Diego Lainez y el fracaso de quedar fuera de Qatar 2022 con la Selección Mexicana

Diego Lainez durante un partido amistoso contra Colombia en septiembre. (Reuters)
Diego Lainez durante un partido amistoso contra Colombia en septiembre. (Reuters)

Diego Lainez tenía diez años en Sudáfrica 2010. A los diez años una Copa del Mundo ya se recuerda con nitidez. Quizá debió saberlo desde ese momento: era su destino. Él tenía que estar ahí algún día. Mientras más rápido, mejor. Debutó con 16 años cumplidos en el América. Todos se aprendieron su nombre de inmediato y el sospechosismo llegó al mismo tiempo: ¿era realmente tan bueno o se trataba del último producto mediático hecho a la carta?

Tocó el balón un par de veces para despejar dudas y prejuicios. Tenía un talento diferente. Creativo, ágil, con facilidad para regatear en espacios cortos, Lainez era el prototipo del jugador que le gusta a todos. Se hizo de un hueco en Las Águilas y brilló en el Esperanzas de Toulon de 2018. Todo en orden: las ofertas europeas empezaron a merodearle. Él bajaría las estrellas del cielo. Había que tener paciencia y nada más, que el porvenir era luminoso y nos aguardaba como espectadores de primera fila.

Pero el problema con Diego Lainez ha sido ese desde el principio: siempre se ha hablado de él en tiempo futuro. No sabemos cuándo llegará ese futuro, pero la reserva de tiempo es inagotable cuando se trata de él. El coro es el mismo: apenas tiene 20 años, sólo tiene 21, todavía tiene 22; hombre, a los 23 sigue siendo joven. Su explosión se ha postergado hasta el hartazgo. Es un hecho que si se hubiera quedado en México, hoy estaría en la Copa del Mundo. Pero tomó una apuesta y la perdió.

Si el destino se hubiera cumplido, Diego Lainez no habría tenido que competir con Roberto Alvarado ni con nadie. Pero al destino hay que ayudarle. Y él no lo hizo. A la luz de la evidencia, sus cuatros años en Europa se interpretan como un desperdicio. Se fue para brillar, pensamos. Al menos está aprendiendo, dijimos después. Todavía tiene una carrera por delante, nos consolamos ahora. No estará en Qatar 2022, ese que tenía que ser su primer mundial, la oportunidad para demostrar(se) que todo lo que imaginamos para él podía ser verdad.

Y, tal vez, amigos compatriotas, ahí radica la desilusión. Lo que queríamos de Lainez, en realidad, lo queríamos para nosotros. Si Carlos Vela fue un ídolo fallido, había que remendar el corazón y dárselo a quien lo supiera valorar. Lainez era más que sus propias ilusiones: se trató, durante cuatro años, del proyecto futbolístico de toda una nación. Y por ese motivo su ausencia es un fracaso hondo, que debería ser doloroso para todos.

Si el jugador más brillante emanado de tu futbol (viéndolo como un "todo") no asiste a su primera Copa del Mundo, es porque algo estás haciendo mal a nivel sistemático. ¿No salió nadie mejor que Lainez durante estos años, como para apaciguar la tristeza de estas horas? ¿No hubo otros ocho Diegos Lainez para ampliar la baraja? No y no. No a todas las preguntas. Él era el proyecto maestro, en niño que había que mimar para que no tropezara donde todos lo han hecho; el hermano menor de los Giovani, Hernández, Vela, Castillo, Guardado, Moreno. Había que cuidarlo y darle la mano para cruzar la avenida. Nunca quiso aprender a andar solo.

No mezclemos ni confundamos. Él es responsable como nadie. Él no pudo en el Betis y no ha podido en el Braga. Él tenía la misión de que Qatar 2022 fuera su primer mundial. No el mundial decisivo, no el más importante. Sólo el primero. Y con eso la hoja de ruta quedaría iniciada, pero ahora al mapa le falta una pieza que no se podrá reponer nunca.

Lainez fraguó su propio fracaso. Un fracaso que, sin embargo, nos pertenece a todos, porque este es nuestro futbol y estas son nuestras promesas. Once goles en cinco años. Eso hizo nuestra joya. Las cifras tienen una frialdad intimidante. Por el bien de él, de todos, por fin habría que empezar a conjugar su nombre en presente. Es lo mejor, antes de que no quede más remedio que hablar en pasado y caer en el eterno juego de los hubieras. De ese infierno ya no se escapa nunca. Algún día Diego Lainez jugará un Mundial.

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