¿Este dispositivo protegerá los cerebros de los atletas o solo les hará pensar que lo hace?

Michael Sowers, una estrella de la Premier Lacrosse League, soportó su quinta conmoción diagnosticada en 2021. Su médico personal le dijo que tal vez debería considerar retirarse, pero otro doctor tuvo una idea que lo mantendría en el campo.

Wayne Olan, un neurocirujano en el Hospital de la Universidad George Washington en Washington D. C., sugirió que Sowers usara un collar de silicona alrededor de su cuello hecho por una compañía para la cual Olan funge como asesor médico. El dispositivo, llamado Q-Collar y con un costo de 199 dólares, restringe el flujo de sangre desde la cabeza y, si se acepta la ciencia pregonada por la compañía, le da al cerebro una capa extra de amortiguamiento.

En una entrevista, Olan, quien también es entrenador de lacrosse de bachillerato, comentó: “No puedo pensar en algo que podamos hacer que sea tan simple pero también tan importante”.

No obstante, el Q-Collar, cuya creación involucra un nuevo análisis de la anatomía del pájaro carpintero, ¿de verdad protege al cerebro? Jugadores de futbol americano en más de dos docenas de universidades y equipos de la NFL lo usan mientras buscan algo, lo que sea, que pueda mantenerlos a salvo. Aun así, han surgido dudas serias sobre la ciencia que respalda el dispositivo, según una revisión exhaustiva de documentos gubernamentales y estudios científicos de The New York Times, así como entrevistas con científicos que han examinado investigaciones del Q-Collar.

En lugar de hacer que los atletas estén más protegidos, algunos expertos en lesiones cerebrales y neurociencia afirman que el Q-Collar podría alentarlos a tomar riesgos que de otro modo no asumirían.

Q30 Innovations, la compañía que desarrolló el Q-Collar, y expertos tales como Olan mantienen sus afirmaciones de que el dispositivo puede hacer que los jugadores que lo usan estén más seguros, esto aunado a cambios de reglas y protocolos de seguridad que mitigan cualquier tendencia a la imprudencia.

En una entrevista, Tom Hoey, el director ejecutivo de la compañía, declaró: “No estamos hablando de conmociones. Estamos hablando de los impactos repetitivos”. Agregó: “El Q-Collar reduce las lesiones y los cambios en el cerebro causados por los impactos subconmoción”.

Q30 Innovations, con sede en Westport, Connecticut, tuvo un triunfo significativo el año pasado cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) aprobó que el Q-Collar se vendiera como un dispositivo médico en Estados Unidos.

El dispositivo, un collar ligero y acojinado que se coloca alrededor de la parte baja del cuello, está suficientemente apretado para constreñir el flujo sanguíneo más ligero, pero no tanto que cause molestias.

Drue Tranquill, un apoyador de los Cargadores de Los Ángeles, comenzó a usar el Q-Collar esta temporada. Un impacto fuerte en una jugada de patada el año pasado lo mandó al programa de observación por conmoción de la NFL.

En una entrevista reciente, Tranquill expresó: “Quería protegerme”.

No obstante, a principios de octubre, la FDA publicó un resumen de su decisión que era mucho más mesurado que el anuncio de aprobación de febrero de 2021. El sumario, que la agencia publicó para documentar la ciencia, incluía una serie de advertencias para los compradores sobre el estudio clave que condujo a su aprobación.

La agencia citó incertidumbres respecto a la tecnología de imágenes en las que los estudios se basaron. Esos estudios revelaron, bajo ciertas circunstancias, cambios sutiles en el tejido cerebral de los jugadores de futbol y de futbol americano de bachillerato que no usaron el Q-Collar, sin importar si experimentaron síntomas de conmoción. Esas modificaciones, detectables solo con imágenes de alta tecnología, difirieron de los hallados en el tejido cerebral de los jugadores que sí lo usaron.

No obstante, señaló la FDA, un vínculo entre los cambios revelados por los estudios y lesiones cerebrales reales no ha sido “validado”. Además, manifestó la agencia, los científicos encontraron algo que aseguran no buscaban de manera inicial, lo que hace que los resultados sean potencialmente más inciertos.

Matt Tenan, un director de programa en el Instituto de Neurociencia Rockefeller de la Universidad de Virginia Occidental, opinó: “Estaban encontrando cosas, pero se siente como ruido”.

Tenan y otros escépticos mencionan inconsistencias en los estudios del Q-Collar y no aceptan la teoría crucial del dispositivo: que al comprimir la vena yugular en el cuello mantiene sangre adicional en el cráneo, lo que permite a la sangre funcionar como la clara que rodea a la yema de un huevo.

Una curiosa creación y los nombres más importantes sobre cerebros

A David Smith, un inventor y médico que se especializaba en medicina interna, se le ocurrió la idea del Q-Collar tras descubrir lo que él pensaba que era la clave a la salud del cerebro de un pájaro carpintero (un músculo del cuello que contrae y atrapa sangre en sus cerebros cuando picotean árboles, el suelo o uno de los costados de tu casa).

La teoría era contraria a la investigación aceptada sobre las aves. Los ornitólogos han concluido que los picos y cráneos esponjosos con una musculatura única proporcionan el amortiguamiento, no la compresión de la vena yugular. Además, los cerebros de pájaros carpinteros muertos han mostrado señales de daño cerebral.

Aun así, el anhelo de equipos que puedan prevenir lesiones cerebrales traumáticas y hacer que los deportes peligrosos se sientan seguros es intenso.

Los expertos de la FDA hicieron referencia a la necesidad urgente de dispositivos que “podrían” proteger al cerebro de impactos leves en los deportes y el bajo riesgo del Q-Collar.

La agencia señaló: “Los beneficios probables son mayores que los riesgos probables”.

Entre las personas de perfil alto que respaldan el Q-Collar se encuentran Julian Bailes, un neurocirujano del Grupo Médico NorthShore que fue pionero en la investigación de lesiones cerebrales en los deportes. Alec Baldwin intepretó el papel de Bailes en la película “La verdad oculta”.

Smith inició su investigación al lanzar cartuchos pequeños de acero que contenían diversas cantidades de sangre desde el techo de su oficina, pero los primeros estudios pequeños en animales sobre compresión de la vena yugular y un estudio grande sobre animales se realizaron en el laboratorio de Bailes.

Desde el comienzo, Bailes, un accionista minoritario en Q30 Innovations, intuyó que una cucharadita extra de sangre en el cerebro podría ayudar a mantener más firme el órgano más irremplazable del cuerpo.

En una entrevista, Bailes aseguró: “Si el cerebro no se mueve, no se lesiona”.

Los científicos escépticos del Q-Collar aceptan la premisa. Es la investigación detrás del Q-Collar la que cuestionan.

Martha Shenton es una profesora de Psiquiatría y Radiología en el Hospital Brigham and Women’s de la Universidad de Harvard y una experta en la alta tecnología de las imágenes del cerebro en las que los científicos de Q30 se han basado. Por solicitud del Times, revisó los hallazgos del estudio clave que la FDA citó cuando aprobó el Q-Collar.

Shenton se expresó de manera positiva sobre intentar proteger el cerebro desde el interior del cráneo, pero se mostró menos emocionada sobre las conclusiones del estudio.

La experta opinó: “Nada de esto tiene sentido”.

Gregory Myer, director del Centro de Desempeño e Investigación Deportiva de la Universidad de Emory, quien ha liderado los ensayos clínicos en humanos financiados por Q30, aceptó que falta mucha investigación para definir el potencial verdadero del Q-Collar.

Myer, quien además de ser el investigador principal también ha recibido dinero como consultor de Q30 Innovations, afirmó: “No es la panacea”.

Myer aseveró que la evidencia indica hasta el momento que el collar puede ser una pieza de un rompecabezas de protección que incluye ajustes a las reglas.

Concluyó: “Todo junto sirve para hacer los deportes más seguros”.

© 2022 The New York Times Company