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Cada tuit de Gerard Piqué sirve para olvidar en qué posición va el Barça

BARCELONA, SPAIN - NOVEMBER 23: Gerard Pique of FC Barcelona reacts during the UEFA Champions League group E match between FC Barcelona and SL Benfica at Camp Nou on November 23, 2021 in Barcelona, Spain. (Photo by Pedro Salado/Quality Sport Images/Getty Images)
Photo by Pedro Salado/Quality Sport Images/Getty Images

Que a Piqué le gusta meterse en charcos lo sabemos desde hace mucho tiempo. No solo eso, sino que se lo toma con bastante deportividad y normalmente lo hace con una intención provocadora que no va más allá del vacile. Que si el Madrid roba mucho. Que si tal compañero no sé qué. En fin, frases sueltas que te imaginas que las ha tuiteado con una sonrisa en la boca y esperando con la mirada fija en el móvil a ver quién contesta, cuánta gente se indigna y qué reacción causa en los llamados medios tradicionales, siempre ávidos de declaraciones, especialmente si avivan alguna polémica.

Ahora bien, en las últimas semanas, vemos a un Piqué algo más agrio. Más enfadado. Más Twitter, vaya. Primero, se enfrentó -al principio con ironía, luego menos- con Toni Freixa, uno de los herederos del rosellismo. Luego, se cabreó muchísimo -y probablemente con razón- con Lluís Canut por filtrar el supuesto sueldo que cobraba en el Barcelona y nos regaló a todos un pantallazo de su media nómina por valor de más de dos millones de euros. Lo mismo eso podría haberlo hablado directamente con el periodista o el medio que anunció la noticia en vez de pasarnos por las narices la transferencia de marras, pero, bueno, ya intuíamos todos que, Piqué, poco, no cobra.

Días más tarde, se puso a ver el Real Madrid-Valencia y no le gustó un penalti que le pitaron al Madrid. Menos mal que no le pitan demasiados en liga, por qué si no... Cuando vio que el Valencia se quejaba desde su cuenta oficial -con más ironía también de la que captaron los medios y muchos aficionados- del arbitraje, ahí fue Piqué a entrar también al trapo para apuntar tratos de favor. Su último enfrentamiento -todo esto en dos semanas- ha venido con Unai Emery, aunque ahí hay que decir que la responsabilidad es compartida y que estamos ante un enfrentamiento público ridículo: el entrenador del Villarreal, en la rueda de prensa de otro partido, le afeó que criticara un penalti cuando él había cometido hace un mes uno que no le pitaron.

La verdad es que aquello fue surrealista. En Twitter, uno se espera cualquier cosa, pero que en la rueda de prensa de un Villarreal-Atlético de Madrid, un entrenador se dedique a comentar un tuit de un jugador del Barcelona y aproveche para quejarse de una jugada de hace no sé cuántas jornadas roza el esperpento. Por supuesto, Piqué acudió inmediatamente al quite, subió la apuesta, y le recordó a Emery cuando se quejaba del arbitraje del 6-1 del Barcelona al PSG en 2017. Muy buen rollo, vaya.

El caso es que, con cada tuit de Piqué, con cada pantallazo de nómina, con cada bronca con Emery... incluso con cada anuncio de Laporta de que Haaland está un poquito más cerca, un poquito más lejos, un poquito quién sabe, se va consiguiendo dar tiempo a Xavi Hernández. No se encuentra otra explicación. El otro día, José Bordalás, entrenador del Valencia, fue un poco cruel -o un poco torpe en su discurso- al decir que "al Barcelona no le daba con Xavi" para comentar el fichaje de Ferran Torres. Yo creo que el trabajo de Xavi está siendo bueno, pero, efectivamente, si se esperaba un milagro a lo Guardiola, no se está dando. Entre otras cosas porque el "esto es lo que hay" de Koeman todavía se aplica: el lateral derecho tiene treinta y ocho años, el mediocampista de referencia es menor de edad y el delantero centro es Luuk de Jong.

En fin, eso es otro debate... y quizá porque es otro debate, y habría que hablar sobre qué se está haciendo bien y qué se está haciendo mal y por qué el Barça sigue fuera de puestos de Champions mientras prepara una eliminatoria de dieciseisavos de final de la Europa League, es mejor hacer todo el ruido posible en otra dirección. Nadie ha comentado nada en estos días sobre el empate del Granada en el descuento. Nada sobre la nula presencia en área contraria del equipo ni sobre la torpeza de Gavi ni sobre cómo reculó el Barcelona, una vez más, para guardar un resultado que se le volvió a escapar.

Lo dicho, hemos hablado de nóminas, de Emery y de Haaland, pero no de fútbol. Con cada tuit de Piqué, sea para consumo interno o externo, nos olvidamos de que el barco del Barça va enderezando el rumbo, pero sigue lejos de la costa. No solo es que el ganador de ocho ligas entre 2009 y 2019 vaya a encadenar su tercer año sin acercarse al título. No solo es que el Madrid se haya escapado a diecisiete puntos (con un partido más, eso sí). Es que el Barcelona va sexto, solo un punto por delante del todopoderoso Rayo Vallecano. Es que el Sevilla está a doce puntos. Es que, de veinte partidos, el Barcelona ha ganado ocho.

Por supuesto, vendrán tiempos mejores y es posible que vengan pronto. Puede que Piqué esté muy enfadado o puede, simplemente, que esté calculando cómo puede distraer la atención y quitarle presión a sus compañeros. Puede que, como Michael Corleone en "El Padrino II", en el fondo, le estén obligando a pelear en el barro cuando él preferiría echar otra partida al League of Legends. Supongo que siempre se corre el riesgo de convertirse en un guiñol de uno mismo, con tanta sobreexposición, pero si Piqué se siente cómodo, nadie tiene por qué decirle qué hacer y qué no. Otra cosa es que cada vez parezca más alejado del fútbol como tal. Y que eso nos dé pena, claro. Más en tiempos de crisis.

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