Catar 2022 confirma que esta Copa Mundial no es para los aficionados

Catar 2022 confirma que esta Copa Mundial no es para los aficionados
Asientos vacíos durante la segunda mitad del partido inaugural de la Copa Mundial de Fútbol 2022 entre el país anfitrión Catar y Ecuador. (FOTO: Adam Davy/PA Images vía Getty Images)

Al final, los asientos vacíos dentro de un estadio sin alma le hicieron justicia al juego bonito demostrando que los aficionados no se pueden comprar.

Pudieron comprar ejecutivos de la FIFA. Cambiar las temporadas de los clubes nacionales. Detener la venta de cerveza. Construir villas con contenedores como habitaciones para los aficionados. Describir la homosexualidad como un “daño de la mente” y lograr que Gianni Infantino se sumara a la campaña del “y tú más”.

Un país pequeño con reservas de gas natural para 200 años puede hacer todo eso gastando más en Catar 2022 de lo que han costado dos Copas Mundiales juntas ya que gestiona los cambios tectónicos que se producen en la riqueza y autoridad de la región. ¡Bien hecho! Misión cumplida.

Felicidades por inaugurar una Copa Mundial en la que muy pocos pueden beber o saborear algo por miedo a que termine siendo desagradable o tóxico. El campeonato ya está manchado y algunos han sido condenados por asociación.

Pero Catar ya ha perdido en un aspecto memorable: sus aficionados resolvieron el asunto abandonando el estadio antes de tiempo.

Inicialmente los anfitriones tuvieron ventaja. Durante la ceremonia de apertura sacaron la voz de Dios, Morgan Freeman, para subrayar la hibris, la arrogancia y la confianza en sí mismos, demostrando que la riqueza ilimitada realmente no tiene límites.

La BBC, Gary Lineker, los comediantes gais y cualquier otra persona de izquierdas que quieran criticar tienen que ponerse en la fila. Marcados como “irrelevantes”, sus voces se disipan como copos de nieve en la arena.

Los organizadores de Catar han recibido todo por lo que han pagado. Desde el desatino de una tierra invernal hasta un cálido apretón de manos entre los líderes de Catar y Arabia Saudita, todo salió a la perfección. El balido de las clases parlanchinas hablando de los derechos humanos es como el ligero e irritante zumbido de una mosca pasajera bajo el sol del mediodía. Nada más.

Según esa perspectiva, los aficionados tampoco debieron ser un problema, ¿verdad? En un mundo orwelliano todo es fácil de controlar. Si pueden comprar y explotar a los trabajadores, ¿por qué no a los aficionados? Solo hay que enviarlos y esparcirlos. Llenar las filas y fingir para sustentar la mentira. Aunque el país solo tenga 300 000 ciudadanos, es una cantidad suficiente para llenar un estadio, al menos en la noche de apertura.

Pero no fue así. Los asientos vacíos han sido un golpe a corto plazo para los anfitriones, pero representa una victoria a largo plazo para un juego tan acorralado que en este momento aprovechará todas las victorias que pueda conseguir.

Durante el partido inaugural entre Catar y Ecuador hubo un lleno total. Luego los ecuatorianos marcaron un par de goles y el estadio se quedó medio vacío. A continuación, los anfitriones convirtieron su propio partido en un castillo de naipes. La fachada se derrumbó. Los mitos creados durante más de 12 años se derrumbaron en unos 12 minutos.

En Catar no hay cultura futbolística. Apenas hay interés suficiente para mantener 90 minutos de fútbol en un histórico partido inaugural de la Copa del Mundo, que involucró al propio Catar.

En todo caso, la arrogante indiferencia hacia la percepción global era casi admirable. O no lo sabían o no les importaba. A pesar de ello, el telón volvió a abrirse y no reveló un gran territorio inexplorado de amor por el fútbol, sino más bien un desierto estéril.

Es inusual que las naciones anfitrionas vacíen un estadio durante un partido de la Copa Mundial de Futbol, a excepción de la humillación de Brasil por 7-1 contra Alemania en Belo Horizonte en 2014, y nunca se retiran antes del pitido final del primer partido del torneo. Simplemente no se hace.

Catar 2022 confirma que esta Copa Mundial no es para los aficionados
El emir de Catar, el jeque Tamim Hamad Al-Thani (a la izquierda), junto con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, antes del partido del Grupo A de la Copa Mundial 2022 entre Catar y Ecuador. (FOTO: Marvin Ibo Guengoer - GES Sportfoto/Getty Images)

La mentira sale a la luz cuando los cataríes abandonan anticipadamente el estadio

Sin embargo, puntualizar algo tan obvio desencadena una ola de acusaciones de un sesgo pro-europeo o a favor del sistema futbolístico. ¿Por qué una nación de Oriente Medio no puede organizar una Copa Mundial de Futbol? ¿Por qué sus aficionados no pueden irse cuando quieran? ¿Por qué hay que imponer a Catar los puntos de vista y las interpretaciones tradicionales y occidentales del juego? Dichas acusaciones son como escuchar a Infantino en bucle.

Por supuesto, la sede de la Copa Mundial debe pasar de un país a otro y adaptarse a la cultura local, de manera que el problema no es que prohibieran la cerveza. Catar tiene todo el derecho de restringir la venta de alcohol. Era el momento elegido, la falsa sensación de una nación anfitriona que cedía, incluso con grandilocuencia.

El problema con Catar 2022 era, y sigue siendo, la mentira.

Desde que ganó la candidatura en 2010, Catar se aferró a una mentira que se convirtió en su última línea de defensa contra las críticas globales: los cataríes amaban el fútbol por encima de todo. Los cataríes querían celebrar esta Copa Mundial. Olvídense del fraude electoral, las maniobras geopolíticas, los abusos de los derechos humanos y Dios sabe qué más porque siempre debía prevalecer la cultura futbolística. Y Catar la tenía. Por tanto, tenían tanto derecho a disfrutar de un campeonato en casa como cualquier otra persona.

Pero no lo hicieron, ¿verdad? Le dieron la espalda a su partido y a sus propios jugadores.

Esos asientos vacíos nos prestaron una ayuda inestimable, al menos para todos los que somos liberales de corazón y estábamos ansiosos por ver la perspectiva local. Pero no había ninguna. No había suficientes aficionados cataríes dispuestos a quedarse hasta el pitido final y mucho menos para llenar un estadio.

Por tanto, puedes respirar profundo y decir lo que antes no podías insinuar con la conciencia tranquila. Esta Copa Mundial de Futbol no tiene nada que ver con la cultura futbolística catarí o los aficionados cataríes. Esta Copa Mundial no versa sobre los aficionados, ni es para ellos. El campeonato se celebra solo ante quienes están sentados en asientos VIP climatizados entre los dioses mirando hacia abajo en un estadio vacío y disfrutando de su éxito. Este es un espectáculo de poder para los poderosos.

Pero esos asientos vacíos todavía pueden darnos motivos de alegría. Aparentemente, 220 mil millones de dólares pueden comprar varios estadios, hoteles y un aeropuerto completamente nuevo, pero no pueden comprar una base de aficionados. ¿No es maravilloso?

Solo un par de días antes, casi 3 000 aficionados auténticos compraron sus billetes y fueron a ver cómo Hougang United ganaba su primer trofeo venciendo a los Tampines Rovers 3-2 en la final de la Copa de Singapur. Eso es una cultura futbolística naciente y fluctuante.

Sí, es voluble y fluida. Cambia de un juego a otro, de una temporada a otra, pero se trata de un subproducto de su autenticidad. Es orgánica de arriba a abajo, gana un aficionado a la vez y es un proceso fragmentado que demanda mucho más que una inversión de 220 mil millones de dólares.

No deberíamos soslayar ni volver a negar un giro tan agradable de los acontecimientos –al menos para nosotros– y una realidad tan incómoda para la FIFA: los aficionados cuentan. La cultura futbolística cuenta. Y una Copa Mundial sin uno de ellos no solo es una experiencia vacía, sino también inútil.

Nunca más se podrá dar el derecho de acoger una Copa Mundial a una nación con poco interés por el juego y cero interés en el fútbol femenino.

Catar 2022 es un torneo para aficionados falsos. La próxima vez, apostemos por lo real.

"Los aficionados cuentan. La cultura futbolística cuenta. Y una Copa Mundial sin uno de ellos no solo es una experiencia vacía, sino también inútil.

Neil Humphreys es un escritor de fútbol galardonado y autor de superventas. Ha cubierto la Premier League inglesa desde el año 2000 y ha escrito 26 libros.

Neil Humphreys