El buen Mozo de Pumas que nos devolvió la pasión y el amor por el fútbol

Andres Lillini, director técnico de Pumas de la UNAM y Alan Mozo celebran tras ganar al América en los cuartos de final del Torneo Grita México A21 de Liga MX en el Estadio Azteca  el 27 de november de 2021 en la Ciudad de México. (Foto: Héctor Vivas/Getty Images)
Andres Lillini, director técnico de Pumas de la UNAM y Alan Mozo celebran tras ganar al América en los cuartos de final del Torneo Grita México A21 de Liga MX en el Estadio Azteca el 27 de november de 2021 en la Ciudad de México. (Foto: Héctor Vivas/Getty Images)

En una época donde la desilusión acecha con cada jugador que es nombrado estrella, ver a alguien como Alan Mozo moverse en la cancha devuelve la fe y el gusto por este deporte.

La noche que vivió este jugador de Pumas de la UNAM en el Estadio Azteca es digna de mencionarse no solo por ser la influencia directa en el triunfo frente al América, sino porque se volvió la viva imagen del amor por una disciplina que se juega en conjunto con destellos de individualidades.

Alan Mozo, oriundo de la Ciudad de México, se volvió omnipresente e insufrible para la defensa americanista. Lo mismo aparecía en su propia área que a media cancha peleando y robando balones. Y hubieran deseado que se quedara ahí, porque en cuanto tomaba vuelo como lateral derecho rumbo al área chica de las Águilas se volvía imparable.

Ya había dado muestra de ese carácter en el partido de ida en Ciudad Universitaria, pero fue en el Azteca donde explotó, más ante la situación adversa de ir perdiendo con un gol de penal.

A partir de ahí Mozo llegaba, repartía y no pasó mucho para desbordarse al minuto 29 y desde fuera del área conectar una asistencia que salió en disparo bien colocado al ángulo opuesto de Guillermo Ochoa, tan preciso, que apenas fue rozado por Washington Corozo, pero la verdad es que ese balón ya iba a buscar consuelo en la red.

Luego Alan Mozo se convirtió en el asistente perfecto, mandando centros que fueron aprovechados por el mismo Corozo en el 42 y por Meritão en el 82.

Pero seamos honestos, lo que destilaba el universitario de 24 años era pasión, ganas de jugar y de sacar un resultado en favor de su equipo. Su individualidad era frenada justo en el momento en que debía ser desplazada por el interés de conjunto. Corría por balones aunque se creyeran perdidos y combatía al minuto 90 como si los Pumas fueran perdiendo y todos sabemos que no era así.

En un tiempo donde las 'estrellas' del futbol mexicano destacan por su pasividad y desprecio por el balón mientras sus sueldos son tan inflados como sus publicaciones en redes sociales, tener en un estadio a alguien como Mozo nos devuelve el placer de ver un partido de principio a fin, porque su buena actitud no solo contagia a su equipo, sino a uno como espectador.

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