El estadio de Miami se llena de vida con tambores, baile y béisbol

Aficionados de la selección de República Dominicana en un partido contra Venezuela durante el Clásico Mundial de Béisbol, en el LoanDepot Park de Miami, el 11 de marzo de 2023. (Saul Martinez/The New York Times)
Aficionados de la selección de República Dominicana en un partido contra Venezuela durante el Clásico Mundial de Béisbol, en el LoanDepot Park de Miami, el 11 de marzo de 2023. (Saul Martinez/The New York Times)

MIAMI— En los vestíbulos se generaron comparsas de baile improvisadas. Un jugador tocó un tambor en la cueva mientras incontables aficionados hacían lo mismo en las gradas. Las banderas ondearon desde los asientos y adornaron las barandillas. El estadio, que por lo general tiene espacios vacíos en los juegos, estaba repleto de gente, gritos y música. Ningún strike dejó de celebrarse. Sentarse fue opcional.

Este escenario se dio en el LoanDepot Park, pero las imágenes de lo que sucedió dentro y en los alrededores de la sede de los Marlins de Miami el sábado y el domingo —los primeros dos días de juego del Grupo D del Clásico Mundial de Béisbol (CMB)— podrían haber provenido fácilmente de San Juan, Puerto Rico, o Santo Domingo, República Dominicana.

Miami suele ser llamada la capital de América Latina, y sin duda se sintió así cuando las selecciones nacionales de la República Dominicana, Nicaragua, Puerto Rico y Venezuela —países con una gran representación en el sur de la Florida— disputaron sus primeros partidos en el CMB, el torneo cuatrienal de dos semanas que se realiza durante los entrenamientos de primavera de las Grandes Ligas de Béisbol.

Este torneo es la gran reunión social para muchos aficionados latinoamericanos de béisbol. Los primeros cuatro juegos en Miami fueron un ejemplo más de cómo el deporte está arraigado en esas culturas y cuán diferentes son las experiencias del mismo.

“Esta es nuestra Copa del Mundo”, afirmó en español Omar Prieto, de 28 años, oriundo de Puerto Rico, en alusión al torneo de fútbol que constituye el evento deportivo más popular del mundo. Junto con su padre y su novia, Prieto voló desde Puerto Rico y aterrizó dos horas antes del primer lanzamiento del partido de la selección contra Nicaragua el sábado por la tarde.

“Estoy lleno de orgullo”, agregó Luis González, un nicaragüense de 36 años que vive en Sweetwater, una ciudad en el condado de Miami-Dade apodada “Little Managua” por su alta concentración de nicaragüenses. “Esto representa a todos los latinos. Esto es algo que también está viviendo gente como yo, que ha emigrado aquí desde Latinoamérica, y tener el CMB aquí en Miami es una gran experiencia”.

Aficionados de la selección de República Dominicana con la bandera del país en un partido contra Venezuela durante el Clásico Mundial de Béisbol, en el LoanDepot Park de Miami, el 11 de marzo de 2023. (Saul Martinez/The New York Times)
Aficionados de la selección de República Dominicana con la bandera del país en un partido contra Venezuela durante el Clásico Mundial de Béisbol, en el LoanDepot Park de Miami, el 11 de marzo de 2023. (Saul Martinez/The New York Times)

Tanto Prieto como González dijeron esto mientras estaban sentados en secciones adyacentes del anillo inferior del estadio. No se conocían, pero se hicieron bromas amistosas durante el partido que culminó con la victoria de Puerto Rico con marcador de 9 a 1.

En la Sección 23, Prieto, su hermano (que vive en Miami), y los amigos de su hermano formaron parte de un conjunto de siete tambores, una campana y un güiro, un calabazo seco hueco con muescas que se toca frotando un palo contra él. Durante todo el juego —pero particularmente en las jugadas importantes de su equipo— tocaron los instrumentos y entonaron varios cánticos puertorriqueños, a veces mientras miraban a los aficionados nicaragüenses a su izquierda.

“Yo soy boricua, pa’ que tu lo sepas”, corearon mientras bailaban frente o sobre sus asientos.

Cada vez que la selección nicaragüense conectaba un sencillo clave o sacaba un gran ponche, González y su grupo de una docena de amigos en la Sección 24 golpeaban botellas de plástico vacías contra sus asientos, giraban matracas de madera y señalaban a sus contrapartes puertorriqueñas cercanas. Esto fue así durante toda la velada: ambos bandos se rieron el uno del otro, y en ocasiones bailaron al ritmo de la música del contrincante.

Los aficionados puertorriqueños en particular llevaron muchos instrumentos a sus juegos, incluida la derrota del domingo por la noche con marcador de 9 a 6 ante Venezuela. Varias bandas informales estuvieron desplegadas en diversas partes del estadio y tocaron en las explanadas, atrayendo multitudes en el proceso. Los tambores cambiaban de mano regularmente.

“Los puertorriqueños celebramos las victorias y las derrotas”, afirmó Francisco Claudio, de 38 años. “Está en nuestra sangre celebrar”.

Después del partido del sábado, Claudio estuvo en las inmediaciones del estadio, donde se estaba presentando un grupo de salsa en un escenario, todavía fluía la cerveza y un camión de comida venezolana vendía arepas, un alimento hecho con harina de maíz. En todos lados se podían ver cabellos rubios decolorados, incluso en la cabeza y la barbilla de Claudio.

Durante el mágico recorrido de la selección puertorriqueña hacia la final del CMB de 2017, donde terminó perdiendo ante Estados Unidos, los jugadores se tiñeron el cabello de rubio y los aficionados comenzaron a hacer lo mismo. El grupo pronto fue apodado “Team Rubio”. La tradición se ha mantenido en este torneo, el cual se pospuso por dos años debido a la pandemia del coronavirus.

“Es un gran honor y una experiencia muy divertida cuando ves a todo el mundo, hasta sus abuelas, con el cabello rubio, sin importarles lo mal que se ven”, afirmó Francisco Lindor, capitán de la selección de Puerto Rico y campocorto de los Mets de Nueva York. Durante los juegos, Lindor contó que intentaba captar bien las imágenes en las gradas. “Fue increíble”.

Al comienzo del partido contra Venezuela, las gradas se sentían más dominicanas. Pero cuando el as dominicano Sandy Alcántara, el lanzador de los Marlins que ganó el premio Cy Young de la Liga Nacional en 2022, falló en el montículo, los venezolanos tomaron el control. En el campo, después de jugadas destacadas, los jugadores se golpearon el pecho erguido, señalaron el nombre de su país en sus camisetas y saludaron a los aficionados.

En la cuarta entrada, cuando el jardinero izquierdo David Peralta conectó un imparable que produjo dos carreras para darle a Venezuela una ventaja de 3 a 1, Jorge Marino, de 36 años, y sus amigos, saltaron, gritaron y se abrazaron. Uno de ellos derramó su cerveza.

“Sus aficionados nos ganaron, pero nuestro equipo está ganando”, afirmó Marino. “El ambiente es increíble. Es el sabor latino”.

Mucho después de que Venezuela concretara su victoria sobre República Dominicana el sábado con un marcador de 5 a 1 —su primera victoria del CMB ante este rival— y tras vencer a Puerto Rico el domingo por la noche, los aficionados venezolanos permanecieron en las gradas y afuera del estadio. Siguieron tomándose fotos, agitando sus banderas y cantando.

Martín Pérez, el lanzador abridor que guio a Venezuela hasta la victoria sobre República Dominicana, dijo que como los jugadores venían de América Latina, el nivel de ruido y los instrumentos en las gradas no los sorprendieron. Gary Sánchez, el receptor dominicano, dijo que le encantaba ver el estadio lleno de vida. “Me siento en la postemporada”, afirmó.

Cuando el mánager de la selección de Venezuela, Omar López, se sentó a hablar con los periodistas en las entrañas del estadio después del partido, pidió disculpas.

“No sé si todavía tengo voz”, afirmó. La música se filtraba en la sala desde afuera, donde los fanáticos seguían bebiendo y bailando.

c.2023 The New York Times Company