Iga Swiatek, el milagro que necesitaba la WTA entre tanta lágrima

Tennis - WTA 1000 - Italian Open - Foro Italico, Rome, Italy - May 12, 2022 Poland's Iga Swiatek during her second round match against Belarus' Victoria Azarenka REUTERS/Guglielmo Mangiapane
Iga Swiatek, durante su partido de segunda ronda del reciente Abierto de Roma (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

La historia de Iga Swiatek no es muy diferente de la mayoría de jóvenes campeonas de grand slam en los últimos años: a los diecinueve, en su segunda temporada en la élite profesional, la jugadora polaca se impuso a Sofia Kenin en el Roland Garros de la pandemia, aquella desangelada edición en pleno otoño, con las gradas vacías y los tenistas jugando con manga larga. Después, llegaron el exceso de presión, las exigencias, las molestias indefinidas y la incapacidad para repetir una actuación digna del talento mostrado durante dos semanas en París.

A lo largo de 2021, Swiatek solo fue capaz de ganar dos torneos WTA y saldó los cuatro grandes apenas con unos cuartos de final (precisamente en Francia). Las renuncias a última hora le permitieron jugar las Finales de ese año, pese a acabar fuera de las ocho primeras del mundo. No llegó muy lejos: tras perder con Sabalenka y Sakkari, la polaca acabó eliminada en la ronda de grupos. Una nueva decepción en una carrera que parecía abocada a la irregularidad, como la de la mayoría de sus compañeras.

En un momento crítico para la WTA, en el que buena parte de las jugadoras de élite parecen al borde del ataque de nervios, superadas por la presión y algo parecido a la angustia, sin nadie que sea capaz de tomar el toro por los cuernos y liderar el circuito, pocos confiaban ya en Swiatek como estrella del futuro. Mucho menos como dominadora. En Melbourne, este mismo mes de enero, llegó a semifinales, pero cayó sorprendentemente ante Danielle Collins en el primer partido mínimamente serio que le deparó el cuadro. Podría haber sido el final de su historia, pero sin embargo fue el principio.

La campeona de ese torneo, Ashleigh Barty, anunció su retirada pocas semanas después. A sus 25 años, Barty era lo más parecido a la regularidad que había en el tenis femenino. Eso, por fuera. Por dentro, estaba deseando marcharse de ahí cuanto antes. Como Naomi Osaka. Como Bianca Andreescu. Como, en ocasiones, Paula Badosa o Garbiñe Muguruza. Eran los tiempos en los que Sabalenka y Azarenka se ponían a llorar en la pista o en los que Raducanu se conformaba con "perder todos los partidos" si eso la ayudaba a recuperarse. El tenis femenino se desmoronaba. Sorprendentemente, ha sido Swiatek la que ha acudido al rescate.

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Es cierto que la ausencia de dominadores le da emoción a cualquier deporte. También es cierto que la falta de jerarquías resta mérito a las victorias. El tenis femenino lleva desde 2017, cuando Serena Williams ganó su último grand slam y a continuación se quedó embarazada, teniendo que ausentarse más de un año de las pistas, sin una referencia. Osaka pudo serlo, pero la presión la superó. Lo mismo se puede decir con Barty... y en cualquier caso, ninguna de ellas tenían ese halo de las Williams, Hingis, Seles o Graf. Ese aire de invencibilidad en cualquier partido de cualquier torneo.

Las grandes campeonas y sus grandes historias arrastran publicidad, atención mediática, aficionados y dinero. Justo lo que necesita la WTA en este momento de zozobra. Swiatek está en medio de una racha de victorias absolutamente increíble y nada apunta a que se vaya a frenar a corto plazo: ha ganado sus últimos cinco torneos disputados, para un total de 26 victorias consecutivas (más dos en la Billy Jean King Cup), en las que ha cedido cinco sets, a set por torneo ganado... de media. Tras ganar en Doha, Indian Wells, Miami y Sttutgart, tuvo que descansar en Madrid. El descanso le vino tan bien que acaba de imponerse en Roma cediendo tan solo veintiún juegos en cinco partidos.

Swiatek, por supuesto, es la gran referencia femenina de cara al próximo Roland Garros. Por primera vez en mucho tiempo, tenemos una número uno fiable, contundente y que servirá de vara de medir para todas sus rivales. Ganar a la número uno ya no se verá como una señal de debilidad ajena sino de mérito propio. Tal vez, esa misma ausencia de responsabilidad para sus rivales las haga dar un paso adelante en su juego. No es normal que se junte una generación con tantas lagunas en su juego y con esa imagen constante, agónica casi, de no querer estar ahí.

La WTA necesita otra cosa, como la necesitaba la ATP con Alcaraz: alguien joven, que disfruta jugando, que gana y da espectáculo... y que no se anda con excusas. En la edad de oro de las quejas constantes, Swiatek y el murciano son la promesa de un nuevo futuro. Esperemos que nada se tuerza por el camino y, de momento, disfrutemos de la oportunidad que nos brindan ambos.

Vídeo | Swiatek consigue un nuevo título y suma 28 partidos sin derrotas

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