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Cristiano Ronaldo y el colmo de su egoísmo: festejar un gol que no metió. Y todo el mundo lo vio

Cristiano Ronaldo festejando el gol que, en realidad, fue de Bruno Fernandes. (Reuters)
Cristiano Ronaldo festejando el gol que, en realidad, fue de Bruno Fernandes. (Reuters)

La transmisión de televisión le dio la razón a Cristiano Ronaldo ante la euforia del momento. Aunque el trazo de Bruno Fernandes entró limpio al arco de Rochet, portero uruguayo, la TV tomó la decisión de inmediato: el tanto había sido de Ronaldo. Quizá la primera impresión de la jugada otorgaba el beneficio de la duda. Bruno centró y, seguramente, halló a su compañero, que remató ante un arquero inmóvil.

Pero la luz de la repetición disipó las dudas: Cristiano no tocó el balón. Fernandes, en efecto, intentó centrar, pero no hubo desvío alguno en su envío. El exatacante del Manchester United, hoy sin equipo, corrió a festejar clamorosamente. Sus compañeros también le dieron la razón. Después de la corrección de turno, la FIFA otorgó el gol de manera oficial a Bruno. El entusiasmo ya se lo había apropiado CR7, de todas formas, así que la aclaración fungió acaso como un formalismo, pero el clima festivo de los portugueses era espejado en Cristiano.

Ya había marcado contra Ghana, en otro gol controvertido: después de un penal rigorista. Cristiano es la luz emocional de su equipo, pero las ganas de adueñarse de todo protagonismo lo exhibieron ante el mundo en su faceta más egoísta, esa que da bandazos, y que quizá era más potente hace un lustro y ni se diga hace diez años. No deja de estar presente esa noción ser el amo del mundo: siempre quiere ser el centro de atención y le resulta incómodo compartir méritos. En este caso, fue más que explícito: él conoce la posición de delantero a la perfección y sabe que no tocó el balón. Pero de cualquier modo se lanzó al júbilo como si fuese el autor.

Es descargo suyo, es verdad que Rochet dudó cuando apareció él para fintar con el remate que no alcanzó a llegar. Pero eso es todo: colaboró con la "pantalla". El gol fue de Bruno Fernandes, aunque al final del partido Cristiano todavía hizo esfuerzos para convencer al árbitro de que sí había tocado el balón. Y llegó en el momento más importante para los lusos, que habían intentado más durante todo el partido sin hacer daño real a la defensa charrúa. Pese al control del balón sufrieron con las descolgadas ocasionales pero mortíferas de Betancur y Valverde.

No se conformó el equipo de Fernando Santos con el 1-0. Una aventura de Fernandes en el área generó un penal, tras una mano del central José María Giménez. El VAR hizo lo suyo y señaló un penal que, tal vez, en otras épocas habría sido desestimado. Pero, ya se sabe, en esta Copa se marca todo y, con el parámetro ya conocido, era predecible que nada salvaría a los sudamericanos del paredón.

Bruno hizo lo que siempre hace cuando está en el manchón. Toque suave, a la derecha, para poner el 2-0 y sellar un vuelo a los octavos de final. La deuda por la eliminación ante Uruguay, en Rusia 2018, se había pagado. De poco sirvieron los cambios desde el banquillo celeste. No hubo reacción. El ánimo de los pupilos de Diego Alonso estaba en los suelos: ya no pudieron ni siquiera acercarse al gol de descuento.

La dupla Cavani-Suárez, de tantas noches de gloria, vio cómo el atardecer de la vida deportiva los obliga a jugar por separado. Uruguay estaba en la lona. Incluso, con un poco de precisión, el partido pudo terminar en goleada. Bruno intentó con dos trallazos: uno lo contuvo Rochet y el otro pegó en el poste. Seis puntos para una Portugal que no despega todavía acorde a sus capacidades, pero que es contundente cuando todo empieza a empantanarse.

Luis Suárez sustituyó a Edinson Cavani, su compañero de mil batallas. (REUTERS/Kai Pfaffenbach)
Luis Suárez sustituyó a Edinson Cavani, su compañero de mil batallas. (REUTERS/Kai Pfaffenbach)

Uruguay ha quedado al borde del abismo. Emulando a México, no han ganado ni han anotado en sus dos primeros partidos del Mundial. Llegarán al último partido del Grupo H, contra los ghaneses, con la encomienda de vencer. Pese al mal momento que viven, un triunfo en la última oportunidad les daría el boleto a octavos. Se lo juegan todo ante Ghana, un rival que no olvida la eliminación de Sudáfrica. La mano de Suárez, el penal errado de Gyan y el panenkazo de Sebastián Loco Abreu. Memoria pura.

Doce años han pasado. Es mucho más que un partido de fase de grupos y también más que una eliminación directa (aunque a Ghana el empate la basta y es de suponer que saldrán a jugar con la impaciencia uruguaya); se trata de un guion de película, de la mejor literatura que puede escribir el deporte.

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