La doble lesión de ‘Chapito’ Montes: la fractura que no lo dejó ir a Brasil 2014 y la lejanía de ‘Gullit’ Peña

En esta historia dos cosas se rompen: huesos y una carrera. A la par, una rodilla y una amistad se lastiman. Dice Juan Villoro que “el futbol es el pretexto para estar juntos y festejarnos a nosotros mismos”. Así como une, a veces el juego de la pelota también separa.

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Un joven llora a los pies de la cama del hospital Arlington Medical Center. Es un país ajeno y su mejor amigo, comparsa a la hora de jugar al futbol, está tendido debajo de esa sábana que oculta la grave herida que motiva el llanto del futbolista de pelo largo, que tiene que salir del cuarto porque no soporta la escena. El pecho le duele. Los compañeros del equipo le consuelan. Lo abrazan y le dan palmadas de ánimo. Pero el hombre de físico fuerte y determinante cabalgata, no logra calmarse y sigue sollozando como un niño por ver a su mejor aliado postrado en esa habitación.

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Luis Montes, menudito de 1.66 metros y mirada vivaracha, se preocupa por su cómplice de juego. Le dice a sus compañeros que se siente bien. Su semblante es bueno aunque sabe que acaba de perderse la Copa del Mundo por su fractura de tibia y peroné.

Tras el choque en el partido que le rompe la pierna en dos, pasan siete horas interminables en un país que no es el suyo, donde lo único que lo hacía sentirse cercano, cómodo, tranquilo, era la presencia de su amigo Carlos Peña que, igual que el hueso del chaparrito, el ánimo se le desbarata al verlo en la cama con los sueños terminados, sin saber que los suyos, de una u otra forma también se vendrían abajo.

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Son días que se mueven entre 2013 y 2014. El futbol. Otra vez el futbol. Es de noche y un determinante delantero se esfuerza por alcanzar la pelota en una cancha de Santa María La Ribera.

El portero sale y busca, más que el esférico, el choque. El pie del espigado atleta, de profesión periodista, se queda atorado entre el cuerpo del guardameta, el césped sintético, la pelota y su fuerza al correr. La pierna se convierte en palanca. La rodilla sufre un movimiento extraño. El hombre va al suelo y se toca. La temperatura hace que no le duela, pero intuye que algo no anda bien. Después del partido, al enfriarse, esa rodilla se transforma en un melón.

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Al día siguiente es peor. El líquido sinovial se derrama por toda la zona. Produce dolor y falta de movimiento. El hombre no camina. Se preocupa. Tiene que ir al médico para que le digan todo lo anterior. También para que le metan una aguja, que parece más un florete, una espada de esgrima, para drenar el líquido. El fluido natural mezcla su transparencia con la sangre que llena la jeringa al sustraerla.

Los ojos de aquel jugador y reportero preferían apuntar para otro lado cuando ese filo traspasaba su piel y entraba, casi sin fin, en su articulación. Al volver a casa, la cama le esperaba de nuevo y la quietud lo obligaba a no presentarse en el periódico para escribir sobre futbol, la misma pasión que lo llevó a lastimarse en una jugada de gol.

Una tarde, su amigo aprendiz de periodista le visita para ver su estado de salud. En ese encuentro no hay lágrimas. Todo lo contrario. Pese al dolor del reportero por su rodilla convaleciente, había risas y charla sobre lo sucedido, sobre las sensaciones, planeaban cuál sería la próxima carrera atlética que correrían, qué día volvería al futbol. En qué fecha regresaría a la calle para informar. El sol pegaba despacito. En aquella ventana donde estaba el lastimado hombre, entraba aire fresco y la casa daba sombra para enmarcar una escena sin drama entre colegas, compañeros, amigos y hermanos.

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“No hemos podido recuperar al Gullit Peña. Siento que no se ha recuperado de la lamentable lesión de Montes”, dice el técnico Miguel Herrera a la prensa que cubre los partidos de preparación de México para el Mundial de Brasil 2014, días después de que se rompiera el hueso del Chapito.

Carlos, mientras tanto, saca en los micrófonos un poco de tensión. Deja ir la tristeza, la distracción por la salud de su amigo en una declaración qué confiesa debilidad. “Me dijo que no me quería ver agüitado porque me vio la cara cuando fuimos al hospital (…) no me quería ver así, quiere que haga un buen Mundial como siempre lo hemos soñado“.

El futbol también separa: los anhelos de los que habla comenzaron cuando compartieron estadía en las fuerzas básicas de Pachuca, a los 14 o 15 años. Los sueños seguían cuando fueron traspasados al León, donde ascendieron y más tarde fueron bicampeones. Eran dinamita. Por eso jugaron con la Selección las eliminatorias y el repechaje contra Nueva Zelanda para ir al Mundial.

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Del otro lado del planeta, en la misma habitación, hablaban de cómo la vida los había puesto en ese camino y que los deseos de jugar una Copa del Mundo estaban por cumplirlos juntos.

Luis Montes, aún con la playera del partido con el número 20, es operado en Guadalajara. El doctor Rafael Ortega consigue estabilizar la fractura diafisaria de ambos huesos en una cirugía que dura más de una hora. El tiempo de recuperación es de cuatro a seis meses.

La cabeza de Chapito se sacude y se apoya en su esposa. Deja de pensar en el Mundial y toma con actitud la rehabilitación, mientras habla a la distancia con Peña para alentarlo a dar una buena Copa del Mundo, porque al final sólo él jugará en el torneo que soñaron juntos. Pero no es lo mismo: el Gullit está incompleto.

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El reportero y el aprendiz vuelven a correr. Atrás queda la lesión y el dolor en la rodilla. El camino vuelve a ser el mismo de antes. Uno junto al otro. A veces delante, a veces detrás, pero siempre juntos en la ruta. La articulación responde y celebran tomando café.

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Los días pasan en las vísperas del Mundial de Brasil 2014. La emoción crece porque al aprendiz le dieron trabajo en el periódico. En el mismo lugar donde el reportero trabaja. Pero los caminos son diferentes pese a todo. Poco importa cuando se comparten las pasiones por la vida, el deporte y el periodismo.

Tiempo después, los trayectos se parten y ambos vuelan del lugar que compartieron. Entre recuerdos. Entre buenas y malas. Pero siempre juntos en la ruta. Aunque a veces uno vaya adelante y al otro le toque ir unos metros atrás.

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Es 2019. El Rangers de Escocia da a conocer que Carlos Peña no es más su jugador. Que queda libre. El contrato es rescindido. Los rumores circulan en torno a la bebida como principal problema para dejar el equipo. Estar lejos de la familia le afectaba el rendimiento a Gullit. Hace una escala en Culiacán, Sinaloa, para atender sus adicciones.

“Efectivamente, Gullit tomó la decisión de internarse en Clínica Baja Del Sol para poder enfrentar el problema y agarrar el toro por los cuernos, y sé que le llegarán nuevas oportunidades para volver a triunfar”, confirma Julio César Chávez sobre el jugador que ingresa a su centro de rehabilitación.

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“Compadre, deja eso. Tienes carrera por delante. Eres un jugadorazo. No tienes nada que hacer en México, debes estar en un club importante de Europa”, le dice por teléfono Chapito Montes a Gullit para motivarlo, pero Peña se queda en silencio, inmóvil.

El espiral lo lleva a Cruz Azul, Necaxa, la segunda división de Polonia, El Salvador, Guatemala, Honduras… Los videos donde antes aparecía celebrando goles, se convierten en imágenes de morbo con su figura tambaleante y la voz arrastrada con una mirada perdida.

El tiempo cambia. Ahora la fractura la sufre la vida de Carlos, aunque no hay operación que le restablezca la carrera futbolística. Sin embargo, Chapito sigue pendiente, porque eso hacen los amigos: se piensa en dos aunque cada uno tome su camino.

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Los tiempos a la deriva se calman con la oportunidad de volver a jugar en el mismo equipo, en el mismo lugar para trabajar juntos.

El reportero y el aprendiz se reencuentran en un mundo que resulta nuevo para el primero, pero conocido e ingrato para el segundo. Sabe que no es un sitio en el que deban estar mucho tiempo. Incluso, por un momento, piensa en no tomar la opción, pero la amistad y la falta de espacios en un presente sin lugares a dónde ir, le hacen entrar a ese abismo del que sabe que es difícil salir.

Los planes son muchos. Pero poco a poco el panorama se convierte en esa mala premonición. Por un momento el trabajo se sufre. La pasión que compartían, por ratos se vuelve un lastre, porque aquel mundo desconocido se convirtió en una caída libre a los principios, mismos que al final lastimaron la amistad por desacuerdos y malentendidos.

El defensa no mira las dimensiones de la cancha como las percibe el delantero. Las distancias al correr se hacen más grandes. A veces uno adelante. A veces uno atrás. Pero ahora se perdía de vista el sendero y ambos caían entre las trampas del camino.

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No había aguja que drenara las diferencias. Pero los amigos no se sueltan. Se abrazan de vez en cuando con alguna canción. Se piensan con las notas de un café por la mañana. Se cuidan pese a no darse las buenas o malas noticias. Se extrañan aunque no se diga la palabra. Se tienen aunque se hayan soltado.

Las lesiones en las relaciones también necesitan sus horas de espera, de llanto, su cirugía y su estabilidad, aunque en el diagnóstico difícilmente haya un tiempo estimado de recuperación. Al final eso hacen los amigos: se piensan en dos aunque cada uno tome su camino. La esperanza está en que vuelvan a recorrerlo juntos.

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En esta historia dos cosas se rompieron: dos huesos y una carrera. La rodilla está recuperada. La amistad mantiene su convalecencia en otros presentes. “El hombre no puede cambiar de pasión”, dice Eduardo Sacheri, como los amigos, el periodismo y el jueguito con la pelota que a veces une y otras veces separa: el futbol.

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Convocatoria de la Selección Mexicana para Brasil 2014

Porteros: Jesús Corona, Guillermo Ochoa, Alfredo Talavera.

Defensas: Andrés Guardado, Rafael Márquez, Héctor Moreno, Diego Reyes, Francisco ‘Maza’ Rodríguez, Miguel Layún, Paul Aguilar y Carlos Salcido.

Mediocampistas: *Juan Carlos Medina, Héctor Herrera, *Luis Montes, Juan José Gallito Vázquez, Carlos Gullit Peña, Marco Fabián y Isaac Brizuela.

Delanteros: Alan Pulido, Raúl Jiménez, Oribe Peralta, Giovani dos Santos y Javier Chicharito Hernández.

*Debido a sus lesiones, Juan Carlos Medina y Luis Montes fueron sustituidos por Miguel Ponce y Javier Aquino.