Mientras científicos de renombre dicen que las concusiones pueden causar ETC, estos médicos deportivos profundizan

Ann McKee, directora del Centro CTE de la Universidad de Boston, hace una presentación en la conferencia sobre Encefalopatía Traumática Crónica en Boston, el 9 de noviembre de 2017. (Mark Abramson/The New York Times)
Ann McKee, directora del Centro CTE de la Universidad de Boston, hace una presentación en la conferencia sobre Encefalopatía Traumática Crónica en Boston, el 9 de noviembre de 2017. (Mark Abramson/The New York Times)

ÁMSTERDAM — Por primera vez desde 2016, uno de los grupos más influyentes que orientan a médicos, entrenadores y ligas deportivas sobre las conmociones cerebrales se reunió el mes pasado para decidir, entre otras cosas, si era el momento de reconocer la relación causal entre los golpes repetidos en la cabeza y la enfermedad cerebral degenerativa conocida como ETC.

A pesar de las crecientes pruebas y de que un organismo gubernamental estadounidense de gran prestigio reconoció hace poco la relación, el grupo decidió que no lo era. Los líderes de la Conferencia Internacional de Consenso sobre la Conmoción Cerebral en el Deporte, reunidos en Ámsterdam, señalaron que continuarían con su práctica habitual de poner en duda la conexión entre los estragos del traumatismo craneal y el deporte.

La ETC, o encefalopatía traumática crónica, se identificó por primera vez en boxeadores en 1928 y saltó a la fama en 2005, cuando los científicos publicaron el diagnóstico póstumo del jugador del Salón de la Fama de la NFL, Mike Webster, quien sufría esa enfermedad, lo cual generó una crisis existencial para deportes como el fútbol americano y el rugby, en los que los jugadores se golpean la cabeza miles de veces al año.

Los científicos han pasado la última década analizando cientos de cerebros de atletas y veteranos del Ejército y la variable evidente en casi todos los casos de ETC ha sido su exposición a repetidos traumatismos en la cabeza. Los investigadores también han establecido lo que llaman una respuesta a la dosis entre la gravedad de la ETC y el número de años de práctica de deportes de colisión.

Después de restar importancia al vínculo entre los traumatismos craneales y el daño cerebral durante años, la NFL reconoció en 2016 que existía un vínculo entre el fútbol americano y los trastornos cerebrales degenerativos como la ETC. Apenas días antes de la conferencia en Ámsterdam, los Institutos Nacionales de Salud, el más grande financiador de investigaciones del cerebro en Estados Unidos, señaló que la ETC “es causada en parte por repetidas lesiones cerebrales traumáticas”.

Sin embargo, en una de las últimas sesiones de la conferencia de tres días, uno de los líderes de la conferencia, un neuropsicólogo que ha recibido 1,5 millones de dólares en fondos de investigación de la NFL, desestimó el trabajo de los científicos que han documentado la ETC en cientos de atletas y soldados porque aseguró que sus estudios hasta el momento no tenían en cuenta otras variables de salud, como las enfermedades cardiacas, la diabetes y el abuso de sustancias.

“Pensar que hay un factor que contribuye a sus problemas actuales y que ese factor se puede ver bajo el microscopio después de la muerte es una posición extraordinariamente ingenua cuando se piensa en la condición humana”, acusó Grant Iverson, neuropsicólogo de la Universidad de Harvard que dirigió la sesión y que es uno de los principales redactores de la declaración de la conferencia sobre los impactos a largo plazo de los traumatismos craneales repetidos.

Secciones de cerebros preservados en un almacén de la Universidad Queen Elizabeth, cerca de la oficina del neuropatólogo Willie Stewart, en Glasgow, Escocia, el 29 de octubre de 2015. (Kieran Dodds/The New York Times)
Secciones de cerebros preservados en un almacén de la Universidad Queen Elizabeth, cerca de la oficina del neuropatólogo Willie Stewart, en Glasgow, Escocia, el 29 de octubre de 2015. (Kieran Dodds/The New York Times)

Una grabación de esa sesión obtenida por The New York Times y entrevistas con personas que asistieron ofrecieron una visión extraordinaria de las fisuras entre los científicos que establecen la política de conmociones cerebrales en el deporte y revelaron las razones de su continua negativa a considerar casi todas las nuevas investigaciones sobre los impactos a largo plazo de los traumatismos craneoencefálicos mientras se preparan para publicar las directrices de las ligas deportivas de todo el mundo.

El núcleo del propósito del grupo es su declaración de consenso, una guía sobre conmociones cerebrales que se publica de manera periódica y que cuenta con el acuerdo de la mayoría de las decenas de miembros del grupo. Es fundamental para los protocolos de muchas de las principales ligas deportivas profesionales del mundo. Los asesores médicos de muchas de esas ligas, incluyendo los jefes médicos de la NCAA y la World Rugby, ayudaron a elaborar esa declaración en Ámsterdam. Se espera que la nueva versión se publique en 2023.

No obstante, la composición del propio grupo plantea aparentes conflictos de intereses que ponen en tela de juicio su retraso a la hora de aceptar nuevas investigaciones sobre las conmociones cerebrales. La FIFA; el Comité Olímpico Internacional; la FIA, que gobierna las ligas de carreras de automóviles, incluida la Fórmula 1; World Rugby; y otras organizaciones rectoras del deporte patrocinan la conferencia y tienen relaciones de trabajo con muchos de sus líderes o les proporcionan financiación para las investigaciones.

“Este grupo ha sido dirigido por personas que en realidad no tienen una comprensión completa de la patología de las lesiones en la cabeza a ese nivel”, afirmó Willie Stewart, un neuropatólogo de Glasgow, Escocia, que ha diagnosticado la ETC en muchos atletas. Dijo que los líderes de la conferencia deberían tener sus mandatos limitados. “Debería haber una rotación de personas para que no tengan miedo de lo que aseguraron hace cuatro años”.

En declaraciones anteriores de consenso se afirmaba que la ciencia no estaba asentada sobre la ETC y ese lenguaje ha sido adoptado por ligas deportivas como la NHL, la NCAA y el Rugby de Nueva Zelanda, un sello de aprobación de los científicos que ha ayudado a algunas de esas organizaciones a defenderse de las demandas que las acusan de ocultar los peligros de las conmociones cerebrales a los atletas.

Aun así, los investigadores que ejercen presión con el fin de que se reconozca la relación causa-efecto entre los traumatismos craneoencefálicos y la ETC en un principio se mostraron optimistas ante la posibilidad de que los líderes del grupo se dejaran influir por las nuevas investigaciones. En marzo, Paul McCrory, uno de los líderes del grupo desde hace mucho tiempo y un escéptico declarado de los vínculos entre los golpes en la cabeza y la ETC, dimitió después de que lo descubrieran plagiando.

Pero en las conversaciones previas y durante la conferencia, los líderes del grupo centraron sus debates en lo que se desconocía sobre la ETC, señalando que no estaba claro por qué algunos atletas sufrían la enfermedad y otros que practicaban el mismo deporte, no. Nadie puede saber cuánto traumatismo craneal es necesario para contraer la ETC. Según los expertos, aún faltan cinco años para que se pueda realizar una prueba fiable de diagnóstico de la enfermedad en las personas vivas.

Después, en una de las últimas sesiones de la conferencia, titulada “Secuelas a largo plazo y criterios para el retiro”, Iverson comenzó la confabulación de una hora de duración discutiendo los criterios que el grupo utilizaría para revisar la investigación sobre las conmociones cerebrales.

De los casi 7500 trabajos sobre conmociones cerebrales que el grupo identificó, los redactores de la declaración de consenso solo tuvieron en cuenta 26, que no incluían ninguno de los principales trabajos de investigación sobre la ETC. Ann McKee, neuropatóloga de la Universidad de Boston y principal experta mundial en ETC, se retiró de la conferencia porque le dijeron que su trabajo no se integraría de manera plena en la declaración.

Jon Patricios, Bob Cantu, Mike McNamee y Kathryn Schneider, líderes de la conferencia, señalaron mediante un correo electrónico que algunas investigaciones sobre la ETC que fueron excluidas de la revisión formal se presentaron de cualquier manera en la sesión para que se pudiera escuchar “un espectro de opiniones”. Añadieron que no podían compartir detalles específicos sobre cuáles fueron incluidos.

Iverson describió las limitaciones de la investigación existente y la razón por la que gran parte de ella fue excluida de la consideración. La mayoría de las investigaciones sobre la ETC, explicó, solo tienen en cuenta una o dos variables, como la edad y el sexo, pero no otras, como las enfermedades cardiacas, la diabetes y el abuso de sustancias alcohólicas.

Dado que la enfermedad solo puede diagnosticarse de manera póstuma, los científicos aún no han creado estudios a largo plazo que sigan a los sujetos vivos a lo largo de su vida, pues algunos están expuestos al traumatismo cerebral y otros no.

Algunos de los asistentes a la sesión no estaban convencidos de que la falta de ese tipo de investigaciones mitigara la avalancha de estudios que establecen una relación causal entre el traumatismo cerebral y la ETC.

“Hacer el tipo de estudios que quieren incluir de esta manera tomará décadas”, declaró Michael Grey, que enseña Neurociencia de la Rehabilitación en la Universidad de East Anglia, en Inglaterra. “¿Se supone que debemos esperar décadas y que decenas de miles de personas sufran de neurodegeneración cuando podríamos hacer algo al respecto en este momento?”.

© 2022 The New York Times Company