Jorge Valdano demuestra que algunos madridistas se equivocan odiándole

MADRID, SPAIN - MAY 31:  Real Madrid's new coach Jose Mourinho (L) and Jorge Valdano, general director of Real Madrid, pose during a press conference at Estadio Santiago Bernabeu on May 31, 2010 in Madrid, Spain.  (Photo by Angel Martinez/Getty Images)
Photo by Angel Martinez/Getty Images

En la magnífica entrevista que publica esta semana el semanario madridista "La galerna" con Jorge Valdano, hay una anécdota que resume perfectamente la relación del ex jugador, entrenador y directivo merengue con la afición de su club. En el Trofeo Santiago Bernabéu del año 1985, cuenta Valdano, las gradas estaban de uñas con él porque su presencia como extranjero en el club había implicado la marcha de Uli Stielike, un ídolo de entreguerras. Valdano ya llevaba varios años en España y empezaba su segunda temporada en el Madrid. De hecho, la marcha de Stielike venía provocada por el fichaje de Hugo Sánchez, pero eso no pareció importarle al aficionado, que la tomó con él.

Según Valdano, el público empezó a gritar "Uli, Uli" cuando empezó a calentar y cuando saltó a la cancha. Ni siquiera tuvo un momento de empatía cuando casi se deja la cara para marcar el 4-2 definitivo. Todos los aplausos fueron para el pasador: Emilio Butragueño. Esa anécdota, en principio banal, sobre un partido de pretemporada, puede extrapolarse a muchísimos momentos de la relación entre Valdano y el club de su vida. Protegido siempre por la prensa, gracias a su facilidad de palabra y su capacidad de análisis, Valdano ha tenido enormes problemas para llegar al corazón de muchos madridistas sin que se entienda muy bien por qué.

De Valdano siempre se ha dicho que es tibio, que es un "filósofo", que no siente del todo los colores, que no se emociona, no grita, no saca listas con errores arbitrales contra su equipo. No es un apasionado y gusta demasiado de poner distancia, incluso presume de ello. Esas son cualidades que quizá se valoraron en algún momento pero que en la concepción "chiringuítica" del fútbol de hoy en día no tienen cabida para demasiados aficionados, que solo creen en el "conmigo o contra mí" mourinhista, que ven el fútbol como una guerra y que acusan de desertor a cualquiera que cuestione mínimamente el relato bélico.

Él mismo lo sabe y lo asume y está todo bien, puede vivir con ello, pero se nota que le duele. En la entrevista, rodeado de madridistas, hay un punto de nostalgia y de justificación. De "¿por qué no me queréis tal y como soy?", incluso de "¿por qué preferís al otro?", siendo "el otro", por supuesto, José Mourinho, quien, en la práctica, consiguió la cabeza del argentino en una bandeja de plata cuando ambos coincidieron en el Real Madrid al principio de la segunda etapa de Florentino Pérez como presidente.

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Y, a la vez, la entrevista, la charla, el propio devenir de Valdano a lo largo de los últimos treinta y siete años, desde su fichaje proveniente del Zaragoza, es una demostración de madridismo inteligente. Una demostración de amor sensato a su club. No un amor tóxico, sino un amor jovial, divertido, entusiasmado. No el amor de quien grita y amenaza sino el de quien comprende y se corrige. Valdano ganó dos ligas y dos Copas de la UEFA como jugador, añadió otra liga como entrenador y participó en la consecución de la novena Copa de Europa desde los despachos.

En un club que presume de ser el más laureado de la historia, que, como dijo en su momento su presidente, entiende que "el modelo es ganar", lo que debería contar al analizar el madridismo de Valdano es su persistencia a la hora de intentar que su equipo gane todo lo posible. No sus comentarios acerca de tal tarjeta o tal penalti, no su admiración puntual al contrario cuando el contrario lo merece. Valdano no es Roncero, obviamente. Valdano admite los matices y los matices le acaban matando, porque siempre va a haber alguien que crea que matizar es una traición.

No es este un problema exclusivo del madridismo, ni mucho menos. Valdano es un tipo condenado a caer mal a determinado tipo de aficionado, sea del club que sea. Le pasaba lo mismo a Guardiola cuando jugaba en el Barcelona, antes de ganar sextetes. Le pasa incluso ahora que lleva casi diez años fuera del club y, sí, ha dejado muchos seguidores excesivos, pero también muchos enemigos dispuestos a pasarle factura a la mínima. Valdano hizo la apuesta por caer bien a todo el mundo y consiguió no caer bien a los que más le importaban. O no a todos, al menos.

Leer la entrevista entera, comprobar su madridismo y su manera de encajar las críticas, en un medio, digámoslo así, poco "templado", es una gozada y debería reconciliarle de alguna manera ante los ojos de mourinhistas y similares. No sé si lo hará, porque hay religiones que se construyen a partir de un enemigo y Valdano está en la diana de muchas tribus. Sería bonito, en cualquier caso, porque, desde fuera, al menos, da la sensación de que Valdano se lo merece. Y que parte del desencuentro tiene que ver, precisamente con que, desde fuera, Valdano, como Raúl, como Casillas, sea admirado. Compartir nunca es fácil. Pero es necesario.

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