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Independiente gana, pierde, se mueve en la incertidumbre y vive en arenas movedizas

Esta vez es un festejo, frente a Boca; otra vez una derrota ilógica; Independiente va y viene, no sólo en el Torneo 2021, sino también en su día por día como club.
LA NACION/Mauro Alfieri

Desde hace ya mucho tiempo Independiente tiene edificada su realidad sobre arenas movedizas. Tan habituado está al tembladeral –futbolístico, institucional, judicial– que nada parece inquietarle, para bien ni para mal. Ya puede darle una alegría a su sufrida hinchada en un clásico contra Boca como perder frente a rivales en apariencia más accesibles, como Aldosivi y Central Córdoba; mostrar una imagen casi indolente como contra Newell’s y apretar los dientes como ocurrió ante el equipo de Sebastián Battaglia, que nada altera lo sustancial: la incertidumbre gobierna todos y cada uno de sus actos.

En la cancha, porque el equipo en ningún caso entrega una imagen sólida. Sus evidentes falencias de funcionamiento, sea cual sea el resultado parcial, lo dejan siempre a expensas de aciertos y errores, propios o ajenos, arbitrajes incluidos. Fuera del campo, porque la mezcla de dificultades económicas, juicios, embargos, inhibiciones, conflictos en la barra brava y la proximidad de las elecciones (el 19 de diciembre) cuelga un gigantesco signo de interrogación en torno al futuro a corto y mediano plazos.

Silvio Romero, ante Izquierdoz
LA NACION/Mauro Alfieri


Silvio Romero, ante Izquierdoz (LA NACION/Mauro Alfieri/)

“Queríamos ganar, por nosotros y para regalarle un triunfo a la gente”, señaló el capitán Silvio Romero minutos después del 1-0 en Avellaneda. “Somos los mismos que hicieron grandes partidos en la primera mitad del campeonato, pero a veces no nos salen bien las cosas”, sostuvo Domingo Blanco, que fue de lo mejorcito en una noche de más fricción que juego.

El rendimiento del Rojo no mejoró mucho respecto a anteriores presentaciones, aunque es verdad que el aliento que bajaba de las colmadas tribunas le insufló una marcha más al equipo. El cabezazo del uruguayo Carlos Benavídez, titular gracias a la ausencia por sanción de Lucas Romero, hizo que esta vez la moneda saliera de cara y todos recuperaran la ilusión por clasificarse para la Copa Libertadores 2022, algo que pareció esfumarse tras la caída frente a Central Córdoba del sábado pasado.

Vaticinar quiénes protagonizarían esos anhelados partidos de Copa el año próximo ya es una cuestión muy diferente. “A mí me gustaría seguir y me veo entrenando el año que viene, pero no sé dónde”, había dicho Julio César Falcioni antes del encuentro en Santiago del Estero. Por su parte, los jugadores repiten sin dudar que ése es el objetivo en las fechas que quedan y que no vale la pena lamentarse por las oportunidades desperdiciadas –”perdimos puntos que deberíamos haber ganado”, admitió Sebastián Sosa, otro de buena tarea ante Boca–. Pero mientras tanto, nadie conoce a ciencia cierta su destino de dentro de apenas un mes y medio.

El 31 de diciembre es en ese sentido una fecha límite. Porque caducarán varios contratos, como el de Falcioni y el préstamo del arquero Sebastián Sosa; porque se abrirá la opción de negociación para quienes tienen su vínculo fechado al 30 de junio, tal el caso de Fabricio Bustos, y porque por entonces ya se sabrá quién será el encargado de dirigir los destinos del club en los siguientes cuatro años. Si se trata de Hugo Moyano, que continúa sin oficializar su candidatura, al menos se espera que mantenga su puesto Daniel Montenegro, recién llegado al cargo de secretario o asesor deportivo. Si el ganador son Fabián Doman o Claudio Rudecindo, los oponentes a la actual conducción, es fácil suponer que Rolfi tendrá un paso breve por la entidad.

Con la victoria sobre Boca en la despedida del Libertadores de América (a partir del próximo partido el estadio hará justicia con Ricardo Enrique Bochini y llevará su nombre), Independiente retomó el impulso. Le quedan tres finales –contra Banfield, San Lorenzo y Talleres– para subirse al último vagón de la Copa Libertadores, o al menos aferrarse al premio consuelo de la Sudamericana. En su caso, todo pronóstico resulta casi una adivinanza. Es lo que sucede cuando la vida transcurre sobre unas eternas arenas movedizas.