Un equipo español resiste en un enclave de África

Unas flores que se dejaron en la playa durante una concentración en apoyo a los derechos humanos de los migrantes para recordar a los que murieron intentando cruzar el mar, en Ceuta, España, el 4 de febrero de 2023. (Samuel Aranda/The New York Times)
Unas flores que se dejaron en la playa durante una concentración en apoyo a los derechos humanos de los migrantes para recordar a los que murieron intentando cruzar el mar, en Ceuta, España, el 4 de febrero de 2023. (Samuel Aranda/The New York Times)

CEUTA, España — Desde lo alto del estadio Alfonso Murube, se puede ver cómo la península de Ceuta se adentra en el Mediterráneo. En el agua, los transbordadores van y vienen por el estrecho de Gibraltar hasta la costa del sur de España en tan solo 30 minutos. Si caminas media hora en dirección contraria, la vista es muy diferente: dos vallas de 6 metros con alambre de púas en la parte superior que marcan la frontera con Marruecos.

Ceuta, una franja de tierra de 18 kilómetros cuadrados, está en el borde de África y es tan delgada como la uña de un dedo del pie. Sin embargo, no forma parte de África, no de forma oficial. Es territorio español. Ceuta, y la ciudad cercana de Melilla, son las dos únicas ciudades del continente africano que oficialmente son parte de Europa, un capricho de la geografía política que también las convierte en las únicas fronteras terrestres entre África y la Unión Europea. Por ese estatus, todos los años, miles de inmigrantes se acercan a los muros y alambrados de Ceuta e intentan escalarlos o rodearlos nadando, con la esperanza de dar un paso más cerca de Europa. Cientos han fallecido en el intento.

No obstante, la ubicación de Ceuta no es la única característica que la distingue. También es una rareza para España, pues es una ciudad donde las poblaciones musulmana y cristiana son de tamaño similar. Cuenta con importantes minorías judías e hindúes. El dáriya, un dialecto árabe, está muy extendido entre sus 85.000 habitantes y, según la hora del día, tanto la llamada a la oración como las campanas de las iglesias se oyen en las calles tranquilas y estrechas que rodean el estadio Murube.

Salvo los días de partido, claro está, cuando esos sonidos dan paso al clamor de los tambores, las canciones y los cánticos de los aficionados de la Agrupación Deportiva Ceuta FC.

La AD Ceuta es uno de los dos únicos equipos del fútbol europeo con sede en África, una distinción que es tanto un punto de orgullo cívico como una fuerza unificadora en esta compleja intersección cultural.

“Ceuta es una ciudad donde coexisten cuatro culturas”, afirmó Adrián Suárez, líder de la agrupación ultra más ruidosa de Ceuta, la Grada Sur. Su barra tiene la misma cantidad de cristianos que de musulmanes, comentó antes de un partido reciente de la tercera división española contra el Fuenlabrada, de Madrid. Sin embargo, en las gradas, “nadie es mejor que nadie ni nadie es peor que nadie”.

Una valla fronteriza entre el enclave español de Ceuta y Marruecos, el 4 de febrero de 2023. (Samuel Aranda/The New York Times)
Una valla fronteriza entre el enclave español de Ceuta y Marruecos, el 4 de febrero de 2023. (Samuel Aranda/The New York Times)

El equipo de Ceuta acepta esa diversidad, pues juega con camisetas que llevan una pequeña hilera de símbolos religiosos en el pecho: la cruz cristiana, la media luna islámica, el símbolo Om del hinduismo y la estrella de David.

“Nuestra ciudad solo aparece en las noticias por cosas malas”, mencionó Javier Moreno, un abogado del club. “Para nosotros, estar aquí no solo se relaciona con el fútbol. Este club pertenece al pueblo de Ceuta y también es la imagen de Ceuta en España”.

Un club de tradición

A inicios del siglo XX, España poseía una larga franja de la costa norteafricana, conocida en ese entonces como el protectorado español de Marruecos. El territorio incluía Ceuta, conocida como Sebtah en árabe, pero también Tetuán, una ciudad portuaria más grande al sur, y Melilla.

Cuando Marruecos declaró su independencia de Francia en 1956, España renunció a su protectorado. No obstante, conservó Ceuta y Melilla y se replegó a dos pequeños enclaves en el continente. Los administradores españoles del club de fútbol más laureado del protectorado también decidieron conservarlo.

Ese equipo, el Atlético de Tetuán, sigue siendo el único de África continental que juega en LaLiga, la primera división española. No obstante, en 1956, sus dirigentes se llevaron gran parte de su historia y archivo a Ceuta, donde el equipo se fusionó con un club local. La AD Ceuta FC es lo que queda tras años de crisis financieras, fusiones y cambios de nombre. Para los aficionados y la ciudad sigue siendo el heredero histórico del Atlético de Tetuán, aunque las autoridades españolas lo consideren como un club completamente nuevo.

En Marruecos, lo que quedaba del equipo se convirtió en el Mogreb Atlético de Tetuán, que sigue usando un escudo casi idéntico al que lució desde su fundación en 1922. Juega en la primera división marroquí, en el mismo estadio que visitaron el Real Madrid y el Barcelona a principios de los años cincuenta. Tanto el Mogreb como el Ceuta consideran la temporada 1951-52 en LaLiga como parte de su historia.

La era actual de la AD Ceuta comenzó en crisis en 2016. Frente a la bancarrota, el club recurrió al jugador más famoso que ha surgido en la ciudad —el excentrocampista del Tottenham y del Real Zaragoza Nayim— y a otro hijo nativo, la exestrella de telerrealidad Luhay Hamido, para salvarse. “En ese momento, el equipo estaba a punto de desaparecer”, comentó Hamido.

La solución fue que Hamido, licenciado en Criminología y Química que había regresado a Ceuta después de que su padre se enfermó, se hiciera cargo de las finanzas y que Nayim supervisara la parte del juego. Para Nayim, de 56 años, había una intensa atracción personal: aunque ahora vive en Zaragoza, había crecido asistiendo a los partidos del Ceuta con su padre.

Según Nayim, ir a los partidos en esos días era un importante acto comunitario que reunía a musulmanes y cristianos en una ciudad donde las líneas religiosas siguen dividiendo los vecindarios. “Era nuestro club”, comentó. “El club de la ciudad”.

Con la nueva directiva, el equipo renegoció su deuda y encontró su equilibrio. En los últimos cinco años ha jugado tres promociones y ahora juega en la tercera división española. La venta de abonos para la temporada, que antes se contaba por decenas, ha aumentado a 2500.

Una línea divisoria

La historia moderna de Ceuta, la ciudad, es mucho más compleja. Así como ha aumentado la migración a Europa, también lo ha hecho la presión sobre las fronteras de Ceuta. Las vallas se han elevado más y la frontera se ha endurecido desde el cambio de siglo, lo que ha separado a familias y amigos.

Quienes logran cruzar la frontera se encuentran atrapados en un limbo, sin poder llegar al continente europeo, pero sin interés en regresar a África. La víspera del partido, cientos de inmigrantes, activistas y residentes se reunieron en un colegio del centro de Ceuta para conmemorar el noveno aniversario del día en que 15 inmigrantes murieron ahogados al acercarse a la playa del Tarajal.

El día del partido

En medio de estas realidades sombrías, la temporada de la AD Ceuta continúa.

Antes del partido de Fuenlabrada, un encuentro de alto voltaje donde había mucho en juego contra un equipo ubicado justo por encima del Ceuta en la tabla, la preocupación más inmediata del club era el descenso. Ocupaba el último puesto de la liga. Acababa de despedir a su entrenador.

Por eso, el estadio se llenó de júbilo cuando un golazo de tiro libre al final de la primera parte le dio la ventaja al Ceuta y más aún cuando sonó el silbatazo final con el mismo marcador. Varios aficionados invadieron el campo para tomarse selfis con el nuevo centrocampista ghanés del equipo, Ransford Selasi. Los ultras de la Grada Sur cantaron y tocaron sus tambores.

Ahora, la supervivencia parece mucho más probable. Tras vencer al Fuenlabrada, el Ceuta ganó seis de sus diez partidos siguientes. Lleva más de dos meses sin perder.

“Empecé a leer a Arthur Conan Doyle y a Sherlock Holmes cuando era joven y me di cuenta de que quería resolver enigmas”, comentó Hamido sobre la labor que enfrenta para mantener el club a flote. El mayor enigma será cómo cambiar la visión que tiene su país de su ciudad natal, para verla como algo más que un lugar donde se reúnen migrantes, donde la puerta de Europa cede de vez en cuando. Eso debería ser más fácil, señaló.

“No solo creo que somos un ejemplo para el resto de España”, opinó. “Creo que somos un ejemplo para el resto del mundo”.

c.2023 The New York Times Company