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Carlos Sainz se olvida de que el Dakar no es el Rally de Montecarlo

Audi's electric Spanish driver Carlos Sainz and co-driver Lucas Cruz of Spain compete during Stage 1B of the Dakar Rally 2022 around the Saudi city of Hail, on January 2, 2022. (Photo by FRANCK FIFE / AFP) (Photo by FRANCK FIFE/AFP via Getty Images)
Photo by FRANCK FIFE/AFP via Getty Images

¿Por qué el rally París-Dakar fue parte de nuestra infancia? ¿Por qué sonaba en todos lados su nombre como una aventura imposible y las televisiones mandaban sus equipos vía satélite para cubrir a aquella panda de locos, muchos de los cuales pagaban la locura con la vida? De vez en cuando, habría que hacerse estas preguntas para analizar este "Dakar" moderno que lleva desde 2007 sin pisar África y que parece haberse establecido -como todo en esta vida deportiva- en tierras árabes.

Lo que pasó este fin de semana, con decenas de pilotos de coches y de motos perdiéndose por las arenas saudíes y dejándose en meta minutadas que en ocasiones se convirtieron en horas, ha provocado un montón de reacciones, pero todas tienen algo en común: los que "navegaron" bien consideran que estuvo todo bien planteado, los que lo hicieron mal dejan caer que la culpa es de la organización, que fue confusa en sus indicaciones y que no se puede acabar así con la competición a las primeras de cambio.

Uno de los más beligerantes en sus críticas ha sido el tres veces ganador Carlos Sainz, una leyenda del automovilismo mundial. Sainz ya tuvo un problema parecido el año pasado que le alejó definitivamente del triunfo y este año le ha sucedido lo mismo. Sin embargo, según Sainz, la culpa no es suya. Tampoco es de su copiloto. La culpa es de David Castera, el organizador de la prueba, ex participante en la modalidad de motos durante los años noventa. Castera habría puesto las cosas demasiado difíciles, convirtiendo el acierto en una especie de cara o cruz.

Puede que tenga razón -Nani Roma se queja de lo mismo- y puede que, al fin y al cabo, el Dakar siempre haya sido eso. Que el Dakar haya sido una sucesión de vastas extensiones de tierra sin horizonte en las que perderse era lo más normal del mundo y llegar de noche, si llegabas, el pan nuestro de cada día. El copiloto de Roma pone el dedo en la llaga: "Si exiges mucho, tú tienes que ser perfecto". Esa parte la puedo comprar: efectivamente, si vas a subir el listón de la navegación, tienes que asegurarte de que no cometas ningún error. Ahora, hay que explicar dónde está ese error, claro. Si no, el argumento queda un poco vacío.

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En cualquier caso, prefiero eso al "no puede ser que la mitad nos hayamos perdido" -obviando que la otra mitad ha hecho perfectamente su camino y ha cumplido con el objetivo número uno del Dakar: ser selectivo- o el "no puede ser que a la segunda etapa se hayan cargado la carrera". Es cierto que desde hace muchos años, coincidiendo prácticamente con las primeras apariciones de Carlos Sainz en el rally, las primeras etapas estaban diseñadas para velocistas. Eran poco más que pequeños Rallys de Montecarlo para atraer a los reyes del WRT a participar y hacerles más llevadero el aprendizaje.

Ahora bien, en ningún lado pone "el Rally Dakar debe parecerse al de Montecarlo durante una semana". De hecho, la idea es ridícula. El Rally Dakar debe contener una parte de caos. De caos controlado porque sé que hay mucho dinero en juego, muchas esperanzas y mucho trabajo. Pero caos. No se hizo famoso el Dakar poniendo indicaciones, sino dejando a los corredores a su suerte en tiempos en los que no había GPS, en los que la tecnología era muy escasa y en los que la intuición y el conocimiento del libro de ruta lo era todo.

Volvamos allí: al libro de ruta. Después de tanto escándalo en las últimas cuarenta y ocho horas, no hay consenso en si el libro de ruta era claro o no. Si no hay consenso, lo siento, pero es difícil culpar a nadie. Tal vez las cosas podrían haberse hecho mejor y menos gente se habría perdido, pero, en serio, que es el Dakar. Carlos Sainz lo sabe perfectamente porque lo ha ganado tres veces, así que no puede olvidarlo ahora porque lleva dos ediciones seguidas quedando fuera de las quinielas a las primeras de cambio.

Al-Attiyah, por ejemplo, también lo ha ganado tres veces y giró en la dirección correcta porque así se lo dijo su copiloto, que algo sabrá de esto. Culpar a la organización de que te ha ido mal es de alguna manera infravalorar el acierto de aquellos a los que le ha ido bien. Como si hubieran apostado al rojo, y, zas, rojo al canto. No puede ser tan fácil. Queda mucha carrera, en cualquier caso, y esto aún puede dar muchas vueltas. Porque es el Dakar, básicamente. Y ahí reside su encanto.

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