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Crecer entre bombas, cadáveres y el caos que dejó la invasión de EEUU en Irak

Bagdad, 15 mar (EFE).- "La invasión dejó al país lleno de huérfanos. Esos jóvenes ahora ya no pueden ni recordar la cara de su padre", dice Ali, uno de tantos jóvenes iraquíes que crecieron entre los bombardeos, los cadáveres y el caos que provocó la ocupación estadounidense de Irak ahora hace veinte años.

El joven, de 29 años, perdió a cuatro de sus tíos, mientras que el padre de su mujer también fue asesinado durante la violencia desatada tras la invasión.

"Siempre le tengo que recordar a mi mujer que su padre era una fantástica persona, porque no recuerda nada de él. Esto es lo que le arrebataron los estadounidenses", lamenta a EFE.

A pesar de que no existe un recuento exacto sobre el número de víctimas civiles en Irak durante la ocupación de Estados Unidos, diversos estudios estiman que la cifra oscila entre los 100.000 y el medio millón de muertos.

UNA INFANCIA MARCADA POR LA VIOLENCIA

En la legendaria calle de Al Mutannabi, una enorme librería al aire libre por donde durante la invasión corrieron a la par ríos de tinta y de sangre, Ali se dedica a pintar tatuajes temporales con un modesto pincel.

Un joven cliente se le acerca y, de entre los diseños que ofrece Ali, escoge estamparse en el centro del brazo un fusil de asalto AK-47 porque "es lo que conocemos", asegura a EFE.

La violencia y el caos que sucedió a la invasión estadounidense, los choques entre las milicias iraquíes y las tropas norteamericanas y, posteriormente, la guerra sectaria que entre 2006 y 2008 se desencadenó en el país, fueron el entorno en el que crecieron los bagdadíes.

EL TRAUMA DE TODA UNA GENERACIÓN

Veinte años después de la invasión estadounidense de Irak, todo joven iraquí tiene el mismo recuerdo de su infancia: el sonido de las explosiones, cientos de cadáveres esparcidos por las calles de Bagdad y el miedo diario de no volver a ver a sus padres cada vez que salían a buscar agua o comida.

"La nuestra fue una infancia que estuvo muy lejos de ser inocente. No podíamos salir a la calle o tener buenos alimentos, veíamos a la gente morir cada día ante nuestros ojos", dice a EFE Alaa, de 28 años, desde una humilde cafetería en el centro de Bagdad, donde se ha reunido con sus amigos para fumar una "shisha" (pipa de agua).

Sus compañeros le escuchan hablar con atención y asienten cuando el joven asegura que, a los ocho años, su vida se resumía en "ver cómo la gente estaba siendo asesinada en las calles cada día" y presenciar una "lluvia de cohetes" que no cesaba en la capital de Irak.

La sangre, los tiros o los coches bomba a todas horas se convirtieron en la normalidad de unos niños que cada día recibían una llamada o una visita de alguien que les informaba de que alguno de sus familiares había perdido la vida.

Sarmad, de 27 años, recuerda que cuando los soldados estadounidenses entraron a Bagdad a principios de abril de 2003 "eran buenos con los niños, daban caramelos y jugaban" con ellos, actos que considera una "forma de limpiar sus crímenes".

"Sí, se cargaron a Sadam (Husein), pero nos dejaron en una peor situación. No vemos que nada haya ido a mejor", lamenta.

SIN FUTURO

Como tantos otros jóvenes, Sarmad cree que "la vida es extremadamente difícil por todo lo que ha pasado en Irak" y asegura que no es capaz de alcanzar sus sueños en un país arrasado por décadas de conflicto, en proceso de reconstrucción y en el que la corrupción de la clase gobernante ha impedido su desarrollo.

Desde Al Mutannabi, Aliya, una joven de 29 años que se dedica a vender pulseras, afirmó que "la vida antes de la invasión estadounidense era mejor" porque, al menos, "sabías que podías volver a casa con vida cada vez que salías a la calle".

Los traumas que le quedaron cuando era niña son una huella imborrable. Aún sueña con la primera vez que vio el cadáver ensangrentado de un vecino tirado en la calle, cuando ella tan solo tenía nueve años.

"Por supuesto que todos estos conflictos me han afectado, he sido muy paciente, pero ya no puedo más. Trabajo con el objetivo de salir de aquí, porque para ser honesta ya no hay futuro en Irak y jamás intentaría formar una familia aquí", asevera.

Aliya mantiene reminiscencias de antes de la invasión, cuando podía ir al colegio y tener una vida segura, a pesar de que "Sadam era injusto y asesinaba a personas".

"De verdad creo que si los estadounidenses no hubieran venido e invadido Irak, ahora estaríamos mucho mejor", sentencia.

Por Carles Grau Sivera

(c) Agencia EFE