Las futbolistas estadounidenses ganaron su lucha por la paridad salarial y sus rivales han tomado nota

LONDRES— Las mejores jugadoras de fútbol femenil del mundo lo saben: siempre hay algo que soportar. Instalaciones de segunda. Liderazgos fallidos. La persistente lucha por la igualdad de oportunidades. La glacial batalla por la paridad salarial.

Apenas la semana pasada, un informe detallado que reveló abusos sistemáticos dentro del fútbol femenil estadounidense dejó a las jugadoras devastadas, aunque no sorprendidas.

“Es triste decirlo, pero en cierto modo creo que estamos acostumbradas a tener que lidiar con una cosa u otra”, afirmó la delantera estadounidense Megan Rapinoe sobre los hallazgos del informe antes de que su equipo jugara contra Inglaterra el viernes. “Eso pareciera unirnos más”.

Es ese sentido de lucha colectiva lo que ha impulsado repetidas veces a la selección femenina de Estados Unidos en sus batallas con la Federación de Fútbol de Estados Unidos (también conocida como U. S. Soccer). Eso es lo que también las ha convertido en líderes para las colegas y rivales en todo el mundo, jugadoras y equipos con sus propios problemas, sus propias prioridades y sus propios objetivos dentro y fuera del campo.

Por ejemplo, las jugadoras de Inglaterra declararon esta semana que usarán su próximo partido para crear conciencia sobre una campaña para que las niñas tengan igualdad de acceso al fútbol en los colegios. En España, la selección que saldrá a la cancha para enfrentar a Estados Unidos el martes no contará con 15 jugadoras clave que han sido exiliadas por exigir que su federación atienda las preocupaciones referentes al director técnico del equipo.

Y en Canadá, la selección femenina —el rival regional más importante de Estados Unidos y una de las principales contendientes para ganar la Copa Mundial femenina del próximo verano— le ha dado un ultimátum a su federación: ha afirmado que no aceptará ningún nuevo contrato que no garantice la paridad salarial entre hombres y mujeres.

“Mucho de esto tiene que ver con el respeto y el ser vista y valorada por lo que le estamos proporcionando a nuestras federaciones”, afirmó la capitana estadounidense Becky Sauerbrunn en una entrevista reciente sobre la campaña de paridad salarial realizada por su equipo. “Hacemos la misma labor que los hombres. Jugamos en las mismas canchas. Viajamos, entrenamos, jugamos partidos, por lo general la misma cantidad, quizás más. ¿Por qué les pagarían más que a nosotras?”.

El mes pasado, en Washington, Sauerbrunn se sentó en una mesa junto a varias compañeras de equipo tras un partido y firmó el acuerdo de paridad salarial. Para ella, fue un momento que valió la pena disfrutar.

“Lo que es es tan frustrante para nosotras a veces”, dijo acerca de ese momento de triunfo y celebración, “es que sentimos que esto debió haberse dado hace mucho tiempo”.

Es un problema que un número cada vez mayor de federaciones continúan trabajando para abordar, ya sea a través de acuerdos proactivos o tras la presión de sus jugadoras. Desde 2017, cuando la federación de Noruega se convirtió en la primera en anunciar un acuerdo de paridad salarial entre sus selecciones nacionales, una gran cantidad de naciones han seguido su ejemplo, incluidas las federaciones de Nueva Zelanda, Brasil, Australia, Inglaterra, Irlanda y —apenas este verano— España y los Países Bajos.

Sin embargo, casi todos esos acuerdos solapan la definición de paridad salarial al ofrecer a jugadores masculinos y femeninas igualdad de bonos en partidos, pero solo porcentajes equivalentes de los premios en metálico ampliamente distintos que ofrece la FIFA en competiciones como la Copa del Mundo. La bolsa de premios para el torneo masculino en Catar del próximo mes será de 440 millones de dólares, múltiples veces más de lo que tendrán disponible las mujeres en su próximo campeonato.

El nuevo acuerdo de U. S. Soccer es diferente: a los equipos estadounidenses se les pagará lo mismo, dólar por dólar, por competir por su país, porque acordaron juntar el dinero de los premios de las dos Copas Mundiales. Durante la vigencia del acuerdo se espera que millones de dólares que habrían ido a los hombres en años previos vayan ahora hacia la selección femenina.

Las jugadoras de otros países aún tienen mucho camino por recorrer. Pero han estado tomando notas.

En junio, la selección canadiense femenina se rebeló contra su federación —a poco más de un año de la próxima Copa del Mundo— en búsqueda de la paridad salarial.

“La selección nacional femenina no considera los porcentajes igualitarios de la FIFA entre nuestros respectivos equipos como paridad salarial”, declararon sus jugadoras en una carta abierta en la que la selección notificó su plan de seguir el ejemplo del equipo femenino de Estados Unidos.

La selección, afirmaron las jugadoras canadienses, “no aceptará ningún acuerdo que no garantice la paridad salarial”.

Ese espíritu de igualdad de remuneración y de oportunidades se está propagando.

“Las generaciones más jóvenes ahora tendrán la convicción de que todos deben tener las mismas oportunidades”, afirmó Vivianne Miedema, la estrella del Arsenal y de la selección de los Países Bajos, quien trabajó con su federación y junto a sus compañeras de equipo neerlandesas para conseguir su acuerdo de paridad salarial.

“No es solo una cuestión monetaria”, agregó Miedema. “Es un movimiento que se ha creado. Realmente no creo que las mujeres y los hombres deban ser tratados de manera diferente”.

Sin embargo, junto al progreso en el deporte femenino (asistencias récord a los estadios, niveles de audiencia televisiva sin precedentes, salarios récord y tarifas de transferencias cada vez mayores) las fuertes desigualdades que las jugadoras continúan enfrentando quedaron en evidencia. El escándalo sobre los abusos, documentado con terribles detalles en un informe de la exfuncionaria del Departamento de Justicia Sally Yates la semana pasada, fue solo el ejemplo más reciente.

En una entrevista realizada antes de la publicación del informe de Yates, Miedema sugirió que la supervisión era tan importante como el salario y otras condiciones laborales. Pero el problema de la enorme brecha en los premios en metálico era demasiado grande y generalizado, afirmó, como para dejar que las federaciones individuales lo resolvieran.

“Creo que eso es un asunto que debe ser gestionado por la FIFA y la UEFA”, afirmó, refiriéndose al órgano rector del fútbol europeo.

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