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Por qué el fútbol de Brasil está cada vez más lejos y puede estarlo mucho más

Dudu, de Palmeiras, pelea por la pelota con José Welison, durante el partido entre Flamengo y Palmeiras
Miguel Schincariol

“Ni bien llegué a San Pablo me midieron, me pesaron, me armaron un plan de entrenamiento. Ya en ese entonces trabajaban distinto: acá en Uruguay venía de correr alrededor de la plaza”, dice Diego Lugano en una de sus intervenciones en el 5to Congreso Internacional del Deporte en Montevideo. El título de su panel es “Por qué Brasil es la cuna del talento mundial”.

Cuando Lugano dice “en ese entonces” habla de 2003 . Ya llevaba cuatro temporadas como profesional. El ex defensor de la selección uruguaya consolidó su carrera en el club brasileño con el que ganó en 2005 la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes contra Liverpool. Lugano se retiró en San Pablo en 2017 y asumió tareas de gestión en el club paulista hasta comienzos de 2021.

Brasil es un territorio futbolístico que sin pausa se desprende del resto de los países de Conmebol. Ocasionalmente puede haber partidos en los que los clubes argentinos puedan “darles pelea”, “jugarles de igual a igual” y hasta ganarle a los brasileños, pero cualquier indicador muestra que los equipos de Brasil están a otra escala. Las dos finales de Copa Sudamericana y Copa Libertadores fueron la puesta en escena deportiva de una hegemonía que se visualiza en la gestión, las finanzas, el poderío comercial y los resultados futbolísticos.

Según datos de Sports Value, compañía brasileña especializada en marketing deportivo y sponsorización, los clubes del top 20 de Brasil facturaron en conjunto 1.500 millones de dólares en diciembre de 2019, previo a la pandemia. Eso representa el 80 por ciento de todos los clubes de un país que tiene la dimensión de un continente y que cuenta con 168 clubes de fútbol profesionales . Por impacto económico, el Brasileirao se ubicó siempre como la primera liga detrás del Big 5 de Europa y a gran distancia de las ligas de México, Colombia y Argentina.

Las diferencias podrían ser todavía más grandes si los clubes brasileños toman la decisión conjunta de separarse de la CBF y lanzar una superliga profesional -a más tardar en 2023- tal como hizo y deshizo la Argentina en 2016. Un fondo de inversión norteamericano ofreció mil millones de dólares para armar la nueva estructura y comprar el 20 por ciento de ese nuevo negocio que, estiman, sería de 5 mil millones de dólares anuales . Los clubes mantendrían sus acuerdos de TV domésticos con Globo hasta 2024 y luego abrirían un nuevo ciclo de venta de derechos.

“Atlético Paranaense es un ejemplo hoy: viene acá y se cansa de ganarnos. No hablamos de uno de los clubes más grandes, pero gestionan bien, es un club moderno, con instalaciones de lujo. No es solamente talento de los jugadores, es saber bien qué se quiere”, dijo Sebastian Abreu, sentado al lado de Lugano, al explicar por qué Brasil toma tanta ventaja. Paranaense, campeón de la Copa Sudamericana en 2018 y 2021, es un club que concentra al 1 por ciento de los hinchas brasileños y según los datos de Sports Value actualmente tiene activos estimados en 264 millones de dólares.

Brasil es el mayor exportador mundial de jugadores: 7.284 jugadores transferidos entre 2011 y 2020. Portugal es el receptor número uno de ese talento: 1.556 futbolistas hacia una liga que no tiene cupo de extranjeros y donde luego de un año de contrato, los brasileños ya pueden aplicar para tener pasaporte europeo. Según los registros de FIFA, el balance de compras y ventas en los últimos diez años le dieron un saldo favorable de 2.000 millones de euros al fútbol brasileño.

“Brasil tiene un liderazgo y debería tener la misión de encabezar el desarrollo del fútbol de sudamérica, sino van a seguir jugando entre ellos todas las finales. Les pido que tiren un hueso para este lado…”, dijo Lugano entre risas y esperanzas. Brasil, en tanto, se desacopla del continente.