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Garbiñe Muguruza está "segura", sus aficionados, de los nervios

Garbiñe Muguruza se lamenta tras un error en el partido de primera ronda de Roland Garros ante Kaia Kanepi. (Photo by Tim Clayton/Corbis via Getty Images)
Garbiñe Muguruza se lamenta tras un error en el partido de primera ronda de Roland Garros ante Kaia Kanepi. (Photo by Tim Clayton/Corbis via Getty Images)

El final de temporada de Garbiñe Muguruza lo prometía todo. A los 28 años, en el contexto de un circuito -por entonces- sin dominadora clara, número tres del mundo y campeona de las WTA Finals, Muguruza parecía haber encontrado por fin la tranquilidad con Conchita Martínez y estaba dispuesta a afrontar los mejores años en la carrera profesional de cualquier deportista desde la serenidad, la calma y la regularidad que a menudo han faltado en su carrera... una carrera, por otro lado, de la que muy pocas tenistas de su generación han disfrutado.

Sin embargo, todo se ha torcido. Y como suele pasar con Garbiñe, se ha torcido a lo grande, sin términos medios. Desde enero, Muguruza ha disputado nueve torneos. Solo ha llegado a cuartos de final en dos de ellos. El resto han sido derrotas en primera o, como mucho, en segunda ronda. Eso, ya de por sí, es preocupante, pero casi más preocupante es el análisis de cómo se han producido esas derrotas, por lo menos las últimas. Si la tenista española siempre ha tenido el sambenito de "cabecita loca", incapaz de mantener el mismo ritmo durante todo un partido y con abundantes desconexiones mentales, el pasado reciente no hace sino dar la razón a sus críticos.

En París, perdió ante la siempre correosa Kaia Kanepi después de ir ganando 6-2, 3-1. Exactamente el mismo marcador que desaprovechó ante la italiana Trevisan en el modesto torneo de Rabat. La semana anterior había perdido en Roma contra Yulia Putintseva tras adelantarse 6-3, 5-3 y sacar por el partido. El patrón es evidente: Garbiñe juega bien, hace su partido, se muestra superior ante rivales que no están entre las mejores del mundo... y al primer contratiempo, se viene abajo. A veces con más estrépito y a veces con menos.

Con todo, no sé si es peor eso o las derrotas en Madrid ante Kalinina (6-3, 6-0) o en Doha ante Ostapenko (6-2, 6-2). No sé si es peor que Garbiñe luche hasta cierto punto y luego claramente "pechee" o si es peor que ni se presente al partido y no dé ni una desde el primer momento. Probablemente, todos pensábamos que en Roland Garros la cosa sería distinta porque Garbiñe es tenista de grandes escenarios... pero nos hemos encontrado con la misma jugadora del resto del año, con una inconsistencia realmente preocupante.

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Tal vez la diferencia con respecto a crisis anteriores sea su reacción pública. Muguruza nos ha dejado momentos muy cercanos a la autodestrucción a lo largo de su carrera: enfados públicos, momentos de ira y desprecio poco disimulados y la sensación de que esa chica no quería estar ahí bajo ningún concepto, algo que, ya hemos comentado, se repite cada vez más en el circuito femenino por razones que se nos escapan. Esta vez, sin embargo, al menos eso sí ha sido diferente.

Muguruza atendió a los medios después del partido y aun reconociendo estar pasando por un momento "duro", quiso ser optimista por encima de todo. Toca pensar en el siguiente torneo, hay que seguir trabajando y un esperanzador "estoy al 100% segura de que voy a empezar a conseguir esas victorias que ahora se me están escapando". Tal vez ahí se vea la influencia de Conchita Martínez por encima de otros entrenadores más temperamentales, como Sam Sumyk, con el que parecía vivir siempre al borde del ataque de nervios.

Puede, simplemente, que Garbiñe haya llegado a ese momento de su carrera en el que sepa que le queda una bala, quizá dos, y eso sea todo. Que no merece tampoco la pena tomarse el resto muy en serio. Pese a que la irrupción de Swiatek complica las cosas a sus rivales, seguimos hablando de un circuito en el que dos buenas semanas te dan opciones aunque vengas incluso de la qualy, como le pasó a Raducanu en el US Open. A Muguruza no le vamos a pedir que luche en el torneo de Rabat porque ya nos dejó claro ella misma en su momento que eso no iba con ella... y sabemos que, si no se ve al cien por cien, tiene muy difícil sacar los partidos con cabeza y resistencia, sea el torneo que sea.

Ahora bien, por muy de los nervios que nos ponga -y nos pone-, seguimos hablando de una jugadora con un talento fuera de lo común. Campeona de Wimbledon, de Roland Garros, de las WTA Finals y número uno del mundo. Finalista en Australia, también, cuando todos la daban por acabada en 2020. Bueno, vamos a esperar. Si ella tiene paciencia y seguridad, hagamos el esfuerzo de tenerlas nosotros también. Lo mismo llega Wimbledon y la historia cambie. Sinceramente, en la WTA, descartar ese tipo de resurrecciones es algo temerario.

Vídeo |Muguruza, tras la derrota: "No estoy desanimada"

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