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Corrupción, exámenes y amor por el críquet: por qué los dos países más poblados del mundo no tienen éxito en el fútbol

El entonces vicepresidente chino Xi Jinping patea una pelota mientras visita Croke Park en Dublín, Irlanda, el 19 de febrero de 2012.
El entonces vicepresidente chino Xi Jinping patea una pelota mientras visita Croke Park en Dublín, Irlanda, el 19 de febrero de 2012.

El 31 de julio de 1948, los primeros 11 hombres de la historia del fútbol de la India independiente se dirigieron al centro del estadio Cricklefield en Inglaterra frente a 17.000 espectadores para disputar los octavos de final contra Francia en los Juegos Olímpicos de Londres. Aunque perdieron ese emocionante partido con un gol en el último minuto, un detalle conmovió al mundo entero: los jugadores indios no llevaban botines.

La impactante imagen de los aguerridos futbolistas descalzos que dieron pelea hasta el final despertó admiración en todas partes -incluso la princesa Margarita recibió a la selección de la excolonia británica en el Palacio de Buckingham- y alimentó las esperanzas de un comienzo prometedor en el deporte más popular del planeta.

Ese debut épico, sin embargo, pronto quedó en el olvido. En 1950, la FIFA le prohibió a la selección india —que obtuvo el pase directo tras la renuncia de los tres rivales de su grupo— disputar el torneo con los pies al desnudo, echando por tierra su única oportunidad de participar de una Copa del Mundo, ya que, desde entonces, la nación del sur de Asia jamás pudo encontrar futbolistas entre sus 1300 millones de habitantes capaces de lograr la clasificación.

La selección India en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948
La selección India en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948

El único país más poblado que la India tampoco ha conseguido triunfos significativos en este deporte. Desde la primera Copa Asiática en 1956, China llegó a la final dos veces, pero se quedó corta en ambas ocasiones. Y la única vez que participó de un mundial, en el de Corea-Japón 2002, quedó eliminada en la fase de grupos sin anotar un solo gol.

¿Por qué los dos países más poblados jamás pudieron destacarse en el deporte más popular del mundo? La respuesta es compleja. Para entender la relación de estos gigantes con el fútbol es necesario hacer un breve recorrido histórico.

Corrupción y exigencia académica

En 2004, el entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter, declaró que los orígenes del fútbol se podían rastrear hasta el cuju, un juego que se practicaba en China hace más de 2000 años. Las Memorias históricas de Sima Qian mencionan que durante el periodo de los Reinos Combatientes (475-221 a.C.), los habitantes del rico y poderoso estado de Qi se dedicaban a todo tipo de actividades de ocio, una de las cuales era “dar patadas a una pelota”.

Para el periodo Han, el cuju se había convertido en un deporte profesional. Se jugaba en campos especiales —con gradas para los espectadores—, donde dos equipos de 12 jugadores intentaban embocar en un arco una pelota de cuero rellena de pelo de animal, y era popular entre la élite y los soldados, que lo practicaban como forma de ejercicio.

Durante las dinastías Yuan y Ming (1279-1644), los burdeles empezaron a promocionar el cuju para atraer clientes por lo que el emperador Taizu promulgó un decreto que prohibía a funcionarios y militares practicar el deporte a menos que quisieran que les amputaran los pies. La posterior dinastía Qing (1644-1911) también impidió la práctica del deporte para evitar la holgazanería y, con el tiempo, desapareció.

Ilustración del cuju
Ilustración del cuju

No obstante, al igual que el resto del mundo, el gigante asiático adoptó rápidamente la versión británica del fútbol a principios del siglo XX después de que se establecieron las normas oficiales de Cambridge en el siglo XIX.

En sus inicios, la selección china era una de las más fuertes del continente. El famoso delantero Lee Wai Tong era conocido en Asia como “el rey del fútbol” y según el periódico South China Morning Post, el jugador estrella “marcó 1260 goles, aunque algunos afirman que pudo haber marcado más de 2000 a lo largo de sus 25 años de carrera”.

En las décadas del 70′ y 80′, China invirtió en programas de ciencias del deporte diseñados para hacer progresar el fútbol juvenil y el desarrollo de la siguiente generación. Se asignaron entrenadores de élite a las escuelas primarias, creando un camino estructurado hasta el nivel profesional.

A pesar de los primeros signos de éxito, el programa fracasó rotundamente. Los estudiantes y sus familias luchaban por encontrar un equilibrio entre el fútbol y las obligaciones escolares en una cultura que vela vigorosamente por la excelencia académica. “Los mejores jugadores chinos son aniquilados constantemente por el concepto tradicional de educación y el amor de los padres”, dijo a LA NACION Muchen Guan, un joven de Shanghai que tuvo que abandonar su sueño de convertirse en un jugador de fútbol por la presión de sus padres y profesores.

Más aún, el sistema de ligas escolares quedó eclipsado por la corrupción. Los equipos falsificaban sistemáticamente la información sobre la edad de los niños y hubo denuncias de coimas a los entrenadores y organizadores, según una investigación de The China Story.

Pero esto era solo un pequeño espejo de lo que ocurría a nivel profesional. Los sobornos, la compra de partidos, las dificultades financieras y las apuestas ilegales asolaron el fútbol desde la década de 1990.

Estos problemas alimentaron la impaciencia de los dirigentes, que equiparaban la excelencia futbolística con el estatus de gran potencia. En 2009, el entonces vicepresidente Xi Jinping, un ávido seguidor del deporte, declaró a la prensa que China estaba decidida a “llegar al máximo nivel”, según informaron diversos medios locales e internacionales.

Hinchada china
Hinchada china

Durante los tres años siguientes, supervisó una ofensiva contra la corrupción que se saldó con el encarcelamiento de decenas de funcionarios, jugadores y árbitros. A mediados de la década de 2010, la purga se había completado en gran medida y Xi ya se había convertido en el líder más poderoso de China en una generación.

Entonces, los fondos públicos para estadios, formación de jóvenes y entrenadores extranjeros fluyeron por todo el país. También lo hizo el dinero privado. Alibaba Group Holding Ltd., de Jack Ma, pagó 192 millones de dólares por una participación del 50% en el club Guangzhou Evergrande, mientras que Sinobo Land Co. compró el 64% del Beijing Guoan con una valoración de más de 800 millones de dólares, según Bloomberg.

Para formar alineaciones dignas de esos precios, los equipos chinos empezaron a presionar más por los mejores talentos. En 2016, la Superliga de China gastó 366 millones de dólares durante el periodo de traspasos de enero-febrero, superando a la Premier League inglesa en casi 100 millones. Entre las recompensas que se llevaron a casa estaban las estrellas brasileñas Oscar y Hulk, que exigieron honorarios superiores a los 60 millones de dólares.

Fue una época emocionante para los 700 millones de aficionados chinos, la mayor audiencia del planeta, según ISPO Munich. Pero los retos no tardaron en hacerse evidentes. En primer lugar, el gran gasto en estrellas extranjeras tendía a marginar a los prometedores talentos locales. En segundo lugar, aunque el fútbol es muy popular en China, la incorporación de jugadores de calibre internacional no generó el tipo de acuerdos de retransmisión y licencias que pagan grandes salarios en Europa.

Peor aún, varios proyectos se convirtieron en objeto de vergüenza nacional por la mala gestión. Por ejemplo, la empresa de electrónica Suning.Com Co., propietaria del Jiangsu FC, anunció el año pasado que volvería a centrarse en el comercio minorista y un mes después, al no encontrar comprador, cerró el club.

Otro de los problemas, destacó Evan Osnos en The New Yorker, es “el instinto controlador del Estado”. Al momento de escribir el artículo en 2012, “un antiguo sistema de corte soviético seguía eligiendo a los futbolistas en función de su altura y medidas”, aseveró el periodista.

“De este modo, el sistema se ha cobrado en gran medida la posibilidad de que surjan valores atípicos mágicos, como el fornido Maradona o el mini Lionel Messi, que persistió incluso después de que de niño le dijeran que era demasiado pequeño para jugar”, añadió.

Amor incondicional por el críquet

En la India, en cambio, la principal razón por la cual el fútbol está desatendido es la inigualable popularidad del críquet.

“El críquet se considera una religión y a los jugadores, dioses”, apuntó Times of India en mayo pasado.

La selección india de críquet es una de las mejores. Ha cosechado muchos éxitos a lo largo de los años, habiendo ganado dos Copas del Mundo (1983 y 2011), a diferencia de la de fútbol, que terminó tercera en un grupo de cinco en la clasificatoria para Qatar 2022.

“En el deporte, la popularidad tiende a ser directamente proporcional al éxito alcanzado. Esa es la razón por la que clubes como el Barcelona y el Manchester United cuentan con enormes seguidores en todos los continentes. La selección india de fútbol, en cambio, no ha logrado atraer el interés de las masas debido a sus constantes fracasos a lo largo del tiempo”, escribió Curt Ebejer, cofundador del blog de fútbol Field Insider.

Shikhar Dhawan y Washington Sundar, de la India, en una sesión de entrenamiento antes de su segundo partido internacional de cricket de un día contra Bangladesh en Dhaka, Bangladesh, martes 6 de diciembre de 2022.
Shikhar Dhawan y Washington Sundar, de la India, en una sesión de entrenamiento antes de su segundo partido internacional de cricket de un día contra Bangladesh en Dhaka, Bangladesh, martes 6 de diciembre de 2022. - Créditos: @Surjeet Yadav

La falta de financiación y las deficientes infraestructuras tampoco han ayudado a la causa.

Sin embargo, la llegada de la televisión por cable a mediados de la década de 1990 renovó el interés por este deporte, y los espectadores indios se familiarizaron con el fútbol de alto rendimiento de ligas extranjeras.

En 2014, la Copa del Mundo fue seguida por 100 millones de fanáticos del país del sur de Asia y, este año, más de 23.500 entradas a la fase de grupos de Qatar fueron adquiridas por aficionados de la India, a pesar de que su selección no participó de la cita, reportó Al Jazeera.

Además, en enero, una encuesta de YouGov realizada por encargo del club de la Superliga india (ISL), FC Goa, reveló que hay 160 millones de aficionados al fútbol en el país. Sin embargo, las cifras son mucho menores a las que maneja el primer deporte: nueve de cada diez indios ve críquet, informó Business Insider.

“Hay una razón por la que se dice erróneamente al mundo que India no tiene aficionados al fútbol, porque el número de seguidores del fútbol indio es muy inferior en comparación con la proporción de seguidores del fútbol europeo”, señaló a Al Jazeera Debanjan Banerjee, investigador de la cultura y el comportamiento futbolísticos afincado en Bangalore.

Otra razón por la que en el país se prefiere el críquet al fútbol es el clima. Las condiciones climáticas de la India hacen extremadamente difícil para un deportista aguantar 90 minutos de un partido de fútbol, que es físicamente más exigente que muchos deportes, incluido el críquet.

Sin embargo, las perspectivas a futuro son prometedoras. “Nuestras infraestructuras han mejorado mucho, ahora tenemos campos de entrenamiento y estadios de gran calidad en todo el país”, dijo a DW Parth Jindal, Director General del club Bengaluru FC y destacó que ahora se está invirtiendo “mucho dinero” en las futuras generaciones.