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El corazón más valenciano se rinde al fuego de unas Fallas casi perfectas

Valencia, 19 mar (EFE).- Las Fallas de 2023 pasarán ya a la historia, tras el fuego que las ha consumido este domingo, por haber sido la mezcla casi perfecta -porque la perfección festiva no existe- de la ansiada normalidad postcovid, el buen tiempo, el mejor calendario posible y unas ganas colectivas de disfrutar al máximo.

Las llamas que han reducido a cenizas la falla municipal con el enorme corazón de madera que, como alegoría de todas las buenas sensaciones mediterráneas, familiares, naturales y gastronómicas, latía y se iluminaba en plena plaza del Ayuntamiento de Valencia han simbolizado el clímax de unas fiestas multitudinarias que han superado incluso las mejores expectativas que tenían ante sí.

La cremá de los cerca de 770 monumentos escultóricos repartidos por toda Valencia, además de las docenas de ellos que hay en localidades de toda su provincia, así como en municipios de Alicante y de Castellón, ha puesto fin esta noche a unas Fallas para las que se agotan los calificativos por parte del mundo festivo, las autoridades, los sectores económicos directos e indirectos que dependen de ellas y los cientos de miles de turistas que han venido.

Las primeras valoraciones atisban ya los mejores datos económicos de los últimos años, a falta de concretarse a nivel hostelero y turístico, pero se ha confirmado con creces el optimismo visto en la calle y el colofón ha llegado este fin de semana, con una sensación generalizada de vuelta a la normalidad tras unas Fallas suspendidas en 2020, aplazadas a septiembre en 2021 y restringidas aún en 2022.

Normalidad, sin embargo, empañada por una agresión homófoba tras la verbena de una comisión fallera y por la sensación generalizada -y admitida por el alcalde, Joan Ribó- de que la masiva afluencia de gente de este año no ha tenido el correspondiente despliegue de limpieza, aunque ésta nunca será suficiente si siguen creciendo las muestras de incivismo que se han visto en muchas zonas de la ciudad.

EL FUEGO Y SUS FALLAS

El ritual del fuego no ha faltado a su cita este domingo y, tras haber quemado sin incidencias las fallas infantiles, desde las diez de la noche han empezado a arder las grandes tras los pertinentes castillos pirotécnicos y las lágrimas de las falleras mayores de cada comisión al ver desaparecer -físicamente, pero no en las redes sociales, donde su influencia crece exponencialmente cada año- el trabajo de todo un año de sus artistas falleros.

Este domingo se ha librado del fuego, como "ninot indultat" por el público, el conjunto "La pirotècnia" de la falla L'Antiga de Campanar, obra del artista fallero Carlos Carsí y que pasará a engrosar el patrimonio del Museu Faller de la capital valenciana.

La falla de la sección Especial que ha ganado el primer premio del jurado, la fantasía "Kromátika" que David Sánchez ha creado para Exposición-Micer Mascó con un presupuesto de 160.000 euros -casi 100.000 menos que la gran favorita, Convento Jerusalén-, iba a arder, como manda la tradición, media hora más tarde que el resto pero problemas técnicos han retrasado su cremá unos diez minutos.

Este año, las fallas de Especial se han gastado en sus monumentos grandes casi 1,5 millones de euros y 353.000 en los infantiles; en general se ha intentado mantener la espectacularidad de todas las obras respecto a otras ediciones, aunque la reducción presupuestaria por la crisis actual y la inflación de los últimos ejercicios, unido a las consecuencias de tres años de pandemia, ha sido inevitable.

EL CORAZÓN QUE LATE Y ARDE

Y a las once de la noche Laura Mengó, la primera fallera mayor de Valencia con una diversidad funcional -lleva una prótesis en una pierna-, ha prendido la mecha que daba inicio a un castillo pirotécnico que ha atronado, por última vez en estas Fallas, la nuevamente abarrotada plaza del Ayuntamiento y ha dado paso a la cremá de "Cardioversió valenciana", la falla municipal de este año.

Construida con la técnica de vareta de madera y diseñada por primera vez por una mujer (Marina Puche), esta falla fuera de concurso y cuyos 217.300 euros ha pagado el Ayuntamiento ha coronado desde su plantá del pasado miércoles el "kilómetro cero" de las Fallas con sus enormes aves de la Albufera, sus perfectas naranjas, sus gambas y su abuela con la paella como símbolos volantes y anexos de aquello que hace latir de nuevo el corazón de toda esta sociedad.

Acompañada por su corte de honor y de autoridades como el president de la Generalitat, Ximo Puig, y el alcalde de la ciudad, Joan Ribó, la fallera mayor ha aguantado estoicamente, con lágrimas y a los sones de los himnos valenciano y nacional, la cremá de esa falla y el fin de su reinado, todo ello ante la mirada de docenas de miles de personas que han colapsado la plaza -a oscuras para que el fuego fuera el gran protagonista- y todas sus calles adyacentes.

Se pone así el broche de oro a cinco días grandes de fiesta pero hasta una veintena de jornadas que han aunado actos festivos, pirotécnicos, taurinos, gastronómicos y museísticos en torno a unas fiestas que desde 2016 son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y que esta semana han empezado a cuantificar, para un próximo y ansiado estudio oficial y académico, cuál es su impacto económico real. El emocional, este año, se salda con superávit.

Carlos Bazarra

(c) Agencia EFE