Carlos Alcaraz, ante el enorme reto de volver a divertirse

MONTREAL, QUEBEC - AUGUST 10:  Carlos Alcaraz of Spain reacts after losing a point against Tommy Paul of the United States during Day 5 of the National Bank Open at Stade IGA on August 10, 2022 in Montreal, Canada.  (Photo by Minas Panagiotakis/Getty Images)
Carlos Alcaraz se lamenta tras perder un punto contra el estadounidense Tommy Paul (Photo by Minas Panagiotakis/Getty Images)

Algo se notó en la minigira de tierra, pero ya es oficial: Carlos Alcaraz salió a rueda de prensa después de su derrota contra Tommy Paul (dominaba 7-6, 4-1 e incluso llegó a tener punto de partido a favor) y reconoció que la presión estaba pudiendo con él. Que no acababa de digerir lo de ser número cuatro del mundo y llegar a un Masters 1000 como segundo cabeza de serie. Que, en definitiva, las expectativas y las prisas eran excesivas.

Bien, esto, tarde o temprano tenía que llegar. Básicamente porque, con independencia de un mayor o menor talento, es lo que llevamos viendo en los últimos quince años con todos los chicos que van saliendo, tanto en el circuito masculino como en el femenino. No sé si es algo que estamos haciendo mal los aficionados o los periodistas o de qué depende en realidad, pero los jugadores y las jugadoras llegan a lo más alto y tiemblan ante el abismo, ante el siguiente punto perdido, ante el puesto que se gana o se pierde en el ranking.

Mentalmente, y pese al cuidado que ha tenido su entorno a la hora de protegerle de las distracciones, el año de Alcaraz ha sido agotador. Una cosa es que te digan cómo va a ser -su entrenador, Juan Carlos Ferrero, lo sabe perfectamente, fue número uno del mundo, ganó la Copa Davis, se impuso en Roland Garros, jugó la final del US Open- y otra cosa es vivirlo en tus propias carnes: la fama, el reconocimiento en la calle, los patrocinadores, los compromisos, las exhibiciones, la sensación de que todo el mundo quiere un poquito de ti.

A los diecinueve años, manejar eso es complicadísimo. Ni Roger Federer lo manejó con éxito. Djokovic y Nadal sí, pero es que Djokovic y Nadal son dos fenómenos que no se van a repetir en décadas. A los diecinueve años, desplazarte por todo el mundo y saber que todos quieren que ganes y que una final es un fracaso cuando el año anterior era un motivo de celebración, es difícil de asimilar. Ahora bien, es lo que le toca. Hoy, la semana que viene en Cincinnati, y esperemos que los próximos diez años.

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Es tan ingente la tarea mental que tiene por delante, que es bueno que Alcaraz pueda hablar de ello libremente y no se pierda en excusas. Perder contra Sinner en Umag o contra Paul en Toronto son cosas que pueden pasar. El problema son las ausencias en la pista. En ambos partidos tuvo set a favor y se vino abajo por completo. Contra el italiano pasó de 7-6, 1-0 y 0-40 sobre el saque del rival a 7-6, 1-6, 1-6. Ganó uno de los trece últimos juegos. Frente al estadounidense, la historia casi se repite: de 7-6, 4-1 a 7-6, 6-7, 3-6. Ganó cinco de dieciséis.

Eso es lo que no es normal. La desconexión. La impaciencia. La sensación de que el chico no se divierte en la pista, que se limita a cumplir con su trabajo y que su trabajo es solo ganar. No vemos la soltura de inicio de temporada, cuando no tenía que demostrarle nada a nadie. No vemos la combinación de golpes, el jugueteo constante para descentrar al rival. La improvisación. Vemos a un jugador tenso que intenta acortar el punto con su derecha y acaba mandándola fuera o a la red. Vemos a un chico que de repente se enfrenta a un mundo desintonizado: los canales ya no están donde estaban, todo aparece ligeramente borroso.

El reto, pues, no debe ser subir al número tres, al número dos o al número uno. La obligación no puede ser, a los 19 años, ganar uno, dos o tres torneos del Grand Slam. Ahora mismo, lo que necesita Alcaraz es un reseteo mental de altura... y en el fondo esta derrota puede que le venga bien porque le da una semana de descanso, al margen de los focos. Una semana para viajar cuanto antes a Cincinnati, adaptarse a la ciudad, entrenar y ganar confianza de cara al US Open.

Puede que el trabajo sea corto y sencillo, porque esto no deja de ser un deporte, pero lo normal es que sea largo y complicado. Divertirse no es fácil ante determinadas responsabilidades. Por supuesto, al número cuatro del mundo le vamos a seguir exigiendo que juegue como tal. Su trabajo es asumirlo... pero asumirlo de verdad, es decir, conseguir que le dé absolutamente igual. Que las expectativas de los demás no afecten a las suyas. Salir ahí a seguir aprendiendo, a seguir jugando con el rival, a seguir probando cosas nuevas. No defender lo que ya tienes sino buscar más, siempre más, pero desde la alegría. Alcaraz, como tantos otros antes, es un afortunado y un elegido. Al menos, visto desde fuera. Ahora queda convencerse, en su fuero interior, de que eso es una bendición y no un maleficio.

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