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Si todos tiran del chicle de Carlos Alcaraz, se acabará rompiendo

VALENCIA, SPAIN - SEPTEMBER 18: Carlos Alcaraz of Spain in action against Soonwoo Kwon of Korea during the Davis Cup by Rakuten 2022, Finals Group B, tennis match 2 played between Spain and Korea at Fuente de San Luis pavilion on September 18, 2022, in Valencia, Spain. (Photo By Oscar J. Barroso/Europa Press via Getty Images)
Carlos Alcaraz, durante la pasada fase previa de la Copa David disputada en Valencia (Photo By Oscar J. Barroso/Europa Press via Getty Images)

Carlos Alcaraz acabó la final del US Open 2022 el pasado domingo a eso de las siete y pico de la tarde en horario de Nueva York. Recibió el trofeo, asistió a la ceremonia, se duchó, se dio el pertinente masaje y se fue por ahí con su grupo a celebrar a lo grande, como debe ser con diecinueve años. Al día siguiente, tocaba la típica sesión de fotos del ganador en distintos puntos emblemáticos de la ciudad -en su caso, básicamente, Times Square- y hasta la noche del lunes no pudo coger un avión de vuelta a España.

Al tratarse de un avión privado, pudo viajar directamente a Valencia y entendemos que le sería más fácil conciliar el sueño. En cualquier caso, llegó a las diez de la mañana del martes, completamente agotado, con jet-lag (para él, seguían siendo las cuatro de la madrugada), con las piernas cansadas de los tres partidos resueltos en cinco sets y con la lógica descompresión tras todos los momentos de intensa emoción vividos en Estados Unidos. El escenario ideal para meterse en un hotel o en su propia casa y dejar que el cuerpo descanse, darle una tregua, porque le tiene que durar muchos años.

Sin embargo, Alcaraz no hizo eso, sino todo lo contrario. Se incorporó de inmediato a la concentración del equipo español de Copa Davis y empezó a entrenar a bajo nivel. Es cierto que, al menos, no le hicieron debutar el mismo miércoles contra Serbia, pero el viernes ya estaba disputando un partido de individuales -que perdió ante Auger Aliassime- y el domingo le tocó jugar otro, ante el surcoreano Soonwoo Koon, que ganó fácilmente. El lunes ya estaba en Madrid, divirtiéndose en "El Hormiguero" con Pablo Motos y desde entonces la sucesión de compromisos no ha parado.

A sus diecinueve años, probablemente esta paliza no le haya causado el menor problema. No a corto plazo, al menos. Ahora bien, es preocupante que un número uno del mundo tenga que someterse a este estrés. Demasiadas responsabilidades y demasiadas exigencias. Alcaraz ya se "comió" una minigira de tierra batida en julio que no tenía ni pies ni cabeza, pero que no podía cancelar sin enemistarse con los directores de los torneos involucrados -Hamburgo y Umag- y ser multado por la ATP.

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Ahora bien, la Davis es otra cosa. Todo el mundo habría entendido que Alcaraz se hubiera saltado la fase de clasificación de la Davis y se hubiera apuntado a la fase final de Málaga. Buena prueba de ello es que su presencia fue completamente intrascendente en Valencia: no jugó contra Serbia, perdió contra Canadá y ganó a un rival al que habrían ganado cualquiera de sus compañeros. Aunque el chico ha manifestado varias veces su deseo de ganar la Davis con España, el único sentido de su presencia en esta ronda de septiembre era publicitario y comercial, en absoluto deportivo.

Y con esas cosas hay que tener cuidado, porque una cosa es que tu cabeza no note el cansancio y siga en una espiral de adrenalina y otra cosa es que no lo hagan los músculos. Tal vez, Alcaraz esté sometiendo a su cuerpo a una fatiga excesiva, acompañada del carrusel de viajes, entrevistas, portadas, etc. Alguien debería pararlo antes de arriesgarse a que empecemos con las pequeñas lesiones musculares o directamente su cabeza diga: "Mirad, no puedo más, dadme un respiro".

En los dos próximos meses, Alcaraz tiene pensado defender su número uno del mundo jugando en Kazajistán (ATP 500 de Astaná), en Francia (Masters 1000 de París) y tal vez en Austria (ATP 500 de Viena). De momento, no parece que tenga pensado participar en la minigira asiática, lo que añadiría más fatiga a un curso que terminará con las ATP Finals en Turín y la fase final de la Davis en Málaga. El año no ha acabado, ni mucho menos, y, por mucho que diga que no siente presión por ser el número uno, el reto de acabar el año en esa posición es formidable. Lo tiene todo a su favor.

Eso, claro, si no se viene abajo. La prensa anda buscándole -no hacen más que preguntarle por el nuevo Big 3 y por mucho que se empeñe en no comparar, siempre le encuentran un titular algo forzado-, los organizadores quieren su parte y el ránking marca sus exigencias. En medio, queda Alcaraz. Si no fuera por la figura de Juan Carlos Ferrero -que ya pasó por todo eso y acabó hecho trizas mental y físicamente al año de llegar al número uno-, me preocuparía aún más. Quiero pensar que saben lo que hacen y que dejarán que el chico se relaje cuanto antes y desconecte un poco de tanta presión. De lo contrario, incluso el chicle más resistente del mundo podría acabar rompiéndose.

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