Carlos Alcaraz, el asesino que te puede matar de mil maneras distintas

Tennis - U.S. Open - Flushing Meadows, New York, United States - September 11, 2022  Spain's Carlos Alcaraz celebrates after winning the U.S. Open as Norway's Casper Ruud looks dejected after the match REUTERS/Mike Segar
Carlos Alcaraz sonríe tras su triunfo en la final del US Open contra el noruego Casper Ruud (REUTERS/Mike Segar)

Cualquiera que vea jugar por primera vez a Carlos Alcaraz, flamante campeón del US Open y número uno del mundo, pensará que está ante una versión renovada de Juan Martín del Potro, campeón también en Nueva York en 2009 y retirado en la actualidad por sus lesiones de rodilla. Hay algo cierto en esa comparación, especialmente en lo que tiene que ver con su derecha paralela, un auténtico prodigio sin igual en el circuito. Es el golpe especialidad de la casa como lo era el del argentino, un misil que aterriza a pocos centímetros de la línea de fondo y que resulta imposible de devolver para el rival, que espera un intercambio normal y corriente de derechas cruzadas, como toda la vida.

Desde luego, la derecha de Alcaraz da para mucho, pero solo con ese recurso no estaríamos hablando de un número uno. La razón por la que el murciano es capaz de ganar en tierra batida, en pista dura, bajo techo y pronto lo hará sobre hierba es la increíble variedad de sus golpes. Por supuesto, aún no los domina todos a la perfección y aún no tiene muy claro cuándo corresponde decidirse por uno o por otro. Por ejemplo, se pasó el segundo set y parte del tercero tirando dejadas que no iban a ningún lado. Las dejadas están bien para atraer al rival a la red y luego pasarlo o para hacerle correr o para romperle el ritmo. Cuando se supone que el ritmo lo marcas tú y el punto ya lo tienes dominado, hacer una dejada y tirarla fuera es una calamidad. El domingo abusó de ellas.

Precisamente, lo impresionante de la victoria de Alcaraz a los diecinueve años y cuatro meses es que ni siquiera dio la sensación de haber jugado bien. Estuvo fallón incluso en golpes sencillos, con un número altísimo de errores no forzados, y no pudo imponer su tenis destructivo porque enfrente tenía un auténtico muro que además consiguió jugar siempre pegado a las líneas. Alcaraz ganó porque es mejor, punto. Es tan superior al número dos del mundo que le gana en un partido regular y cuando el otro juega más que aceptablemente bien.

¿Y cómo lo hizo el domingo? Sacando como los ángeles. Si algún punto débil se había vislumbrado en el murciano durante este año había sido su irregularidad al servicio. Carlos tiene un servicio potente y generalmente bien colocado, pero, como es normal, aún no tiene un servicio fiable. O no lo tenía hasta el día más importante de su vida. El domingo, Alcaraz sirvió como si fuera Roger Federer. Puso la bola en la T, la puso en las esquinas, le dio efecto para fuera, para dentro... y a partir de ahí cimentó el resto de su juego.

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Si alguien nos dice hace un año y medio que Alcaraz iba a ganar ya un grande, nos habríamos pellizcado. Si nos dice que lo iba a ganar haciendo saque-red todo el partido, le habríamos mandado a paseo. Pues bien, así ganó Carlos la final del US Open. O, al menos, así evitó perderla. Cuando más asediaba Ruud, cuando más profundos eran los golpes del noruego y más se notaba el cansancio del español -venía de tres partidos seguidos jugando cinco sets y acostándose casi por la mañana del día siguiente-, Carlos se sacó de la chistera un recurso improbable: subir, subir y subir a la red. Acortar los puntos todo lo necesario.

Eso, en ocasiones, le llevó a errores, sobre todo los mencionados con las dejadas, pero a él le dio igual. Que te de igual fallar con diecinueve años ante la gran oportunidad de tu vida nos lleva a otro de sus puntos fuertes: la capacidad mental para aferrarse a los partidos. Alcaraz sabía que no podía liarse a pasar bolas con Ruud, que eso no le iba a llevar a ningún lado. También sabía que incluso tirando ganadores y arriesgando desde el fondo de la pista, era probable que la bola volviera una, dos y tres veces. ¿Qué hacer? Adelantarse, es decir, ir él a por la bola lo antes posible y no dejar margen de reacción.

Mientras Ruud probablemente jugaba mejor al tenis -segundo y tercer set, desde luego, final del primero incluso-, Alcaraz cerraba los puntos antes. Sacaba adelante sus servicios de la manera más inopinada. Esa, ya digo, no la vimos venir. Tampoco vimos venir la seguridad en sí mismo para conseguir un break en el tercer set tirando precisamente de una de las dejadas que no estaban funcionando (hizo lo mismo en el punto que le dio el acceso al tie-break) ni la entereza con la que resolvió su último servicio con el título en juego.

Es cierto que fue un juego raro, en un momento en el que Ruud ya se había venido abajo -se descompuso totalmente en el tie break del tercero- y que aún tuvo tiempo Alcaraz para fallar un smash y tirar fuera por un metro una derecha... pero de los seis saques que tuvo que hacer, cinco fueron primeros, dos aces, y un tercero, con match point, rozó el punto directo. Una barbaridad para un chico que se suponía que era un jugador de línea de fondo. Si, con diecinueve años, es capaz de tirar esas derechas, de pegar el revés plano y profundo, de subir a la red con criterio y de sacar así en los momentos más calientes... ¿cuál es el límite de Carlos Alcaraz? Obviamente, ninguno.

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