Por qué no somos moralmente superiores a los golfistas del circuito saudí

BROOKLINE, MASSACHUSETTS - JUNE 13: Phil Mickelson of the United States arrives in a golf cart to a press conference prior to the 2022 U.S. Open at The Country Club on June 13, 2022 in Brookline, Massachusetts. (Photo by Rob Carr/Getty Images)
Phil Mickelson, recién llegado del torneo LIV de Londres para disputar el US Open (Photo by Rob Carr/Getty Images)

Hay muchos motivos para no jugar en el circuito LIV golf, la multimillonaria alternativa saudí al PGA Tour y al Circuito Europeo. La mayoría los enunció ayer mismo, en vísperas del US Open, nuestro compatriota Jon Rahm: la tradición, el prestigio, la lucha contra los mejores, la sensación de estar haciendo historia en cada campo donde compitieron los Arnold Palmer, Jack Nicklaus, Gary Player, Tiger Woods y compañía. Los motivos deportivos son evidentes. Otra cosa es que la prensa se haya lanzado inmediatamente al maniqueísmo moral, algo que en deporte suele ser (desgraciadamente, tal vez) algo ridículo.

El LIV está patrocinado por un fondo de inversión saudí que no tiene problema en gastarse lo que haga falta. En la pachanga que se disputó este fin de semana en Londres, el ganador -el sudafricano Carl Schwartzel- se llevó cuatro millones de dólares. Por comparar, Colin Morikawa, vencedor del Open Británico de 2021 se llevó dos millones por su victoria. La diferencia de dinero es abismal, eso está claro, y es lógico que solo eso ya sea tentador. A los que dicen "es que se van por dinero", habrá que decirles "sí, claro, es que es muchísimo".

A la espera de concretar si los "rebeldes" del circuito saudí podrán disputar los cuatro grandes, que es lo que al fin y al cabo cuenta a estas alturas de la mayoría de sus carreras (de momento sí pueden), la acusación de querer ganar mucho dinero con un deporte resulta absurda a estas alturas de la película. Sí, en el deporte actual se mueven unas cantidades de dinero ridículas... y sí, casi siempre vienen del mismo lado: jeques, estados o similares que se aburren y quieren comprarse un deporte como el que se compra un yate. Ahí viene de verdad el chaparrón moral... que también merece muchos matices

En la rueda de prensa previa al torneo de Londres, la prensa machacó a Ian Poulter y Lee Westwood, dos golfistas británicos habituales de las Ryder Cup de los últimos veinte años. Dos leyendas del circuito europeo, vaya. No solo les acusaron de peseteros sino de connivencia con regímenes asesinos. "Si Putin montara un circuito paralelo, ¿también jugaríais allí?", les preguntaban inquisitorialmente. "¿Habríais jugado en la Sudáfrica del apartheid?", continuaron ante los balbuceos de los jugadores, cuyo sentimiento de culpabilidad era demasiado evidente.

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Ahora bien, ¿cuántos de esos mismos periodistas que se erigían en portadores de la llama de la moral estarán el próximo invierno en Qatar cubriendo el Mundial de fútbol y mirando hacia otro lado cuando detengan homosexuales en su cara o les amonesten por sus "conductas cariñosas"? ¿Cuántos estuvieron en el pasado Mundial de Rusia, cuando la guerra del Donbás ya llevaba cuatro años de recorrido? ¿Cuántos en los Juegos de Sochi o en los de Pekín? ¿Cuántos en los torneos de tenis de Dubai o de Shanghai?

¿Cuántos de los periodistas y de los aficionados que se llevan ahora las manos a la cabeza con estas connivencias de deportistas con regímenes oscuros, totalitarios y asesinos ven bien que la Supercopa de España se dispute en Arabia o que un miembro de la familia real de ese país compre el Newcastle? ¿Tiene grados la connivencia? ¿Son también culpables los seguidores del Newcastle o la Premier League en total de los valores de odio y la financiación del terrorismo que durante años se ha cocido en los países árabes? Convendría saberlo antes de rasgarse las vestiduras.

En el colmo del absurdo, una asociación vinculada a las víctimas del 11S publicó una carta abierta culpando abiertamente a Phil Mickelson y Dustin Johnson de ser cómplices de los autores de los atentados contra las Torres Gemelas. El dolor de las víctimas siempre es comprensible y respetable, pero en el momento en el que ese dolor se convierte en noticia es porque hay una voluntad del periodismo de universalizar ese dolor, de "objetivizarlo", por decirlo de alguna manera.

Insisto, es absurdo. Ojalá el deporte profesional no dependiera de los petrodólares, ni los saudíes, ni los cataríes, ni los de los Emiratos, ni los de Rusia. Ojalá. Pero estamos viendo por todos lados que no es así... y nos lo estamos comiendo con patatas. ¿Alguien se cree que no vamos a ver el Mundial de Qatar? ¿Vamos a apagar la televisión y negarnos a ver ningún partido, incluso si nos van diciendo "oye, qué bien va España, no"? Mentira podrida. Lo veremos. Y veremos el torneo de tenis de Dubai si juegan Alcaraz o Nadal. Y veremos la Premier League. Y nos tragaremos cualquier eliminatoria de los nuestros contra el PSG. Y si ponen otros Juegos en China, pues lo mismo. No, no somos mejores que ellos. Es más, a ellos, por lo menos, les pagan. Muchísimo, ya ha quedado claro.

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