El día que Chivas puso de rodillas a Boca Juniors en la Copa Libertadores

Chivas venció 4-0 en su estadio. Omar Bravo festeja su gol frente a la afición de Boca que viajó a Guadalajara. (REUTERS/Henry Romero)
Chivas venció 4-0 en su estadio. Omar Bravo festeja su gol frente a la afición de Boca que viajó a Guadalajara. (REUTERS/Henry Romero)

La noche ya era perfecta para Chivas. El Rebaño le ganaba 3-0 a Boca Juniors, pero la gesta todavía tenía margen de perfección. Adolfo Bautista lo sabía. El Bofo, un jugador tan displicente como iluminado, decidió hacer arte en un santiamén: sacó un límpido disparo de su botín diestro que sublimó la humillación. Imposible para Roberto Abbondanzieri. 4-0 en la cancha del Estadio Jalisco. Lo nunca visto para el fútbol mexicano: un gigante de rodillas.

2 de junio de 2005. Son casi 17 años de distancia. El poder de la nostalgia quizá le resta impacto al tiempo recorrido. Pero digamos las cosas como son: no existen videos en HD de aquel partido. Por eso nos parece que fue hace siglos. Todo es borroso y qué bueno que así sea. En la era de la información, lo que sea que eso signifique, las hazañas caducan en tiempo récord. Nada perdura porque así está diseñada la prisa que dictamina la duración de la felicidad en cualquier ámbito.

Cuando Chivas goleó a Boca Juniors, el futbol todavía parecía un privilegio. Hoy, en cambio, los partidos históricos e irrepetibles se reciclan semana a semana. Cada mes hay un ramillete de episodios dignos de entrar en eso que se conoce como el libro de oro del futbol. Antes había que ser más paciente. Los partidos no podían piratearse. Existían tres opciones: pagar Sky, esperar el resumen en la televisión abierta o mejor aún: ir al puesto de periódicos al día siguiente. Parece la prehistoria, pero así era la vida todavía en 2005.

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Boca había ganado dos Intercontinentales y tres Libertadores en los albores del nuevo milenio. Esa era su carta de presentación. Ellos esperaban un juego de rutina. La realidad les dio una bofetada sonrojante. Chivas fue dueño del partido desde el principio. Era una noche reservada para su grandeza. Con el primer tiempo en la agonía, Johnny García inauguró el marcador. Una espectacular palomita puso el 1-0. Hasta ahí nada estaba fuera del guion.

La épica devino en el complemento. Una pared sin mucha precisión cayó por casualidad en los pies de Omar Bravo, el delantero de moda. Bastó un tenue toque de parte interna para batir al Pato Abbondanzieri, flamante arquero de la Selección Argentina. El Jalisco estalló y se apropió de la gesta. Acostumbrados a la solemnidad, los recintos mexicanos pecan de tímidos y fríos, pero aquella encendida noche ameritaba una exaltación reseñable.

Faltaban dos estocadas. Primero fue Juan Pablo Alfaro, que sacó un violento derechazo para tumbar al coloso del Sur y poner el tercero en los cartones. Esa ráfaga no la detenía ni Hugo Orlando Gatti. La cifra y los hechos ya no eran tan normales. Chivas, equipo que hoy homenajea a la mediocridad semana a semana, tenía a Boca Juniors a sus pies. Todo les salía bien.

Johnny García celebra su tanto junto a Juan Francisco Palencia. (REUTERS/Henry Romero)
Johnny García celebra su tanto junto a Juan Francisco Palencia. (REUTERS/Henry Romero)

Del clímax se encargó el Bofo Bautista. En un arrebato de lucidez, el enganche rojiblanco controló un balón trepidante que botaba sin destino. Lo siguiente fue una invitación a la locura. De su pierna derecha salió un batacazo que dibujó una parábola exquisita en el frío viento tapatío. Chivas 4-0 Boca Juniors. El Pato evitó que la humillación fuera peor. Salvó al menos dos goles hechos que hubieran hundido la moral xeneize por mucho tiempo. En la vuelta se cobraron la factura entre escupitajos y agresiones.

Acá no se festejan copas. Es así y hay que aceptarlo. Porque Chivas quedó eliminado en la siguiente fase. Nadie en Sudamérica recuerda ese partido por el simple hecho de que no fue una final. Visto lo visto, no sirvió para nada. Es un lindo recuerdo y poco más. Hoy México ya ni siquiera compite en la Libertadores.

Chivas y Boca empataron sin goles en la vuelta. El partido quedó grabado por el escupitajo de Jorge Benítez, entrenador xeneize, hacia Adolfo Bautista. (REUTERS/Andres Stapff)
Chivas y Boca empataron sin goles en la vuelta. El partido quedó grabado por el escupitajo de Jorge Benítez, entrenador xeneize, hacia Adolfo Bautista. (REUTERS/Andres Stapff)

Y es que México siempre fue un extranjero en los torneos sudamericanos. Hidalgo y Morelos fueron tan libertadores como Bolívar y San Martín, pero la geografía futbolística nunca les hizo justicia. Anclado a la Concacaf, el futbol mexicano ha tenido que ver de reojo a sus congéneres. Y en Sudamérica el desdén es evidente. El balompié azteca no tiene ningún atractivo para ellos.

Hoy sólo queda la memoria. Y eso es suficiente. El día que Chivas le ganó a Boca Juniors es irrepetible por donde se mire. Porque Chivas nunca ha vuelto a ver una noche de semejante grandeza y porque, aunque solo hayan pasado 17 años, el futbol ha cambiado lo suficiente como para volverse un desconocido. Siempre quedará el consuelo del imponente zapatazo de Bautista. Arte atemporal, arte de colección.

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