Carlos Alcaraz ha aprendido a ser ambicioso sin ser un niñato

Carlos Alcaraz ha hecho historia en Miami, pero quiere mucho más. Foto: Eva Marie Uzcategui Trinkl/Anadolu Agency via Getty Images
Carlos Alcaraz ha hecho historia en Miami, pero quiere mucho más. Foto: Eva Marie Uzcategui Trinkl/Anadolu Agency via Getty Images

Decía recientemente Àlex Corretja en entrevista con la revista JotDown que el talento estaba muy bien, pero que de repente llegaba alguien que también tenía mucho talento, pero que trabajaba más que tú y te ganaba. Exactamente, eso es lo que ha pasado en el circuito masculino con Carlos Alcaraz. Antes de él ha habido muchos jugadores muy talentosos: todos creíamos que Dimitrov sería número uno del mundo, como lo creímos de Kyrgios, de Zverev, de Auger-Aliassime, de Sinner... pero el que está pasando a todos por la derecha es un chico de dieciocho años que no se pone límites porque sabe que está siguiendo el camino correcto.

Lo primero que supimos de Alcaraz, allá por 2020, fue que estaba trabajando en ser el mejor. En rigor, el proceso de configuración de la estrella llegó a los medios mucho antes que los triunfos o la magia de sus golpes. Sabíamos que trabajaba con Juan Carlos Ferrero; que, por supuesto, era bueno de narices, pero, sobre todo, que le echaba muchas horas, que no tenía prisa, que era disciplinado, ordenado, que entendía que trabajaba "a hombros de gigantes", siguiendo la tradición del tenis español de los 90 y los 2000 aunque con un estilo propio. Que quería comerse el mundo, pero que sabía que el mundo necesitaba unos tiempos determinados.

Alcaraz ha sabido asumir un perfil bajo y ha sabido obedecer. Parece fácil, pero no lo es en el circuito masculino actual, con tantos tenistas cambiando continuamente de entrenador y mostrando una arrogancia fuera de lo normal. Raquetazos, faltas de respeto y quejitas. No verás eso en Alcaraz como no lo veías en Ferrero, como no lo veías en el propio Corretja y como, desde luego, no se ha visto en Nadal. Alcaraz no va de rebelde, ese no es su rollo. Alcaraz, al contrario, sabe que tiene que seguir los ejemplos de los mayores y no conformarse con una derecha espectacular y un instinto soberbio, sino trabajar y trabajar.

Lo que vimos en Miami no fue solo un triunfo soberbio culminado con la victoria en la final ante un top ten que se vio desarbolado a partir de los veinte minutos de juego. Fue, también, la consolidación precoz de un gran deportista. Un hombre que, en vez de protestar como loco al árbitro, da la razón a su rival (Hurkacz, en semifinales) cuando cree que le han perjudicado. Un hombre que dedica todas sus victorias a su entrenador ausente porque acaba de perder a su padre. Un ganador que empatiza con alguien más que con sí mismo, que cuando Ferrero aparece en el hotel, corre a abrazarle y a saltar de alegría. Un chico que entiende que sin equipo todo se hace mucho más complicado.

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Todo esto junto hace que no nos llevemos las manos a la cabeza cuando Alcaraz dice sentirse preparado para ganar un Grand Slam más o menos a la edad a la que Nadal ganó su primer Roland Garros. No lo vemos como un niñato más presumiendo de lo que carece, autoerigiéndose parte de no sé qué "Big 3" o calibrando sus posibilidades en función de un coro de aduladores. Alcaraz dice que puede ganar un Grand Slam ya porque si puedes ganar ya Miami, si puedes ser semifinalista de Indian Wells y puedes hacer cuartos de final en el US Open, ¿cómo no vas a pensar en ir un paso más allá?

Alcaraz sabe quién es y sabe con quién se enfrenta. Sabe que Federer lleva dos años y pico fuera de las pistas. Sabe que Nadal, necesariamente, tiene que estar en el ocaso de su carrera, y sabe que Djokovic es una incógnita por distintos motivos, no solo tenísticos. Y, sobre todo, sabe quién queda una vez quitas a los tres grandes de la ecuación: nadie. Medvedev está lesionado, odia la tierra batida y la hierba de Wimbledon. El resto son un constante "quiero y no puedo". Si te vas a jugar un grande contra Zverev, Tsitsipas, Berrettini o Rublev, pues igual no lo ganas, pero muy lejos no te vas a quedar.

Para ser justos, hay en la explosión de Alcaraz y en su capacidad para avanzar casi 150 puestos ATP en un solo año y quedarse al borde del top ten varios factores y no todos dependen del murciano: el nivel del circuito masculino es muy bajo. Llevamos lustros sin un relevo digno de ese nombre. Medvedev y Thiem siguen siendo los únicos ganadores de Grand Slam nacidos después de 1988... y estamos en 2022. Todos los demás han empezado muy fuerte y se han atascado. No han tenido la concentración, la persistencia ni la ambición justa que se requiere para la tarea de dominar el circuito.

Alcaraz atraviesa los cuadros como cuchillo en la mantequilla. Eso tampoco es normal. Es buenísimo, pero además le ha tocado una época ideal para hacer historia. Sabemos que no se lo va a creer y que va a seguir trabajando. Si no se aleja de Ferrero y su equipo, la vanidad siempre estará al servicio del orden y el trabajo. A partir de ahí, es lógico que él sueñe y que todos los demás lo hagamos con él sin que sea una profesión de fe. Alcaraz será número uno y ganará un grande este año o el siguiente. Y, si no, lo hará con 20 años, tampoco hay prisa. Pero va en serio. Hay un punto de determinación en su mirada que no veíamos en todos los que le antecedieron.

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