Emma Raducanu debe parar antes de acabar como Naomi Osaka

Portrait of Emma Raducanu in action - celebrating after scoring during her game against Marta Kostyuk    on day seven of Transylvania Open, WTA 250 Tour held in BT Arena Cluj-Napoca, 29 October 2021 (Photo by Flaviu Buboi/NurPhoto via Getty Images)
Photo by Flaviu Buboi/NurPhoto via Getty Images

Emma Raducanu no solo se impuso en el pasado US Open sino que fue la primera tenista en la historia en hacerlo desde la fase previa. En total, diez partidos, veinte sets, de los que no cedió ninguno. Una actuación asombrosa para una chica de dieciocho años que parecía tenerlo todo: un juego espectacular, una gran fortaleza mental sobre la cancha y un indudable carisma fuera de ella. Raducanu se postulaba en Nueva York como el futuro del tenis femenino, la figura capaz de acabar con este continuo arriba y abajo que es el circuito WTA desde que empezó la decadencia de Serena Williams. Lo que prometía ser el principio de una nueva era, de momento se está mostrando como un ejemplo de los riesgos de triunfar demasiado joven.

Las primeras señales de que algo no iba bien con Raducanu y su capacidad para gestionar la presión llegaron en el pasado torneo de Wimbledon, cuando la adolescente tuvo que retirarse en octavos de final. Aquel era su primer contacto con la fama y le resultó excesivo. También procedente de la previa, los tabloides británicos inflaron sus posibilidades y acabaron generando unas expectativas que resultaron excesivas para Raducanu. En medio de un enorme ataque de ansiedad, un set abajo contra Tomljanovic, Emma cogió las mochilas y dijo adiós. Apenas podía respirar.

Con todo, el talento estaba ahí y el talento se abrió paso a lo grande en Nueva York. De aspirante había pasado directamente a heredera de las más grandes. Su primera decisión fue chocante: prescindir de su entrenador. Del mismo entrenador que, desde la nada, la había llevado al estrellato. La excusa: "Necesito a alguien con más experiencia en la alta competición". La historia es tan rara que es de suponer que algo más pasó, alguna pérdida de confianza por algo concreto, algún problema que se arrastraba desde hace tiempo. No es normal echar a tu técnico cuando acabas de ganar un grande. Menos aún, a los dieciocho años.

Tampoco es normal hacer tan pública la búsqueda del sustituto, casi como quien pone un anuncio en Infojobs. Ella buscaba al entrenador maduro que quisiera hacerse cargo de una carrera prometedora... pero no lo encontraba. O nadie era suficientemente bueno o todos veían algo raro en la tenista. Como si aún no estuviera preparada para el siguiente paso, como si mereciera la pena esperar y optar al puesto un poquito más tarde, como cuando nadie quería entrenar a Federer y fue Peter Lundgren el que dio el paso adelante.

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Desde el triunfo en Nueva York, a Raducanu le han llovido los patrocinios y los actos sociales. Ahora bien, solo ha sido capaz de ganar dos partidos en estos dos meses, ambos en el torneo de Transilvania, en la Rumanía de la que proviene parte de su familia. Cayó en primera ronda de Indian Wells y acaba de caer en primera ronda del torneo de Linz. No le gana un set a nadie con un mínimo de nivel y su estado de forma parece paupérrimo.

¿A qué se debe una debacle así en solo dos meses cuando solo la inercia ya debería haberla llevado a algún buen resultado? La propia Raducanu lo explicó en una entrevista muy reciente: "Llevo siete años sin vacaciones y necesito desconectar del tenis", declaraba a Sports Yahoo . Efectivamente, siete años son muchos para una chica de dieciocho. No es sano. Aparte, en la entrevista, revelaba que su próximo entrenador será Torben Beltz, quien llevara a Angelique Kerber a lo más alto de la WTA hace relativamente pocos años.

Raducanu necesita parar, eso está claro. Necesita esas vacaciones porque se las ha ganado. Necesita ser joven, divertirse, olvidarse del revés y del saque, olvidarse de los puntos que defiende y los que gana, planificar lo básico con Beltz y marcharse con sus amigos o con su familia lo más lejos posible. De lo contrario, los problemas de salud mental se multiplicarán: habrá más desconexiones, habrá más ataques de ansiedad, habrá más partidos perdidos de antemano por falta de lucha y falta de concentración.

El circuito WTA vive aún en estado de shock por lo que le ha pasado a Naomi Osaka. La japonesa, que ganó su primer US Open con veinte años y fue número uno del mundo con veintiuno, estaba también llamada a ser la gran dominadora de esta época, como lo atestiguan sus cuatro grandes ya levantados. Sin embargo, desde que empezaron sus problemas de ansiedad en Roland Garros, allá por junio, Osaka no ha vuelto a competir a alto nivel. Se ha presentado a algunos torneos, su cuerpo estaba ahí, pero su mente estaba en cualquier otro sitio. Deseando huir, en ocasiones. Deseando esas vacaciones que, con buen tino, va a concederse Raducanu. La británica no solo necesita un entrenador con experiencia en resultados sino en manejo de la presión. Si Beltz será la persona correcta o no, lo averiguaremos pronto. Hay deportistas que funcionan mejor en la exigencia brutal y deportistas que sacan el máximo si les dejas hacer. Raducanu parece de las segundas. Lo importante no es que lo respetemos los demás sino que ella misma se lo permita.

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