Contradicciones de una gestión sin rumbo

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El flamante secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, no anduvo con vueltas. La velocidad con la que les comunicó a las empresas de alimentos, de higiene y limpieza su propuesta para congelar precios por 90 días puso a otras industrias en alerta. Entre los laboratorios, el tema escaló en la agenda hasta transformarse en prioritario.

Los temores de los laboratorios a posibles controles de precios ya existían durante la gestión de Paula Español –sobre todo después de que las denuncias de la Unión Argentina de Salud (UAS) sobre los aumentos registrados en pandemia instalaran el tema en los medios–, pero se exacerbaron con el cambio de gestión en la Secretaría. Si hay algo que tienen claro es que Feletti no necesita tiempo para acomodarse. Tanto él como su subsecretaria, Débora Giorgi, tienen un currículum al que le sobra experiencia en el sector público.

Hace tiempo que desde las cámaras que nuclean a las empresas farmacéuticas vienen hablando con Marco Lavagna, director del Indec, para pedirle un cambio en la manera en que se mide la canasta del sector. Los aumentos que denuncia la UAS o que muestra el Indec, dicen, no representa la realidad del mercado. “El Indec no tiene en cuenta que más del 40% de los remedios se venden vía PAMI, que tiene fuertes descuentos, y no convalida aumentos que superen la inflación”, explica una fuente de la industria. El Indec estaría estudiando el planteo, pero no tendría planes de hacer cambios hasta mediados del año próximo, que tiene previsto modificar el año base a partir del cual se calcula la inflación. Para entonces, podría diferenciarse dos canastas: una que contemple los precios PAMI y otra los del mercado general.

En la industria farmacéutica muchos confían en que en el tema precios al final del día el jefe de gabinete, Juan Manzur, termine laudando a su favor. Después de todo, su peso relativo en el área de salud es cada vez mayor. Para los laboratorios no pasó inadvertida la designación el jueves de la semana pasada –el día previo al fin de semana largo– de Natalia Grinblat en la estratégica subsecretaría de Medicamentos e Información Estratégica dentro del Ministerio de Salud. La profesional, cercana a Manzur, tiene bajo su órbita la responsabilidad de estudiar la incorporación de medicamentos de alto costo y la evaluación de tecnologías sanitarias. Si bien su palabra no es vinculante, termina siendo un argumento de peso cada vez que los financiadores –obras sociales, prepagas– dan pelea para evitar la incorporación de algún remedio al plan médico obligatorio.

El dato de inflación de septiembre que se conoció ayer, de 3,5%, hace prever que el Gobierno no ahorrará esfuerzos para contener la escalada de precios. Aunque más no sea, vía políticas que sólo surtan efecto en el cortísimo plazo. En la Secretaría de Comercio se sorprendieron ante la rebeldía de algunos empresarios. “Esperábamos que se sentaran a negociar. No que ese mismo día nos clavaran aumentos del 0,5% en las listas de precios que les habíamos enviado” , confían. En el Gobierno están dispuestos a negociar cambios en el listado de 1247 productos que plantearon, pero no a dar marcha atrás. En algunas empresas admiten, por lo bajo, que varios de los productos que figuran ya no existen en góndolas hace rato. La lista, dicen, es de hace algunos años. Detalles que pueden habérsele pasado a un Feletti híperactivo.

Tal como sucedió con la designación de Juan Manzur, la incorporación de Feletti en el gabinete también implica para los empresarios una reasignación de poder dentro del equipo económico. No pocos ven en el nuevo secretario el reemplazo del ministro Matías Kulfas. Otros, reconocen, ya directamente le asignaron a Feletti rango ministerial. Nadie cree, por caso, que Kulfas pueda tener algún tipo de injerencia en las negociaciones que Feletti ya inició por el congelamiento de precios. Poco importa que en los papeles Kulfas sea su jefe.

La desconfianza que, en privado, expresan los empresarios con respecto a un giro en la política económica del gobierno contrasta con las declaraciones que algunos dueños de grandes compañías, como Francisco De Narváez, y Javier Madanes Quintanilla hicieron después de almorzar con el presidente. Se entiende que busquen acompañar a Fernández, a esta altura, a nadie le sirve un Presidente desdibujado.

En el kirchnerismo esperan que los cambios de gabinete y este nuevo canal de diálogo con el oficialismo modifiquen la percepción de la gestión. “La crisis ideológica adentro del Gobierno no es tan grande como la crisis de gestión, acá no hubo un loteo de ministerios, sino que cada uno es un sandwich. Los ministerios directamente no se mueven, hay inacción, no es como en el macrismo que había un problema de coordinación”, describió en estricto off the record uno de los invitados al convite. Además de convocar a los sindicatos, el presidente, Alberto Fernández, se comprometió en aquel almuerzo a pensar en el relanzamiento de una Agencia de Inversiones. Sumar estructuras al Estado es mucho más sencillo que hacerlas funcionar.

Pero no es sólo el Gobierno el que debe mejorar la gestión. Los grandes dueños de empresas en la Argentina también se anoticiaron que tienen mucho por mejorar. Una de las cámaras líderes encargó una encuesta para entender por qué la mala imagen del empresariado. Los resultados son reveladores. Casi ninguno de los encuestados –una amplia muestra de clase media, de ambos sexos– supo identificar con nombre y apellido a un empresario local. El nombre del más mencionado fue el de Marcelo Tinelli, seguido por el de Adrián Suar. Marcos Galperín, dueño de MercadoLibre, se coló en tercer lugar. Los encuestados dijeron además que los empresarios viven todos en una realidad muy alejada de la gente. Las principales preocupaciones del hombre de a pie son que no llega a fin de mes (la inflación), que tiene miedo a perder el trabajo (la falta de empleo) y la inseguridad, en ese orden. Todas cuestiones con las que, según respondieron, es imposible que un empresario empatice: no tienen problemas para pagar las cuentas a fin de mes, no pueden perder su empleo (son dueños) y viven en barrios cerrados, con lo cual tampoco sufren de igual manera la inseguridad.

Curiosamente, en el único punto que sí empatizan con los empresarios es en el peso de los impuestos. Consultados sobre qué recomendación harían a un hombre o mujer de negocios, la mayoría de ellos respondió –palabras más o palabras menos– que no inviertan en el país porque la carga impositiva es muy alta. En las preguntas cualitativas, luego quedó en evidencia el resentimiento que existe entre la clase media que trabaja hacia quienes cobran planes sociales. Una reafirmación del mensaje que dieron las elecciones primarias, con las excelentes elecciones como las de candidatos como Javier Milei.

En el Gobierno hay quienes se ilusionaban con la posibilidad de anunciar algún preacuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para antes de fin de año. Pero las conversaciones avanzan a paso lento. Después de meses de negociaciones, recién esta semana empezaron a tocarse los temas más sensibles. La brecha entre las proyecciones de los economistas del organismo y las del ministro Martín Guzmán son grandes. Por lo pronto, no creen que sea factible un crecimiento de la economía del 4% anual, como dice el Presupuesto 2022. Ya el FMI advirtió que lo ve más cerca del 2,5%, porque no creen que vaya a haber dólares para financiar semejante crecimiento. Otras proyecciones privadas, como la que maneja el Instituto de Finanzas Internacional (IIF, por sus siglas en inglés), el poderoso think tank que nuclea a bancos y fondos internacionales, prevén un módico crecimiento del PBI en 2022 de apenas 1,8%, con una inflación del 47% como piso y un tipo de cambio de $ 149 (contra los $ 131 de Guzmán).

“Sin resolver la variable del crecimiento, todo lo demás no se puede cerrar: recaudación, financiamiento, déficit, todo depende de eso. El tema central del Fondo pasa por frenar la emisión, no hay cuestionamiento al cepo ni al tipo de cambio en el corto plazo”, explicaron.

Habrá que esperar para hacer anuncios. Tampoco hay mucho optimismo entre los empresarios que recibirán hoy a Manzur y a Guzmán en Nueva York. Muchos ya estuvieron en la charla que dio Horacio Rodríguez Larreta en su gira por los Estados Unidos. Se llevaron entonces dos mensajes que sonaron para ellos armoniosamente: que habrá que hacer un acuerdo con el peronismo en un eventual gobierno que vaya más allá de lo parlamentario, y que “la inflación no se puede bajar de a poco” (muchos interpretaron que Larreta piensa en un plan de shock). Para ellos, el horizonte es 2023, no el 14 de noviembre.