Hurling Club rebosa de identidad verde: Irlanda brilla a nivel mundial y sus raíces laten en Argentina

El "verde irlandés" viste todas y cada una de las actividades en el Hurling Club
El "verde irlandés" viste todas y cada una de las actividades en el Hurling Club

Irlanda vive un momento de esplendor en el rugby: primera en el ranking mundial, líder invicta en el 6 Naciones, vencedora en el último año de todos los grandes y candidata a pelear por el título en la Copa del Mundo que comenzará en septiembre. Una parte vital del territorio de Irlanda en la Argentina también está de fiesta: su club símbolo, un especie de “litlle Ireland”, el Hurling Club, acaba de traspasar su primer siglo de vida . Allí, en las instalaciones ubicadas en Hurlingham, en el oeste del conurbano bonaerense, se preservan como en ningún otro lado las raíces irlandesas. Una historia lo certifica: en 2012, el aún presidente de la República de Irlanda, Michael Higgings, pasó una tarde en el Hurling Club durante una visita protocolar al país. Después de ver el pub, el salón principal, los deportes gaélicos y de recorrer el verde como común dominador, dijo que nunca se había sentido tan en Irlanda fuera de Irlanda.

Producto de la hambruna, en 1845 comenzaron las emigraciones masivas de irlandeses, que optaron mayoritariamente por cuatro destinos: Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. El quinto, y el único sin idioma inglés, fue la Argentina, que todavía es el lugar con más descendientes irlandeses fuera de países anglosajones. El origen del Hurling Club viene de agosto de 1922, cuando los inmigrantes de la llamada Isla Esmeralda crearon la Federación Argentina de Hurling, un deporte típico de Irlanda que se estima que tiene más de 3000 años de existencia y que se juega con un palo (hurley), muy parecido al del hockey, y una pelota (silotar) que puede alcanzar más de 100 km/h.

Podría ser el Trébol irlandés... pero es el equipo de rugby de Hurling
Podría ser el Trébol irlandés... pero es el equipo de rugby de Hurling

Cuando la práctica del hurling empezó a mermar, el club incorporó a un deporte casi mellizo: el hockey sobre césped. En 1941 llegó el rugby. Al año siguiente Hurling jugó su primer partido. Fue ante Lomas, uno de los fundadores de la UAR. El 25 de mayo de 1948, el club inauguró el campo que hoy tiene en Hurlingham. En ese predio, además del pub y del salón, tiene dos canchas de rugby y dos de césped sintético para el hockey, que es el deporte que más títulos le ha dado al club. En un anexo que se ubica a 400 metros y que se les terminó de ceder el año pasado, se agregan otras dos canchas de rugby y una de fútbol gaélico, que por reglamento tiene 150 metros de largo.

Autoridades de Hurling: el presidente anterior, Andrés Quinn, y el actual, Gastón López Soler
Autoridades de Hurling: el presidente anterior, Andrés Quinn, y el actual, Gastón López Soler

A lo largo de este siglo, todos los presidentes tuvieron apellidos irlandeses. El del centenario fue Andrés “Nechi” Quinn. La lista exhibe Ballesty, Robertson, O’Reilly, Fleming, Duggan, Fitzpatrick, McAllister, Wade, Kenny, Fox, Brady, Ganly, entre otros. El actual, Gastón López Soler, es el que rompió la tradición. “Sí, soy el primero”, afirma. Y agrega: “Si bien en el club hay muchos de los 1700 socios que no somos descendientes de irlandeses, el objetivo de Hurling es mantener las raíces irlandesas. Jugamos los deportes gaélicos, festejamos San Patricio, nuestra camiseta es verde con el escudo del trébol, nuestras giras son a Irlanda, tenemos relación directa con la embajada y –se ríe– hasta hinchamos al rugby por Irlanda cuando no juega contra los Pumas”.

El clásico de rugby es barrial. Con Curupaytí son partidos aparte. Y en la zona también reside Hurlingham Club, un reducto inglés puro, con canchas de polo, de golf y de tenis de césped, donde se entrenaba Guillermo Vilas antes de ir a Wimbledon. “Está la rivalidad histórica con los ingleses, pero muchos de nuestros socios tienen un vínculo estrecho”.

La historia de Hurling Club, en un libro
La historia de Hurling Club, en un libro

En “De cómo los irlandeses salvaron la civilización” (un didáctico libro de 216 páginas), Thomas Cahill escribe: “Mientras el Imperio Romano caía y por toda Europa se quemaban libros, los irlandeses, que apenas aprendían a leer y a escribir, se dedicaron al arduo trabajo de copiar toda la literatura de Occidente”. Entre los festejos por los 100 años, el Hurling Club publicó un fabuloso y lujoso libro –editado por Nicolás Games y con la redacción de Lucrecia Bibini y Joaquín Sánchez– que retrata la historia no sólo del club, sino de los irlandeses en la Argentina. El libro, claro, rebosa de verde.