Si Carlos Alcaraz no sabía lo que es ser número 1, ahora lo tiene claro

VALENCIA, SPAIN - SEPTEMBER 18: Carlos Alcaraz of Spain in a practice session ahead of the Davis Cup Group Stage 2022 Valencia match between Spain and Korea Republic at Pabellon Fuente De San Luis on September 18, 2022 in Valencia, Spain. (Photo by Diego Souto/Quality Sport Images/Getty Images)
Carlos Alcaraz entrena durante la fase previa de la Copa Davis en Valencia (Photo by Diego Souto/Quality Sport Images/Getty Images)

No vamos a decir que el camino de Carlos Alcaraz hasta el número uno del mundo ha sido fácil porque eso es absurdo. Sí podemos decir que ha sido rápido, eso sin duda. El más rápido de la historia. Y también podemos decir sin que nadie se tenga que enfadar por ello que Djokovic habría tenido muchos más puntos si se hubiera vacunado y no hubiera pasado lo de Wimbledon, que Zverev lleva media temporada en el dique seco y que Rafa Nadal, gran dominador hasta junio, ha jugado desde entonces dos o tres torneos, no más.

Alcaraz puede sentir la tentación, por un lado, de creer que ya ha cumplido con su grand slam y su primer puesto en el ranking... y, por el otro, de entender que sus rivales no son para tanto y que no le costará demasiado mantenerse en lo más alto. Más bien, podrían sentir esa tentación sus seguidores, muchos de los cuales se encuentran entre la propia prensa, pero bueno. Es cierto que Alcaraz ha conseguido ya lo que muchos soñarían en toda una vida, pero si no quiere pararse ahí, tiene que demostrar una ambición constante, casi agotadora, al alcance solo de elegidos.

Aparte, rivales tiene para aburrir. Tantos que sería bueno que diera un golpe en la mesa este mismo año y demostrara a todos que incluso en pista cubierta, donde de momento no se ha prodigado tanto como en tierra o pista dura, es capaz de dominar el circuito o, por lo menos, conseguir buenos resultados. Esos rivales son los mencionados Djokovic, Zverev y Nadal cuando se recuperen, son Medvedev y Tsitsipas cuando dejen a un lado sus altibajos emocionales, son los aún jóvenes Sinner, Ruud y Berrettini... y, sobre todo, son la generación de los nacidos justo antes que él. Los chicos de los años 2000.

Esta semana se ha dado la circunstancia insólita de que tres de esos tenistas han ganado los tres torneos ATP que se disputaban esta pasada semana. Felix Auger-Aliassime, el prodigio canadiense, se impuso en Antwerp; Lorenzo Musetti, el sentimental italiano, lo hizo en Nápoles, y Holger Rüne, el danés que nació apenas seis días antes que nuestro número uno, en Estocolomo. Aunque no fueran torneos de alta categoría, el simbolismo no se le escapa a nadie: la nueva generación ha dado por fin su golpe sobre la mesa y a ver qué pasa en el mes que falta de temporada.

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El primero que habrá tomado debida cuenta de lo sucedido es el propio Alcaraz, por supuesto. Ya sabe lo que hay y sabe que los ataques van a venir por todos lados. Por eso es tan importante adelantarse. Carlos ha hecho lo que debía después de la vorágine post-US Open, culminada con esa insospechable derrota ante David Goffin en Astaná. Esta misma semana volveremos a verlo en Basilea y entendemos que el jugador que se presente ahí se parecerá más al de Nueva York que al de Kazajistán: llega descansado, con la cabeza centrada y sabedor de que queda un mes, solo un mes, y podrá presumir de ser el número uno a final de año más joven de la historia.

Para ello, necesita un buen resultado en la patria chica de Roger Federer, otro buen resultado en París-Bercy y culminar la faena en las ATP Finals de Turín. Su ventaja es estimable, sobre todo si tenemos en cuenta que Rafa Nadal, segundo en el ranking, está entre lesiones y crianzas... y que, en cualquier caso, nunca ha mostrado su mejor versión ni en Bercy ni en las distintas sedes del tradicional Masters de fin de año. Por ahí andan Tsitsipas, Ruud y Medvedev, pero no tiene pinta de que les vaya a dar tiempo a completar la remontada.

Con todo, Alcaraz tiene que tomarse en serio esta fase de la temporada y exigirse un último esfuerzo: si domina en pista dura (US Open y Miami), domina en tierra batida (Barcelona y Madrid) y también demuestra que puede destacar donde tanto le costó siempre a Nadal, el resto de competidores se preguntarán si realmente están a su altura. Eso es algo que se gana con consistencia y que da para mucho: el respeto de los rivales a veces vale medio partido. Si Alcaraz muestra debilidad sobre esta superficie, cualquiera entrará a la cancha pensando que tiene opciones. Cuanto antes demuestre lo contrario, mejor.

Aparte, hay que tener en cuenta que la temporada que viene empieza, como siempre, con un grand slam. Si Alcaraz rinde a un excelente nivel en Basilea, París, Turín y la Davis... partirá como máximo favorito para el Open de Australia, especialmente si no compite Djokovic por sus problemas con el visado. Sería partir con una ventaja psicológica muy importante sobre sus "iguales", todos ellos aún en la fase de buscar un buen puesto en el ranking que les evite sorpresas en los sorteos de los cuadros. Ser número uno del mundo es eso: no solo jugar mejor, sino hacerlo todo el año, sin despistes. Mucho más si se aspira a ser un dominador, un grande histórico. Se está gestando un nuevo sistema de roles en la ATP y Alcaraz tiene que dejar bien claro que él es la nueva referencia. Para ello, las próximas semanas son mucho más importantes de lo que parecen.

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