Los dirigentes argentinos habitan en el sótano: más no pueden descender

Claudio
Claudio "Chiqui" Tapia, presidente de AFA, encabezó la asamblea extraordinaria en la que por unanimidad de los 45 clubes presentes se decidió reducir de tres a dos la cantidad de descensos desde la Liga Profesional en la temporada en curso.

Pocos campeonatos de fútbol tan traicioneros como el argentino: advertencia, no crea en las señales de tránsito porque caerá en el abismo. El contexto es asfixiante. El fútbol argentino convive con todas las toxinas posibles. Y los dirigentes son los mayores responsables de esta descomposición, con un cuerpo infectado y purulento, que una y otra vez privilegia lo accesorio y descuida lo esencial: la transparencia. Porque además, los actores se regodean de su condición de acomodaticios. No es nuevo: cambiar las reglas sobre la marcha para rescatar al ocasional desdichado. El favor abre una deuda, y la deuda supone adoctrinamiento.

Los protagonistas de este capítulo provienen de la sociedad argentina, tan proclive a los atajos ventajeros. Porque todos decimos odiar la trampa, salvo que la trampa nos beneficie. Nada humilla más que perder por gil. Una de las derivaciones de este juego-negocio es que pone a prueba el sentido de integridad de los personajes de turno. Entonces, quedan desnudos. Acaba de ocurrir nuevamente en la Asamblea Extraordinaria de la AFA.

Beltrán y Figal, en un superclásico
Beltrán y Figal, en un superclásico - Créditos: @Mauro Alfieri

La ‘administración Tapia’ ya se burló de las reglas anteriormente. Siempre con los acólitos del momento, leales para los disparates. Prohibido olvidar: el atropello reglamentario sobre los descensos fue decidido de manera unánime. Sí, todos alzaron la mano. Desde la AFA se argumenta que la modificación “está en línea con la tendencia continental y mundial”, esgrimiendo el alza de competidores en los torneos de la Conmebol y de la FIFA. Por cierto, un ‘consejo’ al que no adhiere ninguna liga competitiva del planeta. La explicación es ridícula. Es un insulto. Consecuencia de un sistema perverso, maleable, donde sacar provecho bajo cualquier circunstancian es el objetivo. La escala de valores en ruinas. El fútbol argentino está repleto de maldades, y como acá se saluda a los alumnos aventajados, la picardía prestigia por encima de la nobleza.

Los promedios son una trampa/blindaje necesarios que los dirigentes no piensan desactivar. Y el Frankenstein de 28 cabezas que es la Liga Profesional, un ‘producto’ impresentable que a varios les asegura un dinero que por su propia gestión jamás podrían recaudar. Llevar el cargo de dirigente con prudencia, capacidad y coherencia parece irrelevante. Había una ilusión: que aparecieran por la Asamblea dirigentes avergonzados, con franqueza para asumir los riesgos de su sinceridad. No hubo ni uno. Los dirigentes actúan con la impunidad de los que se saben protegidos por un sistema que acepta como natural lo inadmisible. Hace tiempo que lo inexplicable se volvió rutina en el fútbol argentino.