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Juan Antonio Pizzi, las cicatrices de un auténtico perdedor

Juan Antonio Pizzi, otro "víctima" del desesperado fútbol argentino
Martin Mejia

Conversa con Luis van Gaal, el técnico que mayores conocimientos técnicos le dejó. Conversa con Bobby Robson, con Luis Enrique, e incluso ha visitado a Jupp Heynckes en su casa en la campiña alemana, cerca de Gelsenkirchen. Carolina habla con frecuencia con Cristina. Carolina es la esposa de Juan Antonio Pizzi y Cristina..., la mujer de Pep Guardiola. Ellas cuidan el vínculo que las agendas de sus maridos no permiten. Pizzi jugó con Guardiola en Barcelona, claro. Y con el brasileño Ronaldo, con Figo, con Stoichkov, con Laurent Blanc, con Rivaldo, Popescu, Amunike, Dugarry, Vítor Baía, Iván de la Peña…, justo cuando la Masía promovía a los chavalitos Xavi y Puyol. No llegó a ser dirigido por Johan Cruyff, pero tuvo trato con él: “Era un tipo que te encandilaba cuando te hablaba. ¡Se ponía a hablar de básquetbol y te hacía pensar que él tenía que irse a dirigir a Los Angeles Lakers! Un hombre muy seductor y muy seguro en sus conversaciones”. Jugó el Mundial de Francia ‘98 con la 9 en la espalda para España, y sumó otros compañeros: Raúl, Hierro, Kiko, Morientes… Le hizo un gol a la Argentina en 1995, y no lo festejó.

Pizzi y algo más de medio año de trabajo en Racing; los fugaces tiempos del fútbol argentino
Mauro Alfieri


Pizzi y algo más de medio año de trabajo en Racing; los fugaces tiempos del fútbol argentino (Mauro Alfieri/)

Conoció al primer José Mourinho, el que era traductor en Barcelona. Es amigo de Jorge Valdano. Jugó la Eurocopa de 1996. Fue el ‘Pichichi’ en la temporada 95/96 con 31 goles, y desde entonces apenas cuatro jugadores superaron esa marca: Messi, Cristiano Ronaldo, Luis Suárez y Forlán. Por esa campaña compartió el Botín de Oro europeo con el inglés Alan Shearer.

Hace más de tres décadas que le falta un riñón: tenía 18 años cuando en la cuarta especial de Rosario Central saltó a cabecear y un golpe del arquero Roberto Bonano derivó en la fractura de una costilla que le fisuró un riñón. Fue sin intención. Cuando andaba por los 20 años, el día que debutó en la primera de Central contra el River, saltó a cabecear, nuevamente, ahora entre el ‘Tano’ Nelson Gutiérrez y Ruggeri…, y esa vez no fue sin querer. En ese instante se terminó el partido para él. Las vueltas del fútbol…, jugó en River, también en Toluca, en Porto, hizo historia en Tenerife y se retiró en Villarreal, que lo había contratado cuando a Martín Palermo se le vino un tapial encima.

El fútbol según Bielsa: un libro desde el corazón del vestuario de Leeds

Debutó como técnico en Colón y lo echaron a los tres partidos. Tardó en afirmarse en la profesión, empezó de nuevo en el pequeño club peruano Universidad de San Martín. Dirigió en seis países, en tres continentes. Ganó la Copa América para Chile en 2016 y condujo a Arabia Saudita en el Mundial de Rusia 2018. Fue campeón con la Católica, con San Lorenzo y se acaba de marchar de Racing. Es hincha del ‘Sabalero’, pero sus mayores alegrías y tristezas en el fútbol están ligadas a Rosario Central: la clasificación a las semifinales de la Copa Libertadores en 2001, y el ascenso que quedó atragantado en 2012.

Cree que Fernando Redondo está entre los tres o cuatro mejores jugadores argentinos de la historia, junto con Maradona, Kempes y Messi. ¿Messi? Trabajaba en las inferiores de Barcelona cuando le dijeron que fuera a ver a un pibito que les llamaba la atención a todos en el club.

A los 53 años, Pizzi es un abuelo joven. Su padre se llamaba Antonio; él, Juan Antonio; su hijo, Nicolás Antonio…, y hace tres años llegó el nieto Antonio, solo, a secas. Conoce la crueldad del fútbol. Lo difamaron. Montaron operaciones en su contra con la servil complicidad de propaladores mediáticos. Sembraron un tembladeral alrededor suyo desde la mismísima comisión directiva de Racing. No dejó de creer, hasta que se volvió imposible. La estaba pasando muy mal.

Volverá a intentarlo en un tiempo, en algún lugar. Porque desde siempre transmite confianza, superación. El ‘Mono’ Poletti, ese amigo de ‘Juanchi’ de toda la vida, compañeros del departamento de la calle Catamarca 1587 cuando vivieron juntos en Rosario, es ahora el director del Hospital José María Cullen, de Santa Fe. Un lugar de cotidiano esfuerzo y dolor en tiempos de pandemia. Cuando el doctor Poletti necesita fortalecer el espíritu y renovar el aliento de su plantel de médicos, intensivistas y enfermeros, organiza un Zoom: del otro lado de la pantalla aparece Pizzi. Ahora desempleado, un perdedor. Claro.