Haaland y Núñez redefinen el nuevo concepto de un número 9 en el fútbol

En esta foto publicada el 13 de junio de 2022, el Manchester City presenta al nuevo fichaje Erling Haaland en la Manchester City Football Academy en Manchester, Inglaterra. (Foto: Lynne Cameron - Manchester City/Manchester City FC a través de Getty Images)
En esta foto publicada el 13 de junio de 2022, el Manchester City presenta al nuevo fichaje Erling Haaland en la Manchester City Football Academy en Manchester, Inglaterra. (Foto: Lynne Cameron - Manchester City/Manchester City FC a través de Getty Images)

Erling Haaland tardó un par de segundos en darse cuenta de que algo había cambiado. A finales del mes pasado, Haaland, un delantero noruego, estaba dentro del Instituto de Salud y Rendimiento de Mánchester, donde con calma y paciencia pasó por la gran cantidad de pasos monótonos del examen médico que fueron parte de su traspaso al Manchester City.

En cierto momento, a Haaland, desnudo salvo un par de calzones, le pidieron que respirara profundo y se quedara de pie totalmente quieto, para que el club pudiera tener una lectura precisa de su altura. Hizo lo que le dijeron. “Bien, 1,952 metros”, dijo el médico que lo guio a través del examen, mientras anotaba la cifra en una hoja de papel.

Haaland pensó que eso no era correcto. Todo mundo conoce su propia estatura. Revisó lo que había registrado el doctor. Ahí estaba la respuesta de nuevo: 1,952. “Vaya”, dijo Haaland, en un tono que dejaba ver una satisfacción genuina consigo mismo. “He crecido. Casi un centímetro”. Y uno significativo también: con esos pocos milímetros adicionales, Haaland había atravesado un umbral. Esa era su estatura oficial a la edad de 21 años.

El tamaño es importante cuando se trata de Haaland. Con esto no quiero aminorar la abundante variedad de sus otras cualidades como delantero —su capacidad técnica, sus movimientos, su inteligencia, su capacidad para botarse muy abajo y construir jugadas, la potencia y la precisión de su toque final con ambos pies— ni es algo que exista aislado.

En esta foto publicada el 13 de junio de 2022, el Manchester City presenta al nuevo fichaje Erling Haaland en la Manchester City Football Academy en Manchester, Inglaterra. (Foto: Tom Flathers/Manchester City FC a través de Getty Images)
En esta foto publicada el 13 de junio de 2022, el Manchester City presenta al nuevo fichaje Erling Haaland en la Manchester City Football Academy en Manchester, Inglaterra. (Foto: Tom Flathers/Manchester City FC a través de Getty Images)

De hecho, al ver a Haaland en persona, lo que destaca primero es su velocidad. Haaland es rápido. Acelera casi en un instante y luego consume el terreno que tiene enfrente, su zancada es larga y elegante. Tan solo después de un tiempo es posible percatarse de que esa velocidad es tan impactante porque es inesperada, porque la produce un hombre de esa complexión.

Tampoco es por encasillar al tipo de jugador que es ni por ponderar cómo encajará en el estilo de juego delicado e intrincado que predica Pep Guardiola en el Manchester City. Haaland no fue comprado como una especie de ariete. Es mucho más que un centro delantero al que se le envían pases largos. Es solo que, a primera vista, esa es su complexión.

A un nivel muy básico, Haaland es grande, sin duda. Es especialmente grande en contexto. En estos días, el fútbol de élite está poblado de figuras delgadas, casi élficas. Haaland le saca una cabeza a la mayoría de los delanteros. Supera en estatura a la mayoría de los laterales y volantes. Tiene una altura aérea superior a la de los mediocampistas centrales. Incluso podría encontrar un poco diminutos a la mayoría de los defensas centrales.

Darwin Núñez, el delantero uruguayo que Jürgen Klopp sumó a las filas del Liverpool esta semana, es similar. No es tan alto —tan solo 1,85 metros, a menos que, como Haaland todavía le falte por crecer—, pero posee un perfil similar. Se abre mucho para encontrar espacio, en vez de quedarse en el centro. Acelera rápido. Se mueve con inteligencia.

El uruguayo Darwin Núñez del Benfica de Portugal celebra marcar un gol en la Champions League. (Foto: Action Images via Reuters/Matthew Childs)
El uruguayo Darwin Núñez del Benfica de Portugal celebra marcar un gol en la Champions League. (Foto: Action Images via Reuters/Matthew Childs)

Sin embargo, como lo hizo notar Kloop, también es “poderoso”. En estos últimos años, la línea delantera del Liverpool ha estado construida alrededor de tres jugadores —Sadio Mané, Roberto Firmino, Mohamed Salah—, quienes coinciden con el modelo aceptado de los delanteros modernos. Son ágiles, veloces, con una técnica impecable. Sin embargo, a ninguno se le podría describir como “poderoso”, no en el sentido en el que Núñez es poderoso.

Klopp sí tenía una opción más robusta a su disposición, en la forma de Divock Origi, cuando sentía que era necesario, como cuando requirió de un gol en la final de la Liga de Campeones o frente al Everton. No obstante, Origi era considerado más un agente del caos que otra cosa; se le desplegaba casi de manera exclusiva como un Plan B. Al igual que Guardiola, Klopp parecía haber dejado atrás la idea del delantero al que se le podía llamar “tradicional”.

Es significativo el hecho de que este verano ambos hayan comprometido proporciones considerables de sus presupuestos de transferencias a darle vuelta a ese modelo. Las explicaciones pueden ser de una claridad inquietante. El City crea una plétora de oportunidades en cada uno de sus partidos; sumar a Haaland es una manera infalible de garantizar que más de ellas se conviertan en goles. El Liverpool tiene, en Andy Robertson y Trent Alexander-Arnold, una línea de abastecimiento aéreo preciso. Tiene sentido explotarla.

O tal vez es la insinuación de un cambio que tiene consecuencias fuera del aire enrarecido de los mejores dos equipos de la Liga Premier. Durante la última década, los delanteros —los rematadores purasangres— se han vuelto poco comunes, evanescentes. Entre la generación que representan Robert Lewandowski, Karim Benzema, Sergio Agüero y Luis Suárez —todos de más de 30 años— y la que encabezan Kylian Mbappé, Haaland y, posiblemente, Núñez, el número 9 casi se ha extinguido.

Es verdad, ha habido oasis ocasionales en el desierto: Harry Kane, un capullo tardío en el Tottenham Hotspur, y Romelu Lukaku, quien floreció tan temprano en Bélgica que, a pesar de ser cinco años menor que Suárez, ambos debutaron en 2011 en la Liga Premier.

Romelu Lukaku del Chelsea celebra después de marcar un gol. (Foto: REUTERS/Tony Obrien)
Romelu Lukaku del Chelsea celebra después de marcar un gol. (Foto: REUTERS/Tony Obrien)

Sin embargo, como regla, el viaje del fútbol durante los últimos diez años se ha alejado de los delanteros a los que se les podría dar el término de puntos de fuga. Más bien, la tendencia ha sido diseñar líneas de ataque más fluidas, más dinámicas, construir alrededor de jugadores que puedan andar a la deriva, deambular y transformar, según la situación: una generación encapsulada por generalistas, como Mané, Neymar y Raheem Sterling, en vez de especialistas.

Lo más probable es que no haya una sola explicación de por qué se da esto. En parte, puede ser filosófica: Guardiola, en particular, fue el pionero de una estrategia en la que un nueve fijo era opcional y un enfoque aéreo era considerado poco sofisticado, mientras que la escuela alemana que produjo a Klopp priorizaba un dinamismo de los jugadores en la presión. El resto del deporte les copió.

Lo que han detectado Guardiola y Klopp es una ventaja competitiva. Tan solo un puñado de equipos posee un centro delantero potente de alta calidad. Tan solo uno o dos pueden presumir a uno que no este ya en el otoño de su carrera. Quizá ese es el siguiente paso en la evolución de los estilos relacionados, pero distintivos, que han creado ambos entrenadores: la readaptación de viejas virtudes al nuevo juego.

A su vez, esto tendrá un efecto profundo en la cantera incesante del fútbol. Si la percepción es que los centrodelanteros del estilo de Haaland y Núñez están de moda otra vez; entonces, producirlos tendrá valor: si bien tal vez no son los delanteros de antaño, sin duda, sí son una versión moderna, futbolistas capaces de encajar en sistemas complejos de presión alta, pero que también, en un sentido muy básico, muy real, son muy grandes. El tamaño importa una vez más. El número 9 podría tener otro día más bajo el sol.

VIDEO: Núñez vs. Haaland, la nueva rivalidad de la Premier League