Lo imaginó, lo creyó, y ahora está a un paso de ser una estrella de la NBA

Mark Williams posa junto a algunos aficionados en la Universidad Duke en Durham, Carolina del Norte, el 4 de marzo de 2022. (Al Drago/The New York Times)
Mark Williams posa junto a algunos aficionados en la Universidad Duke en Durham, Carolina del Norte, el 4 de marzo de 2022. (Al Drago/The New York Times)

MIAMI— El ejercicio del entrenamiento lleva el nombre de LeBron James. A la mayoría de las personas les iría mejor si se lo dejaran a él.

Debes driblar un balón mientras recorres a toda velocidad la cancha entera. Volcarla. Tomar el rebote. Sin tiempo para recuperar el aliento, debes darte la vuelta y hacerlo de nuevo.

Diez veces.

¿Es esta la manera de pasar una mañana en Miami?

Un jueves reciente, Mark Williams ingresó a un gimnasio techado ubicado junto a la bulliciosa Interestatal 95 en el vecindario Overtown, en Miami. Las luces brillantes del gimnasio eran un sustituto mediocre del cielo soleado en South Beach, donde podría haber estado en ese momento. Pero cuando estás buscando llegar a la NBA, algunas cosas tienen que esperar.

Williams se sentó en la primera fila de las gradas de la cancha y se cambió sus sandalias por unas llamativas zapatillas Nike: un poco de azul, un estallido púrpura, mucho naranja neón. Se amarró los cordones de los zapatos y se dirigió a una sala de video, deslizando su humanidad de 2,18 metros de altura por la puerta. Williams, de 20 años, es lo suficientemente alto como para tocar un aro de baloncesto poniéndose de puntillas.

Allí se unió a un puñado de aspirantes a la NBA para ver un video de hace varios años de un entrenamiento previo al draft de la estrella de los Heat de Miami, Bam Adebayo. ¿El mensaje? Si bien en el video Adebayo, quien durante su carrera en la NBA ha sido seleccionado al Juego de las Estrellas y al mejor equipo defensivo de la liga, no metió todos sus tiros, su energía nunca flaqueó.

Mark Williams toma un descanso de los ejercicios de entrenamiento en Miami Hoop School, un gimnasio ubicado en el vecindario Overtown de Miami, el jueves 26 de mayo de 2022. (Mary Beth Koeth/The New York Times)
Mark Williams toma un descanso de los ejercicios de entrenamiento en Miami Hoop School, un gimnasio ubicado en el vecindario Overtown de Miami, el jueves 26 de mayo de 2022. (Mary Beth Koeth/The New York Times)

Williams entendió el mensaje.

Línea de fondo, carrera, volcada. Línea de fondo, carrera, volcada. Su camiseta y shorts negros no lo mostraban, pero su rostro no podía ocultar el sudor. El ejercicio LeBron James pareció agotarlo. Pero a Williams le quedaba suficiente energía como para mostrar parte del asombroso atletismo que lo tiene perfilado como una posible selección de primera ronda del draft. Parado en la línea de fondo, saltó, rotó la pelota bajo sus piernas y la volcó con fuerza en el aro.

En la generación previa, los prospectos de la NBA estaban en gran medida por su cuenta tras declararse para el draft o al agotar su elegibilidad universitaria. Sus agentes programaban entrenamientos con los equipos antes del draft, y los jugadores, a menudo solos, viajaban en avión para esa visita. No pensaban en modificar su dieta ni se preocupaban sobre cómo responder las preguntas del personal de la NBA. Por lo general entrenaban para las audiciones más importantes de sus vidas metiéndose en cualquier juego improvisado que pudieran encontrar.

Pero los mejores jugadores en la generación de Williams tienen poco tiempo libre mientras se balancean en la brecha entre la infancia y la adultez, y el amateurismo y la NBA. Pasan sus jueves entrenando. Los lunes y los viernes también están en el gimnasio. Los aspirantes que firman con el mismo agente —en el caso de Williams, Jeff Schwartz de Excel Sports Management— pueden convertirse en un equipo propio. Pueden vivir juntos, asistir a entrenamientos, sesiones de recuperación y capacitación en medios, todo con el objetivo de prepararse para esas audiciones trascendentales y la complicada vida que le espera a una estrella de la NBA.

‘Lugares que la gente no puede ver’

Williams creció en Norfolk, Virginia, y es el menor de tres hijos. Su madre, Margaret, fue enfermera y su padre, Alex, es gastroenterólogo. Mark fue a un campamento de golf cuando era niño. Jugó tenis durante todo un verano. Dominó el fútbol bandera durante un tiempo. Pero ningún deporte atraía su imaginación como lo hacía el baloncesto.

Mark tenía casi 10 años y ya alcanzaba una altura de 1,80 metros cuando comenzó a seguir los pasos de su hermana mayor Elizabeth, quien a los 17 años era una estrella del baloncesto en Virginia. Elizabeth entrenaba con Nadine Domond, exjugadora de la WNBA, quien es asistente del equipo de baloncesto femenil de Rutgers. Domond complacía al curioso hermano menor, y lo dejaba practicar el bloqueo de oponentes, así como su juego de pies en la pintura.

“Me la pasaba por allí, observando, y ella me enseñaba a veces pequeños consejos y trucos”, contó Mark Williams.

Williams comenzó a imaginar su propio futuro en el baloncesto cuando asistió al McDonald’s All American Game para los mejores jugadores de bachillerato, en Chicago, en 2011. Elizabeth Williams había sido seleccionada para el equipo femenil.

Mark Williams inspeccionó a los altos y jóvenes jugadores del equipo masculino y le pidió a uno de ellos —el futuro ocho veces seleccionado al Juego de las Estrellas de la NBA, Anthony Davis— que le firmara su balón. Consideró el camino que estaban tomando jugadores como Davis hacia la NBA. Era lo que él también quería hacer.

Elizabeth imaginaba que su hermano sería alto. Ella mide 1,90 metros y tienen un par de tíos que miden cerca de 2,05 metros. Pero Mark no tuvo simplemente un estirón: en realidad nunca paró de crecer.

“Me gusta ser alto”, afirmó Mark Williams. “Es genial. Tienes la oportunidad de ver sobre todas las cosas, lugares que la gente no puede ver”.

Una estrella de baloncesto en ascenso necesita tener ese tipo de visión, física y metafóricamente. Williams logró ser seleccionado para el McDonald’s All-American al igual que su hermana —aunque la pandemia del coronavirus obligó a cancelar el juego— y eligió jugar baloncesto en Duke, como su hermana. La camiseta de Elizabeth, con el número 1, fue retirada en el Cameron Indoor Stadium luego de que las Sun de Connecticut se la llevaran en la cuarta selección del draft de la WNBA de 2015. En la actualidad está en su octava temporada en la WNBA, la primera de ellas con las Mystics de Washington.

Mark también tiene la vista fija en ese tipo de trayectoria profesional. Pero los demás no siempre ven lo que nosotros vemos.

En su segundo año mostró dominio como protector del aro y reboteador y adquirió mayor confianza con cada juego. Para el momento en que Carolina del Norte había superado a Duke en una memorable participación en la Final Four a principios de abril, Williams tenía tiempo con la certeza de que su destino era la NBA. “Durante todo el año realmente sentí que podía jugar a nivel profesional”, afirmó Williams.

‘Marcando la pauta’

Las voces de Kanye West, Drake y DJ Khaled resonaban en los parlantes de Core Fitness Miami, pero Williams estaba enfocado en Andy Luaces.

Luaces es el dueño del gimnasio ubicado en Northeast 25th Street en el vecindario Edgewater de Miami. Está al lado de un bar de jugos y está revestido con camisetas enmarcadas de algunos de los atletas profesionales que Luaces ha entrenado, como Terry Rozier y John Wall. El lugar tiene césped artificial, hileras de pesas y ningún espacio para perder el tiempo.

“Si permito que la gente comience a hacer repeticiones a media máquina, estaría marcando la pauta de que en este gimnasio la calidad no importa”, sentenció Luaces.

Con un sándwich de bagel y un batido en el estómago, Williams estaba allí junto a otros cuatro prospectos de la NBA para un entrenamiento vespertino, tras los ejercicios matutinos en el gimnasio de Overtown, a varios kilómetros al sur.

Williams lanzó una pelota de fútbol americano de un lado a otro con Ousmane Dieng, un prospecto francés que jugó para los Breakers de Nueva Zelanda, un equipo masculino profesional con sede en Auckland. Luaces reunió a Williams, Dieng y otros tres para lo que denominó un “entrenamiento para sentirse bien”. Durante la siguiente hora, el grupo hizo varios ejercicios enfocados en sus glúteos y músculos isquiotibiales.

Prepararse para la NBA implica mucho levantamiento de pesas y baloncesto, pero hay más. Hay que aprender a encontrar tiempo para el equilibrio (Williams y los aspirantes se tomaron unas horas para ir a la playa) y decidir cómo diseñar una imagen. Williams eligió su traje para la noche del draft a principios de esa semana, y sopesó cuán llamativo quería verse y cuáles accesorios vestir. El día anterior fue a un partido de las finales de la Conferencia Este entre los Celtics de Boston y los Heat, en el centro de Miami.

“Vi a A-Rod en el juego de anoche”, le dijo Williams a Luaces, refiriéndose a la exestrella de los Yankees de Nueva York, Alex Rodríguez.

Durante el juego, algunos aficionados le pidieron a Williams que se tomara selfis con ellos. Su altura siempre lo ha hecho notorio, pero además siempre ha tenido una sonrisa fácil. Ahora su nombre también destaca, en especial tras la participación en la Final Four. Williams espera poder despertar en los niños parte de la misma inspiración que su reunión con Davis en 2011 despertó en él.

‘Algo que nunca experimenté antes’

Williams regresó al gimnasio de Overtown para otra hora de lanzamientos y así cerrar las sesiones del día. El entrenamiento final fue más corto y flexible, y estuvo diseñado para desarrollar un ritmo de tiro y confianza al ver la pelota entrar repetidas veces en el aro.

Andrew Moran, un entrenador de habilidades que trabaja con Williams, siente que el prospecto es más que un volcador y protector del aro, y afirmó que los equipos de la NBA se van a sorprender con la fluidez y precisión de su tiro exterior.

Hace diez años, un pívot de 2,18 metros no necesitaba pasar meses entrenando lanzamientos de triples. Pero ahora las exigencias son diferentes. Los mejores hombres grandes también son tiradores —Nikola Jokic, Giannis Antetokounmpo, Karl-Anthony Towns— por lo que los prospectos buscan tener también ese atributo.

Mark Williams está listo. Ya puede imaginárselo. “Me veo bien con mi traje, y cuando Adam Silver diga mi nombre, será una experiencia surrealista”, afirmó Williams, refiriéndose al comisionado de la NBA. “Será… no sé. Ni siquiera puedo expresar en palabras ese sentimiento. Simplemente será algo que nunca experimenté antes. Un momento que cambiará mi vida”.

La mayoría de las noches, Williams se pregunta si tuvo un buen día antes de dormir. En poco tiempo, estará viviendo su sueño.

© 2022 The New York Times Company