Copa Libertadores y política: hace 50 años, Colo Colo era Chile, pero Chile no era Colo Colo

Colo Colo-Independiente, en 1973: Carlos Caszely define ante Pepé Santoro, ante las miradas del Chivo Pavoni y Pancho Sá; partido desquite de la final de la Copa Libertadores, en Santiago
Colo Colo-Independiente, en 1973: Carlos Caszely define ante Pepé Santoro, ante las miradas del Chivo Pavoni y Pancho Sá; partido desquite de la final de la Copa Libertadores, en Santiago - Créditos: @Conmebol

Hace medio siglo exacto, Colo Colo, rival de Boca anoche en la Bombonera, jugaba el partido de su vida. El 6 de junio de 1973. Final de Copa Libertadores contra Independiente. El equipo se acostó tarde porque siguió discutiendo de dinero con el presidente Héctor Vargas. Premio inicial por partido: cien dólares. La discusión se abrió en primera fase, cuando el equipo más popular de Chile iniciaba una Libertadores histórica. Victoria en el Maracaná ante el Botafogo de Jairzinho y goleadas de 5-0 a Unión Española, 5-1 a Nacional de Quito, 5-1 a Emelec y 4-0 a Cerro Porteño. El DT Luis “Lucho” Alamos servía él mismo una copita de vino a los jugadores. El capitán e ídolo Francisco “Chamaco” Valdés fumaba su cigarro antes de salir a la cancha. Jugadores de Independiente los “insultaban” en pleno partido. Les decían “comunistas”.

Era porque en Chile gobernaba el socialista Salvador Allende, que recibía seguido al equipo que mantenía paralizado al país. “Compañero presidente… Colo Colo no hizo otra cosa que cumplir con el pueblo de Chile”, le respondía el club, fundado en 1925 con nombre de líder mapuche. Allende, que estaba en Buenos Aires para la asunción del presidente Héctor Cámpora, volvió a recibir al equipo horas antes de la final de ida en Avellaneda (1-1).

“Como capitán le quiero pedir un favor”, sorprendió “Chamaco” Valdés a Allende. Valdés dijo que la vida del futbolista era corta y pidió si el gobierno podía venderle una camioneta a cada jugador “lo más barato posible”. El “Chamaco” ya tenía una camioneta. La usaba para vender pollos, consumo de lujo en el mercado negro de un Chile que sufría desabastecimiento. También había huelgas de trasporte. No importaba. Los hinchas viajaban a dedo, en camiones. Ochenta mil colmaban el Estadio Nacional para ver al “Equipo del pueblo”. “Ustedes”, decía a los jugadores el DT Alamos, “no son políticos, son artistas que pueden hacer feliz a un pueblo”.

La final de vuelta (29 de mayo en Santiago) también terminó igualada (0-0). Para la definición en el Centenario, el gobierno chileno invitó a ocho mineros y al arriero que unos meses antes había salvado a los rugbiers uruguayos de Old Christian en el célebre “Milagro de Los Andes”. El arriero recibió la mayor ovación en el Centenario. Independiente, con el ingreso a los 60′ del debutante Ricardo Bochini, terminó ganando 2-1 en tiempo extra. Hay que leer el fabuloso libro “Leyenda hay una sola. La historia de Colo Colo 73″. Los jugadores chilenos le afirman al autor (Axel Pickett Lazo) que “El Rey de Copas” se dopaba y sobornaba árbitros. Cuentan que ellos mismos le rogaron a Héctor Vargas (el presidente que se negaba a pagarles premios de cien dólares) que sobornara a los árbitros (que además estaban alojados en el mismo hotel que Colo Colo).

Hinchas del Rojo se burlaron en el aeropuerto de Montevideo de los jugadores chilenos. “La Copa, la Copa, se mira y no se toca”. Cuentan que la pelea fue descomunal, solo detenida con disparos de la policía. En Santiago, miles saludaron el arribo del equipo. Los jugadores fueron homenajeados en sus pueblos. Carlos Caszely, figura y goleador de la Libertadores (9 tantos), asistió al funeral de un niño de Antofagasta, enfermo de leucemia crónica que había pedido verlo antes de morir. El Senado celebró una sesión especial para saludar al vicecampeón. Allende invitó al equipo a La Moneda. “Lamento no poder estar”, faltó a la cita el propio presidente, “porque si bien hoy día Colo Colo es Chile, desgraciadamente, Chile no es Colo Colo”.

El 23 de agosto de 1973, Pinochet (izq) y el presidente Salvador Allende, en la ceremonia en la que se nombra a Pinochet como comandante en jefe del ejército
El 23 de agosto de 1973, Pinochet (izq) y el presidente Salvador Allende, en la ceremonia en la que se nombra a Pinochet como comandante en jefe del ejército

Veintitrés días después de la final fue el “Tanquetazo”. Un golpe fallido, quinientos balazos a La Moneda. El golpe verdadero sucedió tres meses más tarde. El 11 de setiembre de 1973. Más de una decena de jugadores de Colo Colo (integrantes de la selección chilena, dirigida también por Alamos) debieron aplazar su viaje a la URSS, para jugar el desempate final por un boleto al Mundial 74. El Estadio Nacional dejó de ser fiesta. Se convirtió en centro de detención, tortura y muerte. Allí fue encarcelado Hugo Lepe, zaguero de Colo Colo y primer presidente del Sindicato de Futbolistas Profesionales. El “Chamaco” Valdés lo sacó del infierno. Colo Colo debió cambiar su lugar de entrenamiento. El jugador Fernando Osorio veía cadáveres en las calles. A Leonardo Véliz, de izquierda como Caszely y como Alamo, entre otros, lo encañonaron cuando llevaba a su mujer embarazada. La fiesta por el bautismo del niño terminó con todos los jugadores presos.

Colo Colo perdió aquella Libertadores de hace medio siglo porque, además, llegó agotado a la final. Jugadores que, entre selección y club, habían disputado más de ochenta partidos en un año. El equipo fue desmantelado. El dictador Augusto Pinochet (3.200 muertos, 30.000 torturados) llegó a ser presidente honorario del “Cacique”. En democracia, el entonces senador Sebastián Piñera impulsó primero los Clubes SA y luego se adueñó de Colo Colo. Trampolín que lo llevó a la presidencia de Chile. Campeón de la Libertadores finalmente en 1991, al borde del descenso en 2020, otra vez campeón local hace unos meses, dañado hoy por internas dirigenciales y de su barra brava, Colo Colo jugaba anoche en la Bombonera. Cincuenta años después del sueño de 1973.

Nota de Redacción: Igual que los queridos Germán Leza y Ernesto Rodríguez III (que por algún lugar andarán) Alberto Ferrari, “el Flaco”, era periodista deportivo. No de fútbol. Deportivo. Atletismo, natación, hándbol. Lo que fuere. Informaba también sobre apoyo nulo a los atletas, dirigentes atornillados, exitismo, doping, corrupción. Todo era político. “El Flaco” era un periodista formidable. Comprometido. Murió el domingo. Lo recordaremos.