La enfermedad golpea a uno de los jugadores que definieron la NBA de los 90

Dikembe Mutombo y Dennis Rodman deben ser separados por el árbitro durante un partido de playoffs. Foto: JEFF HAYNES/AFP via Getty Images.
Dikembe Mutombo y Dennis Rodman deben ser separados por el árbitro durante un partido de playoffs. Foto: JEFF HAYNES/AFP via Getty Images.

Todo el mundo estará de acuerdo en que la gran década de expansión de la NBA por el mundo y, sobre todo, por nuestro país, fue la de los años noventa. De la clandestinidad absoluta del diferido, se pasó a los partidos en directo, las finales retransmitidas desde los propios campos y el fenómeno social que supuso la pareja Andrés Montes-Antoni Daimiel. Sí, por supuesto, a partir de ese crecimiento se construyó el monstruo actual, con la llegada en masa de jugadores españoles a lo largo de la década de los 2000, pero nada de eso habría sido posible sin aquella NBA de los Michael Jordan, Scottie Pippen, Hakeem Olajuwon, Charles Barkley, Karl Malone, Tim Duncan y compañía.

¿Y cuál es una de las figuras icónicas de esa década, uno de esos jugadores que definen su época? Dikembe Mutombo. La imagen de Dikembe Mutombo agarrado al balón después de eliminar a los Seattle Supersonics en los playoffs de 1994 y, sobre todo, la imagen de Dikembe Mutombo negando con el dedo cada vez que taponaba el lanzamiento de un rival. Algo que sucedía bastante a menudo, por otro lado: se pasó sus siete primeras temporadas como profesional promediando más de tres tapones por partido.

Mutombo era un hijo de su tiempo: de entrada, personificaba la exuberancia africana que se suponía que era el futuro del baloncesto y no ha llegado del todo a cuajar, más allá de figuras singulares como Giannis Antetokoumnpo. Aparte, el zaireño era el defensor por excelencia en una década que se definía por la defensa. Es fácil enumerar los nombres de los enormes talentos ofensivos de los noventa, tanto de los que ya habían debutado la década anterior como de los que florecieron la década siguiente; ahora bien, si algo destaca durante esos años, algo que ya iniciaron los Pistons en 1989 y que la NBA lucharía durante años por erradicar, fue un sentido de la defensa que rayaba en la violencia.

Fueron los años de los Pistons crepusculares de Chuck Daly, de los brazos interminables de Jordan, Pippen, Grant y Rodman, de los Knicks de Starks, Mason, Oakley y Riley... de los ninjas de Mike Fratello en Atlanta y en Cleveland, de una Conferencia Este, sobre todo, absolutamente salvaje, a pelea por día, banquillos deseando saltar a la pista para avivar la más mínima chispa. Las pizarras echaban humo y los marcadores se movían en los setenta u ochenta puntos sin problema alguno, nada que ver con las exhibiciones de hoy en día.

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Pues bien, en ese contexto salvaje, Dikembe Mutombo fue nombrado hasta cuatro veces mejor defensor de la liga. Pese a que solo promedió más de 14 puntos por partido una vez en toda su carrera (16,6 durante su temporada de rookie), fue elegido para el All-Star en ocho ocasiones. Hasta ese punto tenía todo el mundo claro que en aquella NBA la defensa ganaba partidos y decidía títulos. Solo dos veces llegó a las finales de la NBA. La primera, en 2001, ya entrada la siguiente década, supuso una especie de punto de inflexión en su carrera, con los Sixers de Allen Iverson.

Aquel Mutombo seguía siendo harina de otro costal, aunque su importancia se mantuviera fuera del esplendor estadístico. Fue elegido en el segundo mejor quinteto de la NBA, renovó su título de mejor defensor del año y con él los Sixers se las pusieron en chino a los Lakers de Shaquille O´Neal. Siempre se habla de aquellas finales de Iverson como si el tipo jugara solo, pero no, había alguien guardándole las espaldas y no de cualquier manera.

La segunda fue en 2003, con los Nets. Habían pasado dos años, pero Mutombo ya no era el mismo. Ni en un equipo marcadamente inferior a los Spurs, consiguió jugar con una mínima asiduidad. A partir de ahí, la decadencia: un año en los Knicks que, por supuesto, salió mal, y sus últimos cinco, hasta los 42, con los Houston Rockets, donde daba unos minutos de descanso a Yao Ming y poco más. Aquella era otra NBA por completo: la de Kobe Bryant, LeBron James y el baloncesto coral de los Spurs. Nada de defender con la mano, nada de saltar a la pista a por bronca.

La noticia de su enfermedad -un tumor cerebral bajo tratamiento médico- ha impactado a toda una generación sin que las siguientes puedan entenderlo del todo. Mutombo formaba parte de esa liga que nos enamoró a su manera. Si le explicas hoy a un fan de los Warriors o de cualquiera de esos equipos que promedian 110-115 puntos por partido, que uno de los estandartes de la NBA era un tipo que a menudo no llegaba a diez, solo podrá responder con asombro. Ese es el mérito de Mutombo, un hombre que pasará a la historia de este deporte por ser como es y no como los aficionados querían que fuera. Toda la suerte en su recuperación.

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