultan inalcanzables y Kane estuviera disponible, no hace falta tener mucha imaginación para sugerir que eso podría cambiar.

Todos y cada uno de sus pretendientes podrían ofrecerle no solo un salario generoso sino también una oportunidad de alcanzar la gloria que hasta el momento le ha eludido. El Bayern sería casi una garantía de trofeos y medallas a montones. El Chelsea, al igual que el Manchester United, ha ganado competiciones en varias ocasiones del pasado reciente básicamente por accidente. El Tottenham, en contraste, puede ofrecerle una estatua.

Todo esto, por supuesto, es un reduccionismo. La salida de Kane de los “Spurs” no sería algo sencillo. No sólo por su sincero y arraigado vínculo con el club, sino por motivos más profesionales y concretos. Permanecer en el Tottenham —o al menos en Inglaterra— casi con seguridad le permitiría a Kane superar a Shearer como el líder goleador de todos los tiempos de la Liga Premier, un honor que puede significar tanto para él como ganar un par de títulos de la Bundesliga. Además, su anhelo por un trofeo bien podría llegar a su fin con Inglaterra en la Eurocopa del próximo año.

Sin embargo, cada vez más, pareciera ser su única opción viable. En 2018, cuando Kane firmó su contrato actual, el club grabó un video corto para anunciar la noticia a los aficionados encantados y aliviados. En este, Kane aparecía en la sala de control del nuevo estadio del Tottenham. Todavía no se había inaugurado. Allí nadie había jugado, marcado, abucheado, ni exigido la dimisión del presidente.

Fue fácil percibirlo como una visión fresca del brillante futuro del Tottenham, un lugar repleto de promesas. Kane, habiendo comprometido lo mejor de su carrera con el club —su club— solo vio el potencial. “Estoy emocionado de seguir en el tren”, dijo, posiblemente malinterpretando el tema del video, “y ver a dónde puede llegar”.

Inicialmente, el proyecto se mantuvo en buen camino. Un año después, los “Spurs” habían llegado a la final de la Liga de Campeones; Kane jugaba en el club de su infancia y engalanaba el escenario más grandioso que puede ofrecer el fútbol europeo. El Tottenham se sintió angustiosamente cerca de convertirse en el miembro final del triunvirato dominante de la Liga Premier, junto con el Manchester City y el Liverpool.

Eso no fue exactamente lo que sucedió.

En el verano en el que Kane firmó su nuevo contrato, mientras Pochettino animaba a Levy a “ser valiente y tomar riesgos”, el Tottenham no fichó ni a un solo jugador nuevo. Al final, esa falta de refuerzos resultó reveladora. La figura de los “Spurs” se desintegró. Pochettino fue despedido, pocos meses después de dirigir el club en el partido más importante de su historia.

José Mourinho lo remplazó. Los resultados mejoraron durante un tiempo y luego empeoraron nuevamente. Fue despedido días antes de una final de copa. El club pasó meses sin entrenador y luego nombró a Nuno Espirito Santo por, bueno, desesperación. No fue un éxito. También se fue.

Antonio Conte se hizo cargo, se quejó mucho y en voz alta sobre tantos temas que se hizo evidente que su verdadera queja era la indignidad de entrenar al Tottenham. En marzo, finalmente logró zafarse del cargo. Su exasistente fue nombrado como remplazo. El hombre a cargo de encontrar su remplazo a largo plazo fue expulsado del fútbol. A los “Spurs” les encajaron cinco goles en 20 minutos en Newcastle.

Se necesitaron años de arduo trabajo, en gran parte de Levy, para convertir al Tottenham en una fuerza notoria en Inglaterra y Europa. Tomó alrededor de dos temporadas para que todo se desmoronara. Una vez más, habrá un nuevo entrenador este verano.

Levy sin duda espera que ese nombramiento sea suficiente para convencer a Kane de que el club va en serio. Sin embargo, para creer eso, el delantero tendría que ignorar todo lo demás que ha visto en los cinco años desde que firmó su contrato. Kane sabe hacia dónde va este tren; o para ser más exactos, hacia dónde no.

Gane u obtenga un rembolso

El hecho de que los jugadores del Tottenham se ofrecieran a rembolsar el precio de las entradas a los aficionados que habían hecho el largo viaje a Newcastle –solo para ver cómo su desdichado y tonto equipo perdía 5-0 tras apenas 21 minutos— es un gesto arraigado en las mejores intenciones.

Lamentablemente, también es un gesto desatinado por completo. Innegablemente para los estándares británicos, Newcastle está muy lejos de Londres. Dependiendo de tu unidad de medida preferida, son 450 kilómetros; tres horas (en el mejor de los casos) y los ahorros de tu vida en tren; o dos semanas y media en automóvil en las carreteras del país obstruidas por el tráfico, llenas de baches y repletas de hoyos.

Si agregamos el precio del boleto, veremos que esos hinchas de los Spurs comprometieron un par de cientos de libras y muchas horas de sus vidas para asistir al partido. Que los jugadores luego ofrecieran lo que debe clasificarse como una de las actuaciones más ineptas de cualquier club en la era de la Liga Premier debe ser irritante hasta el punto de la indignación. Es comprensible que algunos de esos aficionados hayan hecho públicas sus peticiones de obtener un rembolso.

Desafortunadamente, así no funciona el deporte. Un boleto a un evento deportivo no es garantía de satisfacción. Existe la posibilidad, cuando vas a ver jugar a tu equipo o a tu atleta favorito, de que pierda. También hay una pequeña posibilidad de que sean humillados.

Ese es el riesgo que corres. El boleto te da acceso a un evento deportivo, uno en el que el resultado y la naturaleza del mismo son inciertos por definición. Esperar o exigir un estándar mínimo de desempeño o la devolución de tu dinero es no entender el punto de todo la actividad.

Se nos dice con frecuencia que “aficionado” no debería ser sinónimo de cliente. La arraigada lealtad del hincha no debería ser exprimida para obtener ingresos. Pero el vínculo entre el aficionado y el equipo funciona en ambos sentidos. Compras una entrada para un partido para apoyar a tu equipo pase lo que pase. Es un acto de esperanza, no de expectativa.

Esa interpretación se ha marchitado, al menos en parte, por la actitud de los propios clubes; no debería sorprender que los aficionados comiencen a comportarse como clientes cuando son tratados como tales. Los clientes exigen un rembolso cuando sus esperanzas se ven frustradas. En cualquier deporte, eso es solo parte del acuerdo.

c.2023 The New York Times Company

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