Quién era Eugenio Schneider, el empresario argentino-alemán que apareció muerto en Uruguay

Eugenio Schneider, durante una entrevista en la televisión uruguaya
Eugenio Schneider, durante una entrevista en la televisión uruguaya

“Empresario exitoso, escritor, alumno de Jorge Luis Borges, amigo de presidentes, dueño de un profusa cultura e ingenio, nadador incansable e hijo de un padre nazi”.

Así describe el diario uruguayo El País al empresario argentino-alemán Eugenio Schneider (81), que residía desde hace años de Casa Blanca, un pueblo ubicado sobre el río Uruguay y a 17 kilómetros de Paysandú que le perteneció hasta 2004 y que apareció muerto hoy.

Justamente al río Uruguay es donde avisó que se iba el jueves alrededor de las 14 antes de salir de su casa, una residencia edificada en 1806, llamada “De los cuatro vientos”. Después nadie supo más nada de él y se desplegó un operativo de Prefectura para buscarlo. Hoy se conoció la noticia de que el cuerpo hallado el sábado en la noche en la costa argentina, a la altura del kilómetro 163 del río Uruguay, era del empresario buscado.

“Él ya no nadaba. Tuvo Covid-19 y hacía poco que se había recuperado totalmente. Esta incertidumbre nos deja muy mal a todos. Es muy querido por acá”, dijo un empleado del Frigorífico Casa Blanca, de su propiedad.

Eugenio Schneider fue visto por última vez el jueves
El País - Uruguay


Eugenio Schneider fue visto por última vez el jueves (El País - Uruguay/)

Schneider vivía con su esposa, y gran parte de su familia vive cerca, también en Casa Blanca. En una entrevista de 2015 dijo que tenía ocho hijos, 18 nietos y diez bisnietos.

De la Argentina a Uruguay

Nacido en Buenos Aires en 1940, Schneider vivió hasta sus 22 años en la Argentina, donde estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, y tuvo de profesor de literatura inglesa nada menos que a Jorge Luis Borges.

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Según contó, en 1962 se cansó de la civilización y se mudó con su familia a la selva valdiviana chilena.

En 1978 decidió cambiar de país nuevamente y llegó a la Estancia San Ramón, en Río Negro, Uruguay. Ese año se convirtió en el dueño del Frigorífico Casa Blanca (Fricasa), y, a su vez, de todo el pueblo de Casa Blanca, lugar donde se instalaría en el año 2000 y se quedaría hasta la actualidad.

Según una nota de la revista Lugares, Casa Blanca fue el último pueblo privado de Uruguay, hasta 2004, cuando Schneider, en plena crisis financiera, firmó un acuerdo con el Estado uruguayo: se entregaron todas las casas al Ministerio de Vivienda a cambio de la reducción de la deuda del frigorífico.

El río Uruguay, a metros del restaurante La Pupería
Estrella Herrera - Lugares


El río Uruguay, a metros del restaurante La Pupería (Estrella Herrera - Lugares/)

Con el tiempo, el empresario logró transformar el frigorífico en un negocio rentable. En 2015, en una entrevista al diario El País, Schneider valoró sus negocios en unos US$ 35 millones, dijo que el frigorífico realizaba el 3,5% de la matanza nacional, contaba con más de 630 empleados, abastecía a 18 carnicerías propias y tenía habilitaciones para exportación a los mercados que accede Uruguay.

En esa entrevista también dio su receta para reflotar y ordenar una empresa fundida: “La gente que trabaja para mí tiene miedo, pero solo de mí. No teme a la vida. Me temen hasta el punto de creer que si no estoy se cae todo. Por otra parte, hago muchos números. Lamentablemente, los contadores se ven forzados a trabajar para el Estado y tienen solo una vaga idea de los números que necesita la gestión de una empresa”, dijo.

Por su afán hacia la cultura –escribió varios libros- y su dedicación al pueblo, Schneider montó en Casa Blanca una radio FM comunitaria, una sala de cine (La Isla) y El Aula, un espacio de educación informal para chicos con clases gratuitas de, por ejemplo, equitación, pintura, danza, y teatro.

La Pulpería, por dentro
Estrella Herrera - Lugares


La Pulpería, por dentro (Estrella Herrera - Lugares/)

También instaló en 2012 un restaurante tan atractivo como particular en una casona construida a mediados del siglo XIX: La Pulpería. En una nota sobre el establecimiento en la revista Lugares, hay un repaso por sus platos y sus particularidades: los martes no abre “por la guerra” (una alusión a Martes, el dios de la guerra en la mitología romana); el menú a la carta -escrito de su puño y letra- tiene un precio fijo y se puede repetir las veces que uno quiera; no se aceptan propinas; y no se sirven gaseosas, sólo jugos naturales. Además, cuenta con detalles artísticos y musicales alrededor de toda la casona.